Escala de Grises - El arte de la congruencia
En opinión de Arendy Ávalos
En octubre del veinte veinte fue retirada la estatua de Cristóbal Colón que se ubicaba en avenida Paseo de la Reforma, supuestamente por trabajos de restauración. Sin embargo, parece que las razones iban mucho más allá de un baño de pintura. En ese mismo año, meses antes, un grupo de personas comenzó a solicitar que la estatua se removiera por ser un homenaje al colonialismo.
Tras casi un año de meticulosas reparaciones, el gobierno de la Ciudad de México anunció que la estatua cambiará de residencia y se mudará al Parque Las Américas, en la colonia Narvarte, donde el colonialismo no es un problema. Del mismo modo, se dio a conocer que en el lugar donde se encontraba el español, se colocará la escultura de una mujer indígena. Así, en singular.
De acuerdo con Claudia Sheinbaum, ese es el mejor homenaje que se puede realizar a las mujeres indígenas (ahora sí, en plural) en el marco del Día Internacional de la Mujer Indígena, efeméride celebrada el 5 de septiembre. La intención, de acuerdo con el discurso, es destacar la importancia y las contribuciones de los pueblos originarios en México.
En reconocimiento a las mujeres indígenas del país, “porque a ellas nos debemos y por ellas estamos”, en palabras de Claudia Sheinbaum, el colonizador será sustituido por la efigie de una mujer indígena. Hasta ahí usted podría pensar que todo va muy bien y yo podría decirle que hay algunos detalles que deben solucionarse, pero nada fuera de lo común. Sin embargo, la situación se vuelve un poco más complicada. Sigamos.
En el plan original, el proyecto en cuestión estaba a cargo de Pedro Reyes, un escultor y artista que no se identifica como indígena, pues es blanco y mestizo, de acuerdo con la descripción que se hizo de él. Debido a estas características, un comité conformado por mujeres indígenas ha solicitado a la jefa de Gobierno de la CDMX que entre en razón y considere a una mujer escultora perteneciente a algún pueblo originario como responsable de un trabajo tan importante.
Desde escritoras e historiadoras hasta artistas, cientos de mujeres han firmado una demanda en donde tachan de inadmisible que un hombre blanco sea elegido para representar a una mujer indígena bajo una perspectiva sesgada no solo por su género, sino también por su cosmovisión y la forma en la que se ha apropiado del mundo.
“Es que están en contra de los hombres”, podría argumentar alguien para defender a sus compañeros (siempre y cuando sean blancos, heterosexuales y de cierto nivel socioeconómico, claro), pero las razones son mucho más complicadas que el “ni feminismo ni hombrismo, humanismo”. Me explico.
Empecemos con el singular que señalé en párrafos anteriores. Hablar sobre “la mujer indígena” implica una idea abstracta sobre una sola mujer que cuenta con ciertas características inherentes como parte del discurso: el color de la tez, la estatura, el lugar de origen, la profesión o el oficio, la vestimenta y todos los elementos que construyen el estereotipo que se ha buscado erradicar.
Referirnos a “la mujer indígena” es invisibilizar y dejar a un lado a todas aquellas mujeres que pertenecen a los pueblos originarios, pero que no son tomadas en cuenta por no entrar en la cajita que la sociedad (eurocentrista) ha diseñado para ellas. Pretender rendirles homenaje no es tan sencillo como hacerles una escultura que no las va a representar, aunque esa sea la intención principal.
Ahora, por otra parte, el hecho de recolocar la escultura de Cristóbal Colón no representa muchos cambios más allá de la superficie. Los libros de educación pública seguirán pintándolo como el hombre que “descubrió América” con ayuda de la monarquía española y que estableció [de manera amable] nuevas rutas de comercio.
El saqueo a los pueblos indígenas, la extracción de riquezas, las violaciones y los asesinatos no entran en los párrafos dedicados a la travesía en la Niña, la Pinta y la Santa María. Quitarlo del paseo de las esculturas para mantenerlo seguro en una colonia de la alcaldía más privilegiada de la Ciudad de México tampoco es como que represente una transformación estructural, ¿o sí?
Los cambios significativos a nivel sistemático podrían ser la no discriminación a las personas pertenecientes a algún pueblo indígena, la permanencia de las lenguas originarias y las más de 300 variantes lingüísticas, empleos y condiciones de vida digna, dejar de destruir sus hogares, dejar de emitir comentarios clasistas y racistas… La lista puede seguir.
Ojo, aquí nadie busca negar el pasado histórico ni borrarlo del mapa. Lo que se critica es la permanencia de los discursos que veneran a personajes históricos para formar una identidad nacional basada en más de una mentira y perpetrar los mismos errores que nos han mantenido en el mismo lugar (como elegir a un hombre blanco porque es quien podrá representar mejor a “LA mujer indígena”). El homenaje más atinado para las mujeres indígenas y las personas que pertenecen a los pueblos originarios sería la garantía de sus derechos humanos, se me ocurre.
Dejemos de comprar el mito del mestizaje bajo la idea romántica de que todo se pidió por favor, que las relaciones fueron consensuadas y que nuestra sangre es una mezcla gloriosa. Como parte de nuestra Historia (con mayúscula) consideremos las violaciones masivas de las que fueron víctimas las mujeres negras y las mujeres indígenas; consideremos el cuerpo de las mujeres como sitio de conquista.
Hagamos a un lado el mestizaje como parte de una identificación del territorio, como un sentido de pertenencia y como pretexto para la unidad nacional y trabajemos de manera significativa para visibilizar la jerarquización, estratificación y opresión de las que las personas indígenas son víctimas.
De muy poco sirve pretender cambiar las esculturas de lugar, mover los muebles, pintar las paredes y solicitar nuevas obras de arte en un país con grietas que solo se hacen más profundas con el paso de los años. Claro que la forma es importante; sin embargo, en el arte de la congruencia, parece que el fondo es lo que tiene más valor (por eso cuesta tanto trabajo).
Este texto fue escrito por una mujer blanca, heterosexual y privilegiada
@Arendy_Avalos