Juego de Manos - El segundo piso
En opinión de Diego Pacheco
La estrategia de comunicación del partido en el poder es interesante y vale la pena analizarla, en la antesala del llamado “segundo piso de la Cuarta Transformación”. Desde los llamados al voto hasta los mensajes de gobierno, la comunicación política morenista ha tenido aciertos importantes.
En primer lugar, el mesianismo adjudicado al casi expresidente López Obrador, bajo la bandera del combate a la corrupción y el cambio de régimen, dio pie a que este movimiento, convertido en partido, mantuviera la esencia de lucha por el cambio al llegar al poder. También, la insistencia en el combate a la corrupción, encabezado por el presidente, fue una de las piedras angulares para que, desde el partido y con el apoyo presidencial, se pudiera purificar a figuras externas —algunas tachadas de corruptas en momentos anteriores— cuando dieron el salto hacia Morena.
Y es que, a diferencia de otros sexenios, la administración del presidente saliente se caracterizó por parecer una campaña política permanente, aún después de haber triunfado en los comicios. La comunicación política fue uno de los ejes centrales para la gobernabilidad en estos 6 años, y el presidente de la República fue el personaje principal de esta narrativa. Ojo, esta diferencia con otros gobernantes no lo hace mejor o peor, pues parte del estilo personal de gobernar del mandatario federal, pero sí fue una estrategia efectiva para este periodo.
También, es interesante entender el concepto del “pueblo” dentro de la narrativa cuatroteísta, y como la fluidez del término le permitió adaptarse a los diferentes contextos desde los que se le utilizó. Pues, si bien en un primer momento el pueblo se pudo entender como la estructura partidista o, en algunos casos, como la ciudadanía de a pie; el pueblo fue siempre utilizado para definir a sectores con características particulares: la simpatía con el proyecto del presidente, o el resentimiento hacia las administraciones anteriores. Así, el pueblo pudo haber sido los habitantes de municipios marginados, o los trabajadores sin garantías laborales, o el estudiantado, o, inclusive, la clase media. Así, los discursos encontraban su público en diferentes sectores sociales.
Por otro lado, es importante observar como la narrativa guinda habla de la trascendencia a través de sexenios, a la par que pone sobre la mesa una meta que, hasta ahora, se plantea como alcanzable siempre y cuando Morena y sus aliados sean los protagonistas de dicha historia. El plan C, luego del fallo de los planes A y B; la Cuarta Trasformación, como el siguiente capítulo trascendente en la historia de México y; ahora, el segundo piso de la Cuarta Transformación, como la continuación del proyecto de nación iniciado por Andrés Manuel López Obrador.
La narrativa planteada por el partido en el poder supone siempre la necesidad de dar continuidad al proyecto. Ahí estuvo la importancia del cierre de filas (voluntario o a la fuerza) con la casi presidenta Claudia Sheinbaum, así como el llamado al voto por las y los candidatos a legisladores de Morena y sus aliados.
Este discurso es efectivo, primero, por su simpleza. No es necesario explicar el poder de una mayoría calificada en el Congreso de la Unión, ni los alcances del Poder Legislativo; tampoco es imperativo dar a conocer a profundidad el plan de gobierno, ni las diferentes estrategias a partir de las cuales se busca combatir las problemáticas del país; basta con señalar que este proyecto de nación busca hacer un cambio profundo en la manera de hacer las cosas, ello, desde una perspectiva humanista pro-pueblo.
Entonces, ¿por qué funciona el discurso morenista? Es una narrativa simple, plantea objetivos claros (alineados con las aspiraciones de una parte importante de la población) y una trascendencia. Como consecuencia, se replica de manera orgánica por las bases, que, a su vez, no encuentran retos para replicar estos mensajes con sus círculos. Y, claro, la ausencia de una oposición coordinada, con discursos contundentes y efectivos, es otro factor para considerar, pero esa es historia para otra columna.
Legados
La imagen y expectativas que deja el presidente de la República para su sucesora y para el nuevo capítulo de la 4T, conlleva retos importantes para quienes están próximos a tomar las riendas del proyecto y del país. El primer desafío para la presidenta entrante será el de tomar el liderazgo del proyecto, es decir, de la administración pública y del partido, para poder asegurar un gobierno efectivo.
El presidente deja una marca difícil de cubrir, pero esa no debe de ser la misión. Las personalidades y visiones de López Obrador y Claudia Sheinbaum son distintas, por lo que sería un error de la doctora buscar llenar unos zapatos que no le van. La tirada debe ser sustituir esta imagen con la propia, con dinámicas, mensajes y acciones que vayan acorde a su visión de gobierno.
Un punto importante: en el Congreso Nacional de Morena del pasado 22 de septiembre el partido guinda renovó su dirigencia nacional, con la particularidad de que sus integrantes no superan los 40 años de edad. De esa manera, se da paso a nuevas visiones y perspectivas acorde con los tiempos que vivimos. Este relevo es necesario para mantener la vigencia y relevancia de los partidos políticos, es importante que esta dinámica se replique en el resto de las instituciones políticas en el país.
No obstante, existe un personaje que llamó la atención: Andrés Manuel López Beltrán, hijo de Andrés Manuel López Obrador, fue designado como el Secretario de Organización del partido. Figura que muchas personas visualizan como el posible sucesor de la presidenta Claudia Sheinbaum en el 2030 (ello, sin que Sheinbaum haya asumido aún el cargo).
Si bien el lopezobradorismo fue la base del partido y el soporte para las acciones y los mensajes durante estos 6 años, sería un error considerar que el poder se hereda. La presidenta entrante no debe subordinarse al presidente saliente, sino actuar conforme a su propia figura.
Por cierto
En Estados Unidos ya existen empresas que crean productos escolares diseñados para actuar en caso de un tiroteo escolar. Desde sudaderas y pizarrones a prueba de balas, hasta refugios de 60 mil dólares; el presente distópico de los centros de estudio al norte de la frontera es desalentador.
Una realidad surreal: