Escala de Grises - Dilema judicial

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Dilema judicial

Después de que la reforma al poder Judicial se hiciera realidad, el domingo 1 de junio, México experimentará un episodio histórico (para bien o para mal) con la primera votación popular de jueces, magistrados y ministros; sumando 881 cargos federales y dos mil 800 estatales.

Lo que para algunas personas es una brisa de esperanza en la conformación del sistema, para otras representa un peligro absoluto para el país. La incertidumbre, en ambos casos, es constante. ¿Cómo se conforma el sistema? ¿Cómo será su funcionamiento, a partir de la reforma? ¿Quiénes tendrán la posibilidad de acceder al poder y de ejercerlo?

Más allá de la romantización de la democracia y de las instituciones que la salvaguardan –como pueden, con lo que tienen– nos enfrentamos a la sentencia de que cada voto importa, cada voto cuenta. No sólo para [des]legitimar una elección, sino también para evitar que gane la opción menos terrible de la lista. El eterno dilema.

Y es aquí donde se requiere compromiso por parte de la ciudadanía y no sólo apatía. Es fundamental que nos tomemos un momento para decidir nuestra postura ante las elecciones, pero es mucho más importante que invirtamos el tiempo suficiente en informarnos para que, en caso de participar, lo hagamos de manera consciente. No todo podemos dejarlo en manos del azar.

Un voto informado, alejado de filias y fobias, es la mejor alternativa a la que podemos aspirar para que realmente se representen los intereses de la ciudadanía, no de un partido, mucho menos de una persona. Ahora, veamos el panorama con objetividad. Reorganizar un sistema entero, con nuevas figuras y nuevos proyectos implicará una inversión significativa de recursos, incluído el tiempo.

A pesar de que el argumento para impulsar la votación se centra en que la legitimidad de la reforma se da automáticamente por estar en la Constitución, es indispensable que entendamos que no es así de simple. Tampoco está determinada únicamente por lo que ocurrirá en las urnas. Hay que enfocar la mirada en lo que pasará después.

¿Cómo se (re)construirá el sistema entero? ¿Cuáles serán los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que se implementarán? ¿Cómo se capacitará a las personas seleccionadas para que puedan desempeñar su trabajo correctamente? ¿Cuáles serán los criterios de evaluación? ¿Cuáles serán las consecuencias, en caso de no responder con eficiencia?

Hay personas que no tienen suficientemente claro cómo votar, mucho menos cómo se elegirá a las personas ganadoras. A pesar de los millones de pesos que se han invertido para organizar y promocionar la elección desde distintos frentes, la apatía, el desinterés y la desconfianza en el proceso por una parte significativa de la población parecen ser las únicas constantes. 

Ahora, también hay que reconocer que los lineamientos que obligan a las personas candidatas a repartir volantes casa por casa o en espacios públicos, dar a conocer su experiencia en plataformas digitales o en pequeñas concentraciones ha dificultado significativamente que se conozcan las propuestas con la profundidad suficiente para emitir una opinión, ni hablemos de votar con plena consciencia de la respuesta.

¿Cuál es la manera correcta de emitir el voto? Seis boletas, códigos, colores y la posibilidad de hacer hasta nueve votos en una sola boleta son las complicaciones que se suman a este proceso que tiene más posibilidades de ser caótico que eficiente. ¿Esta es realmente la opción para que el poder Judicial sea cercano a la ciudadanía?

Sin embargo, no podemos permitir que la democracia siga respondiendo a intereses particulares cuando tenemos tanto para exigir a nivel nacional, cuando las probabilidades de perjudicar[nos] son tan altas. Sin vigilancia, sin exigencia y sin límites, no habrá reforma suficiente para reparar los daños a una estructura judicial ya fracturada.

Sea cual sea su decisión este 1 de junio, la única opción que compartimos es exigir un sistema de justicia que esté a la altura de las necesidades del país. Se precisan con urgencia acciones que se acerquen a la realidad, que dejen de ser sólo un simulacro de todo lo que no se puede solucionar.

Salir a ejercer el voto no es un derecho, también es una responsabilidad, pero sobre todo una oportunidad de hacer conciencia, de involucrarnos unos minutos en la toma de decisiones, de plantearnos otras posibilidades, más allá de las que nos imponen los partidos o los grupos que están en la esfera más alta del poder.

 

¿Votar o no votar?

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