Los días malditos
En opinión de José María Román Román
Los hombres y en especial los políticos no aprenden de la historia o tienden a olvidarla. En estos tiempos con los acontecimientos encima, la responsabilidad por omisión de las autoridades federales por los efectos del es y deben considerarse responsabilidad criminal.
Dios quiera y no pasemos las angustias que vive España con respecto de covid-19, pero atendiendo los hechos y su desarrollo, es altamente probable que veamos en el corto plazo las consecuencias gravísimas de la omisión y de la falta de previsión y ejercicio de autoridad para proteger al pueblo de México de la terrible epidemia.
Morelos tiene su parte de obligación y responsabilidad, no cabe duda y puede decirse sin temor a errar que las culpas son mutuas. No están las autoridades estatales, lo mismo que las federales a la altura de las necesidades y de los problemas que se enfrentarán. Tardaron demasiado en reaccionar y aún a la fecha las medidas siguen siendo irresponsablemente tibias. No se adquieren ni en el gobierno estatal ni en el federal los insumos a tiempo para paliar y sobrellevar el problema no obstante que con tiempo se advirtió por la Organización Mundial de la Salud que el problema fatalmente detonaría.
Siguió Cuauhtémoc indebidamente el pésimo ejemplo de AMLO, es decir, recurría desdén ante los hechos y eso tiene un precio que es probable y desde luego jamás deseable que ninguna familia lo pague en número de muertos.
No hicieron caso ni a la lógica y ni a la congruencia y hoy según el proceso que se mira en Sudamérica, en especial en Ecuador, vemos que nos encaminamos al desarrollo de eventos que nos recordarán cuán frágil somos pero algo más, cuán estúpidos fueron y son nuestros gobernantes en cuanto a mirar las alternativas de protección a los gobernados.
Pero no tan solo sufriremos las bajas humanas no deseadas, sino que sufriremos las consecuencias económicas gravemente inevitables. Nadie en los negocios frágiles o pequeños, incluyendo los callejeros va a resistir la cuarentena que obligatoriamente nos pondrá de rodillas en nuestras casas y tendremos que recluirnos por esa terrible necesidad de sobrevivir.
Teníamos ya el problema de no combatir frontalmente a la delincuencia, hoy tenemos a la enfermedad como aliada apocalíptica que nos da el tiro de gracia. La terquedad del presidente y la opacidad del Cuauh nos dice anticipadamente los resultados. Los días malditos serán solamente la expresión mayúscula de la ineficiencia de los gobiernos y la irresponsabilidad de los ciudadanos, sobre todo aquellos incrédulos que viendo venir el problema por las noticias circulantes, las ignoraron.
Dios, para aquellos que somos creyentes nos proteja y nos ilumine, aunque es injusto pedirle a Dios por los tontos consuetudinarios, por los políticos incompetentes federales, y gubernamentales del estado. Dios no concede normalmente caprichos por lo malvados porque no podemos calificar de otra manera esa omisión peligrosa que ya expone a los Mexicano sus gobiernos y sus líderes políticos y que, si no pasa un milagro lo miramos en número de muertos.
Después, cuando toda haya pasado, todos, sociedad y gobierno debemos pagar las cuentas y créanme, serán tremendamente dolorosas, cuando pudieron ser menos si a tiempo se hubieran tomado decisiones.