La calidad de la democracia sustantiva en México

En opinión de Hertino Avilés

La calidad de la democracia sustantiva en México

En México, pasar del régimen autoritario a la democracia, ha sido un proceso lento y revestido de obstáculos. Tal como lo refiere Mauricio Merino[1], que lo ocurrido en México no fue una transición “pactada”, sino una transición “votada”, en donde el pueblo, a través de su participación en el sufragio, impulsó la competitividad de los partidos políticos de manera progresiva.

Ahora bien, podríamos decir entonces que nos encontramos ante un sistema político que recién ha comenzado a desarrollarse, con el objetivo de alcanzar un óptimo desempeño, en aras de una mayor calidad democrática, la cual comprende una bifurcación en su concepción: la democracia procedimental y la democracia sustantiva. Mikel Barreda, nos dice que: “La democracia no solo implica ciertos procedimientos para seleccionar y controlar el poder político, sino también objetivos y resultados que se pretendan alcanzar, tales como el desarrollo económico, como la justicia social e igualdad”[2]. Es decir, la democracia no solo debe ser comprendida como un régimen político, sino como un conjunto de ideales que se persiguen y que se convierten en la razón de ser del propio sistema democrático. Sin aquellos objetivos, la democracia en sí misma, pierde sentido. La cuestión es ¿México se encuentra con una democracia sustancial de calidad?

Respondiendo a la pregunta anterior, hoy en día la democracia sustancial dista mucho ser de calidad. Pese a que existen en la actualidad, organismos especializados que proveen de diversos medios de impugnación tendientes a proteger los derechos político-electorales de la ciudadanía, y que se traducen como formas idóneas para robustecer la democracia en México; también es verdad, que aunque existiese la plena seguridad que el proceso electoral carezca de fraudes, es el hartazgo social, inconforme con los resultados de gobierno en cada sexenio, lo que merma la participación ciudadana. Si no existe una respuesta a las necesidades de los gobernados ¿Cuál es la función de su voto?

Aunado a ello, la desconfianza en los políticos va generando nuevas aperturas de participación  a aspirantes a cargos de representación con un perfil diverso, es decir, de ciudadanos que no han realizado carrera política, que habían permanecido, hasta ese momento, ajenos a las contiendas electorales para postularse como candidatos. Ejemplificando lo acontecido en el Estado de Morelos, donde en las elecciones de 2015 para alcalde de Cuernavaca, el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco resultó ganador, aunque este, solo contara con la escolaridad en primaria. El rechazo al resto de los candidatos, propició que los ‎cuernavacenses le restaran importancia al grado académico; así mismo y yéndonos un poco más lejos, cito lo  ocurrido en la contienda electoral para Presidente de los Estados Unidos de América (EE.UU), donde el empresario Donald Trump derrotó a su adversaria Hilary Clinton, pese a que esta última tuviera una carrera amplia en la política norteamericana. Cito también, las elecciones de Italia,  las cuales fungieron como una expresión anti-sistema, al elegir como Primer Ministro a Luigi Di Maio de 31 años de edad. El candidato electo más joven en la historia de ese país, aun cuando Di Maio no cuenta con un título universitario y carece de una carrera política larga.

Estos ejemplos un tanto distantes, sugieren que la población en diversos lugares del mundo, están en busca de nuevas alternativas, cansados de los intereses de las élites y el dominio de estas en los ámbitos de gobierno. Lo que supone el origen a candidatos “populistas”.

Las exigencias de estudios académicos comienzan a disminuir para los votantes; se vuelve más importante el hecho, de que un candidato sea carismático y se acompañe de un discurso optimista, el cual sugiera romper de tajo el sistema, que según refieren, es el principal problema social.

Bajo esa tesitura, el llamado del electorado a nuevas opciones y a la necesidad imperiosa de desechar las políticas públicas que no han funcionado; desencadena la inclinación de la población por partidos que ostenten una ideología socialista, mismos que prometen una nueva estructura económica en donde la mayoría de las veces, estos reajustes, terminan fracasando e incluso llevando a  los países a grandes crisis. Pues se tratan, en su mayoría,  de candidatos que no tienen experiencia gobernando, ni cuentan con los conocimientos suficientes para dirigir la economía de un país, ni de relacionarse con otros mandatarios a nivel mundial, limitando así, los alcances al mercado internacional.

La  existencia de una pluralidad partidista es el primer paso a la democracia, hoy en día ver que existen dos candidatos independientes a la presidencia de México, habla de esa apertura general a la participación política del país; sin embargo, la aparición fugaz de partidos políticos, que pierden su registro por falta de recepción de votos, es preocupante.

Cuando la participación ciudadana es constante en la emisión de votos, es el ideal de la democracia procedimental, pero que estos sean cada vez más conscientes, expresando la voluntad personal del votante es el ideal de la democracia sustantiva.

En el mejor de los panoramas, si el candidato de nuestra preferencia resulta electo, la democracia no terminará ahí, es nuestro trabajo exigirle a nuestro gobernante que procure nuestra seguridad y nuestro patrimonio, según los alcances de este. Que promueva sus propuestas de campaña, que aplique las leyes y la justicia social. Y con todo aquello que le es obligado como líder nacional por bien común.

 

 

[1] Merino Mauricio, “La transición votada: Crítica a la interpretación del cambio político en México”,Ed. Fondo de Cultura Económica, 2014, p.17.

[2] Barreda Mikel, “La calidad de la democracia: un análisis comprado de  América Latina”, 2011, p. 268.