Observador político - El ocaso de Ulises Bravo en Morena

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - El ocaso de Ulises Bravo en Morena

La tarde del pasado domingo, la militancia morenista se pronunció con un grito que resonó como un eco de descontento en las paredes del poder: "¡fuera, fuera, fuera!" Ulises Bravo, quien se encuentra en la incómoda posición de delegado especial en funciones de presidente de Morena, se enfrenta a una realidad ineludible: su tiempo en el cargo está contado y la Asamblea Informativa es clara: en la política, la lealtad es efímera y la dignidad, un concepto que debe ser defendido con acciones, no solo con palabras.

HERENCIA EN DECADENCIA.- El hombre fuere del ayer ya se acabó. Y es que, la ausencia de apoyos visibles durante su intervención, especialmente de figuras como Luisa María Alcalde y Andy López Beltrán, contrasta fuertemente con el fervor con que en el pasado se defendió a sus predecesores; la situación de Bravo Molina es la culminación de un ciclo que comenzó con el mandato de Cuauhtémoc Blanco y se ha visto empañado por escándalos de corrupción y falta de transparencia que han dejado a la militancia con un profundo descontento.

Cierto es, que el abucheo que sufrió no fue un incidente aislado; fue un clamor colectivo que evidenció la herencia problemática que dejó el exgobernador Cuauhtémoc Blanco, cuyas acusaciones de corrupción y otros actos cuestionables han erosionado la confianza en el partido;  Ulises Bravo no es más que una obra extensa de un sistema que, en lugar de transformar la vida política y social del estado, ha perpetuado las viejas prácticas de impunidad y complicidad.

El proceso de renovación de la dirigencia morenista debería ser una oportunidad para limpiar las manchas de un pasado reciente, sin embargo, parece que se avecina una decisión personal, más que un proceso democrático que refleje la voluntad de la militancia.

Es irónico que, mientras el país avanza hacia la renovación y el cambio, en Morelos la militancia se vea atrapada en un ciclo de conflictos internos y desconfianza; por lo que los tres minutos y 50 segundos que duró su intervención seguramente se sintieron como una eternidad para Ulises Bravo, quien cerró su discurso con la frase "hay Ulises Bravo para rato".

SILENCIO CÓMPLICE.- Durante la intervención de Juanita Guerra en el evento morenista dejó claro que, en la política morelense, el oportunismo y el silencio cómplice parecen ser el pan de cada día. La dos veces exdiputada federal, cobijada por el Partido Verde y con el respaldo de la alianza "Juntos sigamos haciendo historia", optó por evitar cualquier defensa de su dirigente estatal, Ulises Bravo, en un momento en que su liderazgo es cuestionado por una militancia cada vez más insatisfecha.

Guerra Mena, oriunda de Cuautla —una ciudad azotada por la inseguridad y el crimen organizado—, eligió un discurso lleno de palabras vacías y promesas de trabajo “con dignidad y respeto”, en lugar de abordar las verdaderas problemáticas que afectan a su comunidad; la falta de compromiso con la realidad de su estado es alarmante, al anunciar que defenderán a la presidenta Claudia Sheinbaum, sin especificar en qué aspectos o cómo lo harán, lo que es un claro reflejo de la desconexión que existe entre la clase política y las necesidades urgentes de la población.

El enfoque de Guerra se queda corto ante la grave crisis que enfrenta la región. No se puede hablar de "transformación" mientras la violencia y la inseguridad persisten como sombras en la vida cotidiana de los morelenses; de ahí que la retórica de la valentía y el trabajo respetuoso no puede sustituir un plan concreto para abordar estos desafíos.

Por su parte, Víctor Mercado, excoordinador de asesores en la administración anterior, también se mostró esquivo al momento de defender a Ulises Bravo; y su discurso se centró en la unidad y en un idealismo que, aunque suena atractivo, parece más una ilusión que una realidad. Mercado evoca un pasado de injusticia y saqueo, pero no ofrece soluciones claras para las realidades del presente.

Si Juanita Guerra y Víctor Mercado realmente desean contribuir a un cambio significativo, deben dejar de lado la retórica vacía y comprometerse a escuchar y abordar las demandas de su comunidad; la política no puede ser un juego de palabras; debe ser una lucha constante por la justicia, la equidad y la dignidad de todos.

¿RAÚL TADEO O CARMELO ENRIQUEZ A MORENA? Desde la llegada de la Cuarta Transformación, los vaivenes de la política morelense nos han mostrado un escenario donde las lealtades son tan flexibles como convenientes. Basta recordar que en junio de 2017, Raúl Tadeo Nava, entonces alcalde de Cuautla, hacía un llamado a la militancia del PRD para que regresara al redil, prometiendo ser una opción viable frente a un Morena que apenas comenzaba a gestarse. Hoy, siete años después, ese mismo Tadeo se perfila como uno de los candidatos más fuertes para dirigir en Morelos el partido que fundó Andrés Manuel López Obrador.

La historia se repite, pero las palabras de Raúl Tadeo son las mismas; en su intento de reivindicar un PRD que, según él, representaba las causas populares, hoy busca hacer lo mismo desde la trinchera de Morena; su narrativa se adapta a la conveniencia del momento, una constante en el juego político morelense donde la ideología se diluye ante el interés personal.

No podemos ignorar el hecho de que la actual administración, bajo la gobernadora Margarita González, ha generado un caldo de cultivo propicio para que figuras como Tadeo Nava busquen reposicionarse. Sobre todo, por su cercanía con delegados, senadores, diputados federales y locales, así como otros actores políticos del entorno morenista que muestran que su ambición no conoce límites. Empero, el dilema persiste: ¿realmente estamos viendo un liderazgo comprometido con las causas populares, o simplemente una maniobra más para perpetuar el control político en un partido que, en teoría, debería ser distinto?

Carmelo Enrique Rosado, actual Coordinador del Instituto de Investigaciones Legislativas, también ha mostrado interés en la dirigencia de Morena, manteniendo su “veladora prendida” ante la posibilidad de competir; este tipo de movimientos refuerza la idea de que, en la política de izquierda en Morelos, la lucha por el poder suele estar guiada más por intereses personales que por una verdadera convicción hacia el cambio social.

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