Periodismo, mentiras y democracia.

En opinión de Aura Hernández

Periodismo, mentiras y democracia.

“Las Fake News  concitan más atención que los hechos” 

Byung Chul Han

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            por Aura Hernández

Una de las máximas del periodismo que se repite como mantra por todo el espectro político de todas las tendencias, es que el periodismo libre es un pilar de la democracia, y si se ataca a la prensa se destruye también este valor supremo. Hoy sin duda hoy esto es verdad, en parte.

A lo largo de su historia, en nuestro país abundan los ejemplos de cómo el uso de la palabra escrita o las imágenes constituyeron una herramienta de lucha contra el autoritarismo: ahí está la grandísima Leona Vicario, los héroes de la Reforma, los hermanos Flores Magón, El Machete del PCM, la Revista Política en los años 60 del siglo XX, que dieron voz a las disidencias aún a costa de su propia supervivencia.

Ya a finales del siglo XX y principios del XXI antes de la hegemonía de las redes sociales, hubo también medios de comunicación, pero sobre todo personas que se tomaron en serio su papel como constructores de la democracia, un bien muy escaso en la actualidad.

¿Qué pasa en la actualidad con esa dupla: medios de comunicación-democracia? ¿Es posible esa contribución tan valiosa cuando nos avasalla lo que expertos han llamado la “hiper comunicación digital''? A juzgar por lo hechos, esa contribución podría convertirse en cataclismo.

En la revista especializada en comunicación Ethic, Laura Zamarriego sostiene, citando a Byung Chul Han, que la “hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y pare ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido ni coherencia. Todo ello impide la formación de un contrapoder que pudiera cuestionar el orden establecido y que adquiere así rasgos totalitarios”. Es lo que el filósofo oriental ha denominado síndrome de la fatiga informativa.

Tenemos tanta información disponible que, como dirían los clásicos, ya solo “escaneamos” no leemos. Y por tanto el proceso de comprensión y aprendizaje se ha socavado de manera brutal, lo que nos coloca como consumidores de información en una situación de extrema vulnerabilidad y por tanto susceptibles a la manipulación. Y eso pasa fundamentalmente con la difusión de las ideas. Y de las ideas políticas particularmente.

“¿Hasta qué punto nuestra vulnerabilidad viene inducida por las noticias falsas que inundan nuestros muros? se pregunta Zamarriego en su artículo sobre la hegemonía informativa de las redes sociales  y el uso de las noticias falsas (fake news).

En los últimos meses, o tal vez años, hemos sido testigos y posiblemente víctimas de una estrategia mundial de  los grupos de extrema derecha, que han hecho de las noticias falsas un modus operandi de su lucha política y lo más terrible es que en algunos países han ganado terreno teniendo como armas a las redes sociales. El triunfo de Donald Trump, el resurgimiento de la extrema derecha en España, el ascenso al poder de Bolsonaro en Brasil, el golpe de estado en Bolivia, los ataques a Pedro Castillo en Perú.

Y ni qué decir de la guerra encarnizada con noticias falsas que tuvo que enfrentar, y que enfrenta aún, Gustavo Petro en Colombia y Alberto Fernández en Argentina y por supuesto el Presidente de México que se vió obligado a crear la sección “quién es quién en las mentiras de la semana”.

Pero también las noticias falsas sobre los dirigentes de Podemos en España, en una campaña parecida a “un peligro para México” del 2006. Todos son botones de muestra de cómo los medios construyen a la democracia y México es ejemplo de esto último, pues de no haber sido por las redes sociales, el triunfo de un partido emergente como lo era Morena en el 2018 hubiera sido impensable.

En este contexto, ¿qué retos tiene que enfrentar el periodismo y los medios de comunicación tradicionales a la vez devorados y alimentados por las redes sociales y las noticias falsas? ¿Donde un personaje puede tener 6 millones de seguidores en Twitter pero no logra reunir 300 mil firmas para cumplir con un requisito electoral? ¿Cuando hay ataques y campañas masivas para destruir algo o inflar alguna información o personaje con un fin político? ¿Cuando el gran debate ideológico se da en las efímeras redes sociales?

¿O cuando en Morelos ha trascendido que una precandidata a la gubernatura del estado posteó una fotografía falsa para construirse la imagen de luchadora social y quitarse el estigma de miembro de la elite?

En el mundo de las “no cosas” no parece haber respuestas ¿qué tal si las buscamos en el mundo de verdad?