Escala de Grises - Ni una más
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado 22 de agosto, los cuerpos de dos mujeres fueron encontrados sin vida. Una mujer de, aproximadamente, 30 años, con huellas de violencia y semidesnuda fue hallada por la Policía de Morelos en las inmediaciones del Paso Exprés. La segunda víctima fue hallada en el kilómetro 1 de la autopista La Pera-Cuautla, el cuerpo de una mujer envuelto en tres bolsas negras fue localizado tras un reporte en el que se avisaba de “un bulto sospechoso”.
Después de tales acontecimientos, organizaciones no gubernamentales han exigido al gobierno de Morelos que se reconozcan y reporten todos los feminicidios ocurridos en la entidad. Según organizaciones civiles, los asesinatos de mujeres —en lo que va del año— rebasan los 75; sin embargo, la Fiscalía General del Estado ha reportado una cifra mucho menor.
Susana Díaz, directora de la organización civil Digna Ochoa, además de dirigirse al gobierno de Blanco Bravo, ha extendido su exigencia a la directora del Instituto de la Mujer, Flor León, y al secretario de gobierno, Pablo Ojeda: “Lo que se niega no se reconoce y no se ataca”; por lo tanto, sirve de muy poco maquillar las cifras.
A pesar de la máscara que intentan ponerles a los datos, la cifra reportada en lo que va del año, también es alarmante; ya que representa un incremento de más del 100% comparado con el mismo periodo del año pasado en el estado (15 feminicidios).
Durante los primeros siete meses del presente año, un total de 2 mil 173 mujeres fueron asesinadas; lo que, en promedio, equivale a 10.2 mujeres asesinadas por día en el país. El año pasado, la cifra registrada durante el mismo periodo era de 9.8 mujeres.
El total contempla a las víctimas de feminicidios (563, según los reportes de Fiscalías y Procuradurías) y a las víctimas de homicidios dolosos (610). Sin embargo, según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, esos más de 600 casos no son investigados bajo el protocolo de feminicidio.
¿Qué quiere decir esto? Que no se investiga el crimen como un acto de violencia hacia las víctimas por el simple hecho de ser mujeres. “Homicidio doloso”, “crimen pasional”, “violencia doméstica” y otros nombres son utilizados para referirse al asesinato de mujeres; sin embargo, estas formas de descripción sólo esconden al agresor y, de cierto modo, también a las víctimas. El lenguaje nunca es inocente.
Imagínese usted si todos los casos se observaran bajo el protocolo de feminicidio o con tantita perspectiva de género como lo marcan la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). ¿Cuántos feminicidios creen que se contarían, tan solo de enero a julio?
México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos para ser mujer. Lo mencioné en la Escala pasada: la violencia de género está en todas partes. No se vislumbra únicamente en los feminicidios, que son la expresión más grave; está inmersa en nuestra cotidianidad y, mientras no alcancemos a comprender eso, no se podrá hacer nada al respecto.
¿Por qué? Porque la violencia de género es estructural y no involucra nada más a las mujeres asesinadas o abusadas sexualmente, tampoco es algo que sufran “solo las mujeres adultas”. La violencia incluye a las niñas y mujeres de todas las edades a lo largo y ancho del país. No pasa nada más en Ciudad Juárez ni en el Estado de México. Está en Morelos, en Veracruz, en la Ciudad de México y en los 27 estados restantes de la República.
En México asesinan a 10 mujeres al día. Parecería poco, ¿no? “Podrían ser más”, “solo aumentó un punto”, dirá alguien por ahí; pero el objetivo no es ese. No se trata de pensar que “podríamos estar peor”, sino darnos cuenta de que, aunque sólo fuera una mujer asesinada al día, la pérdida sería inmensa.
Reducir lo que sucede todos los días a nuestro alrededor es un acto de ceguera selectiva. 14 periodistas asesinados en lo que va del año. 3 violaciones por parte de policías denunciadas en los últimos meses. 10 mujeres asesinadas todos los días. Las vidas se reducen a cifras y, al parecer, las cifras no duelen tanto.
Ojalá que el gobierno, en lugar de deslegitimar protestas, esté planeando estrategias válidas para erradicar la violencia de género en todos sus niveles. Ojalá todas y todos abramos los ojos y seamos conscientes del grado de responsabilidad que tenemos dentro de este círculo (que, a veces, parece inquebrantable). Ojalá, en vez de aumentar una a la lista de asesinadas todos los días, pronto podamos decir que no hay ni una mujer más víctima de la violencia de género.
Mujer periodista
El 21 de agosto, circuló un video en el que la periodista Mitzi Torres Quintero denunciaba a elementos pertenecientes a la Policía Municipal de Morelia. La reportera michoacana, después de ser víctima de un intento de violación, realizó una llamada a los números de emergencia para solicitar ayuda.
Los policías arribaron al lugar en el que se encontraba Torres Quintero y, lejos de cumplir con su trabajo, la detuvieron. Tras subirla a la patrulla y enterarse de su profesión, los uniformados empezaron a agredirla física y psicológicamente. Cuestionaron la vestimenta de la periodista y le dijeron que, aunque se sintiera “muy influyente”, su profesión no le iba a servir de nada.
“Se me trató con mucha saña. No tuve derecho a una audiencia inmediata, el médico no quiso legitimar que tenía lesiones visibles”, relata Mitzi en el video. Aunado a esto, cuando la juez cívica escuchó su declaración, negó que tuviera golpes; a pesar de las visibles marcas en su rostro.
Lo ocurrido el 20 de agosto en Morelia es una muestra clara de los mayores problemas que enfrenta el país: el peligro de ser mujer, el peligro de ser periodista y la poca capacitación con perspectiva de género en el proceso de denuncias.
Esta ocasión, el caso fue visible debido al alcance que tuvo la declaración virtual de la periodista y las autoridades responsables han declarado la apertura de una investigación al respecto; empero, hay otros miles de casos similares que se quedan traspapelados o archivados en un cajón que ya nadie más abre.
Parece que los métodos de la presente administración no están funcionando de la mejor manera. Últimamente a Policía (como figura) ha estado involucrada del lado contrario de la historia y eso da mucho en qué pensar. ¿Cómo será su capacitación, entonces? ¿Será que “el cambio” es nada más en la superficie?
Los atentados a la libertad de expresión y la forma en la que se percibe al periodismo en el país tampoco deben pasar desapercibidos, no son normales y no deberían ser “gajes del oficio”. No me cansaré de repetir que un Estado que no protege a sus periodistas, no puede proteger a nadie. Darle voz a la verdad y luz a otras historias no debería ser objeto de amenazas y violencia, la prensa libre debería ser una rigurosa necesidad.
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