La diversidad y la educación especial en la zona sur del estado de Morelos
En opinión de María del Rosario Ramos Cuevas
Difícil de describir, difícil de delimitar pero fácil de amar, la zona 04 de Educación Especial tiene su esencia entretejida con la zona centro sur y sur poniente del estado de Morelos. La encomienda de atender a la diversidad que habita en las escuelas de esta zona, no conoce de límites geográficos ni división política.
He recorrido tantas veces los caminos del sur, desde una edad llena de inexperiencia pero ávida de la misma hasta una más llena de años pero aún colmada de anhelos y sueños. He recorrido esas carreteras, esas curvas, por casi 17 años y no deja de sorprenderme lo variopinto del paisaje y su gente: Temixco y su tianguis, Xochitepec y sus deliciosos pozoles, Miacatlán, Mazatepec y Tetecala con sus hermosos y pintorescos zócalos tradicionales, Coatlán del Río con su riqueza colmada de frutas, Puente de Ixtla y su cecina, Amacuzac y sus ríos. En las venas de la zona corre una riqueza natural, cultural y llena de diversidad, con al menos dos pueblos indígenas: Xoxocotla y Coatetelco (reconocidos recientemente como municipios indígenas).
En estos tiempos, casi distópicos, de confinamiento, recreo en mi mente los recorridos desde la primer escuela de Temixco hasta la más lejana de Coatlán del Río o Amacuzac; porque no hay un camino directo, no hay un camino derecho, siempre la senda que me lleva tiene bifurcaciones. Así es también la diversidad de alumnos que nutren las escuelas, hoy vacías, pero que en tiempos mejores las colman de alegría, de color, de risas, de gritos, de creencias, de experiencias, de explicaciones asombrosas de la vida y sus fenómenos. Esta zona de educación especial sin fronteras ni barreras, a través de los 14 servicios que la conforman (10 Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular y 4 Centros de Atención Múltiple), brinda atención a 43 escuelas de educación básica para favorecer la inclusión de aproximadamente 767 alumnos con discapacidad, aptitudes sobresalientes, trastornos del desarrollo, problemas severos de aprendizaje o comunicación, por mencionar algunos porque no quiero empantanarme en datos estadísticos.
Hoy quiero detenerme en los 110 docentes que integran el alma de la zona, sin ellos sólo sería una clave de un centro de trabajo más. La gama cromática en la paleta docente también es incontable, con matices, con combinaciones, blancos, negros y colores. Pero todos ellos, de una u otra manera, con más o menos recursos, se han afanado en lo que yo llamaría una doble revolución copernicana, es decir, no sólo han colocado al centro a la escuela sino que en estas nuevas condiciones impuestas por el COVID 19, han ubicado en el centro del sistema a los niños y sus familias y han hecho girar en torno a ellos los recursos de los que disponen. Reconociendo además que los niños y sus familias son el centro de un sistema sujeto a movimiento. Hoy no quiero hacer una reseña de experiencias exitosas o actividades realizadas durante la pandemia, hoy quiero decir que la zona es imperfecta, si no lo fuera sería impensable el cambio. Es una zona que se deconstruye y reconstruye constantemente, es una zona que vibra con la idea de ser docente de educación especial, es una zona en la que quiero estar mientras haya quien al respecto escriba así “Educación Especial me ha dado más de lo que he podido dar, le quedo debiendo…” (Olivia Alonso Beltrán, CAM #22 y USAER #41, “Café, literatura y discapacidad” actividad realizada en el marco del XLI Aniversario de Educación Especial en el Estado de Morelos).