Escala de Grises - Cada quien su temblor
En opinión de Arendy Ávalos
Nota de la autora: En septiembre de 2016, la escritora mexicana Ángeles Mastretta publicó un artículo titulado “Cada quien su temblor y su memoria” en la revista Nexos. En escasos párrafos, la autora narraba un poco su experiencia durante el sismo del 19 de septiembre de 1985.
El primero de octubre, en el mismo espacio, Mastretta publicó “Dioses indivisos” y contó su experiencia respecto al sismo ocurrido el 11 de septiembre en Oaxaca. La frase final de ese texto era la misma que le da título a esta columna, pues resuena en la mente de quien le escribe estas líneas desde entonces.
Simulacro debería ser plural
El pasado 21 de junio se llevó a cabo un simulacro a nivel nacional con la intención de concientizar a la población mexicana respecto a las acciones que debe tomar en caso de sismo. En la Ciudad de México, por ejemplo, se emitió una alerta que se escuchó en muy pocos lugares de manera ideal, situación que se ha replicado en los sismos más recientes.
El Estado de México, Michoacán, Puebla, Tlaxcala, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Morelos también formaron parte del primer simulacro de estas características en 2021. Así es, en un país con actividad sísmica constante, el primer simulacro nacional se realizó pasados seis meses del presente año.
Después de sismos históricos que afectaron a diferentes generaciones, los gobiernos decidieron que igual y el tema no era tan urgente, entonces podía posponerse sin ningún problema. A ver, es cierto que estamos atravesando por una crisis sanitaria a nivel internacional y que, especialmente en México, la pandemia por Covid-19 ha afectado a gran parte de la población de manera significativa.
Sin embargo, resulta un poco iluso pensar que una tragedia no puede combinarse con otra [toque madera]. De acuerdo con el imaginario colectivo en el país, las personas de todas las edades deberíamos saber comportarnos ante el movimiento de las placas tectónicas, pero es que el mantra “no corro, no grito, no empujo” resulta un tanto ambiguo cuando la tierra se tambalea.
El simulacro nacional no debería ser parte de una conmemoración por lo sucedido en 1985 y en 2017. Los simulacros [en plural] deberían realizarse constantemente en los hospitales, las oficinas, las escuelas, las fábricas, las casas, los restaurantes y cualquier otro inmueble que pueda ocurrírsele no solo para recordar a las víctimas, sino también para que la rutina nos proporcione seguridad.
El ejemplo perfecto de esto ocurrió el 19 de septiembre de 2017. Apenas un par de horas después del simulacro debimos aplicar lo establecido por las brigadas encargadas de decirnos qué áreas eran seguras dependiendo de nuestra ubicación, el protocolo para quienes se encontraban en un segundo o tercer piso y las salidas de emergencia, entre otras cosas que miles de personas no hubieran identificado de no haber sido por el ritual de cada año.
Si usted forma parte del grupo de personas que sigue trabajando desde casa, ¿sabe cuáles son las acciones que debe seguir para estar a salvo? ¿Conoce el protocolo establecido en su lugar de trabajo? ¿Sabe qué hacer si al momento del simulacro o del sismo se encuentra a bordo de algún vehículo?
¿Cómo se puede ayudar a una persona con alguna discapacidad? ¿Qué hacer si alguna persona presenta un ataque de pánico? ¿Cuál es el protocolo que debemos seguir durante esta crisis sanitaria? ¿Qué debemos hacer si tenemos mascotas? ¿Ya estableció un punto de encuentro con sus personas cercanas por si la señal de teléfono o internet se interrumpe? ¿Ya tiene establecidos sus contactos de emergencia?
Estas, las situaciones cotidianas, son la razón por la que los simulacros deben tomarse en serio. La cultura de la prevención no debería ser tomada como minutos menos de clase o una pérdida de tiempo en la chamba. Los simulacros deberían aprovecharse para ser más conscientes sobre la responsabilidad que tenemos no solo de cuidar nuestra integridad, sino de no dañar la de otras personas.
Disculpe usted si parece que este espacio fue tomado por personal de protección civil, pero me resulta impresionante que, después de dos de las tragedias más grandes a nivel nacional, se opte por repetir los mismos errores una y otra vez. Claro que esta acción colectiva debe complementarse con la preparación de la llamada mochila de vida y con la organización de lo que ocurre en nuestros círculos más cercanos.
Por supuesto que todo debe estar respaldado por las instituciones y por los gobiernos locales, estatales y federales; pero que no se nos olvide que todas las personas podemos hacer algo al respecto. Tomémonos estas medidas en serio. Seamos conscientes del impacto que puede tener el “simple” hecho de saber que podemos hacer mucho más que evitar correr, empujar y gritar.
Ahora, nadie dijo que fuera fácil. El simple hecho de escuchar el sonido de la alerta sísmica es detonante para una serie de sentimientos o pensamientos que se manifiestan de diferente manera. En el caso de quienes vivimos en la Ciudad de México, en Puebla, en Morelos, en Oaxaca, en Chiapas y en cualquiera de los estados afectados por los sismos, la palabra temblor es sinónimo de un nudo en la garganta.
No necesita ser 19 de septiembre para honrar la memoria de las víctimas o de las personas heridas durante estas tragedias, no necesitamos una fecha conmemorativa para comenzar a conocer el significado de la palabra responsabilidad. La experiencia de un sismo es diferente para todas las personas y, aunque cada quien su temblor, no hay pretextos para que se nos derrumbe la empatía.
Posdata
Recuerde que si usted o alguna persona presenta algún signo de ansiedad después de un sismo, como consecuencia del miedo o la adrenalina, lo más importante es que concentre toda su atención en recuperar el aliento. Las respiraciones profundas ayudarán a disminuir el ritmo cardíaco y suelen ser una gran estrategia para disminuir la sensación de peligro y tensión.
Salida de emergencia:
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