Punto Kairo - Mi deseo de revolución

En opinión de Juan Salvador Nambo

Punto Kairo - Mi deseo de revolución

El deseo de revolución, a mis 20 años, en el 2001, cuando se realizó la Caravana Zapatista, era inevitable y lo compartía con la mayoría de mis compañeros universitarios. Uno de los destinos de esta también denominada “Marcha por la tierra” era Morelos, nos habían informado a través de distintas comisiones que se formaron en la UAEM que los zapatistas arribarían el seis de marzo alrededor de las 10 de la mañana y que era muy probable que dieran un discurso en la hoy removida estatua de Emiliano Zapata, que se encontraba en la glorieta que lleva el mismo nombre.

La información que fluía en la entidad no era como ahora, no había teléfonos inteligentes, comprábamos el periódico en el puesto de revistas, el internet era muy limitado y como estudiantes accedíamos en el campus a computadoras Macintosh que eran bastante lentas y la usábamos más como máquina de escribir y revisar nuestro correo a través de latinmail (el cual ya no existe) y yahoo (el cual aún lucha por perdurar).

Por lo tanto, la manera de comunicarnos en la Universidad era principalmente a través de redes personales con intereses diversos, una de esas redes estaba integrada por quienes añorábamos ser activistas sociales. Un servidor pertenecía al Instituto de Ciencias de la Educación que albergaba las carreras de Filosofía, Docencia (área de estudios Ciencias Sociales y Humanidades), Ciencias de la educación y Tecnología educativa. En ese momento estaba en ciernes la Facultad de humanidades. Y las redes que habíamos forjado era con estudiantes de estas carreras, principalmente.

Como lo señala el filósofo argentino Tomas Abraham, el deseo de revolución no tenía tantos problemas como los que tiene hoy, porque había un canal. Había referentes. El deseo tenía su objeto y su objetivo. Como referente filosófico: el marxismo. Tenía un referente histórico: había una patria del socialismo, que aplicaba cultural y educativamente la filosofía marxista, que daba la verdad de la Historia, y que era atacada por todos los frentes y que había que defender.

En ese momento, el seis de marzo de 2001, confirmábamos que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) arribaría a la entidad y que el subcomandante Marcos daría un discurso en el monumento a Zapata para despuès trasladarse a la Plaza de Armas y seguir ofreciendo su mensaje de paz y revolución. Para los jóvenes de la época esta dicotomía era inevitable.

Así que esperaríamos durante horas bajo el sol implacable. Había cientos de personas (que de ahí partirían al Centro, a unos 20 minutos en transporte público). Justo a un costado estaba la 24ª zona militar y el cuartel de la Policía Metropolitana. Había militares y policías vestido de civil. Se armó un templete y una breve intervención por parte de activistas que esperaban a los zapatistas. El gobernador Sergio Estrada Cajigal se mantuvo al margen, aunque se desplegó un operativo vial y de seguridad bastante eficiente y en el periódico en el que yo escribía me habían informado que al siguiente día no habría edición.

Por fin llegó el momento. De un autobús de pasajeros fueron bajando los comandantes zapatistas, su comisión de seguridad y el Sub, que era el más esperado y como si se tratara de una estrella de rock se le abalanzaron, los que estaban en el micrófono se le aventaron quizá creyendo que podrían hacerle daño o solo porque querían tocarlo. El discurso no pudo darse, arguyéndose falta de condiciones de seguridad y era cierto, la multitud estaba incontrolable. Al final solo se dejó una corona de flores en el monumento. Ya en el Centro se dio un discurso que no recuerdo.

Localmente, en esa época, se gestaba la lucha por los recursos naturales, la lucha campesina y, por supuesto, la lucha magisterial. Asimismo, “El comando Jaramillista Morelense”, salió a manifestarse colocando artefactos explosivos en los bancos de CIVAC en el 2004.

¿Hay nuevas resignificaciones? En apariencia, el deseo de revolución se ha convertido en algo bastante discutible. Como lo señala Abraham: no tiene canal, ni lugar por dónde ir. La palabra revolución implicaba una verdad, afirma. No obstante, se ven canales promovidos por los jóvenes que buscan cambios significativos en la sociedad ya sea en persona o a través de Internet.

“La revolución forma parte de una filosofía y de una cultura, que nace en el siglo XIX, que pasa distintas etapas, y que luego tiene una lectura de la Historia que es la del marxismo. Cuando hablamos de revolución yo hablo de Karl Marx, que es el filósofo de la revolución. No hablo de los indignados, de los que protestan. Hablo de una revolución que tuvo una filosofía y que la mitad del planeta vivió educativamente los aparatos escolares bajo esa filosofía. Y hay muchos que no se dieron cuenta de lo que pasó en 1989”, destacó Tomás Abraham a la Revista el Clarín en el 2017.

Luego de varios años, no sé si ese grupo al que pertenecía logró ser parte del activismo social, lo cierto es que logramos pensar los movimientos sociales de manera distinta, uno de los compañeros de lucha a los que más aprecié y que estuvo muy activo en el movimiento zapatista fue Eduardo Cruz Godínez (Q.E.P.D), acaecido el año pasado y quien fuera jefe de carrera de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.