Escala de Grises - Apretón de manos
En opinión de Arendy Ávalos
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El 20 de enero, Donald Trump, siguiendo el ejemplo de George W. Bush en 2001, puso sobre la mesa sus intenciones de catalogar a los cárteles mexicanos y las pandillas sudamericanas como organizaciones terroristas internacionales. El 20 de febrero, este decreto se volvió realidad.
La orden fue firmada por el presidente de Estados Unidos y dada a conocer en el diario oficial. Este nuevo estatus considera el Cártel de Sinaloa, el Jalisco Nueva Generación, el del Noroeste, el del Golfo, los Cárteles Unidos y la Nueva Familia Michoacana. Aunado a esto, también está la banda venezolana Tren de Aragua y la Mara Salvatrucha.
La razón oficial es que estas organizaciones representan un alto riesgo no sólo para la seguridad de la ciudadanía, sino también afectan la economía y la política exterior de Estados Unidos.
A pesar de que esta no es la primera ocasión en la que se señala a los cárteles y las pandillas como responsables de la inseguridad y la violencia, el decreto impulsado por Donald Trump tiene consecuencias significativas tanto en Estados Unidos como en México y Venezuela.
Y es que, en un pretexto para “combatir” a los grupos terroristas, el gobierno de Estados Unidos puede hacer uso de una fuerza extrema, afectando la soberanía de las naciones involucradas. Lo que, a su vez, daría paso a una serie de conflictos geopolíticos que terminarían por afectar al continente entero.
Como si esa situación no fuera suficientemente tensa para la relación entre el gobierno de Trump y el de México, el panorama se agrava cuando consideramos la crisis migratoria y de salud pública de la que el estadounidense también responsabiliza a nuestro país. Por supuesto, el gobierno de Claudia Sheinbaum asegura que responderá a cada una de las medidas impuestas por Donald Trump con el mismo impacto.
En una relación tóxica, donde queda clara la dependencia, ambas figuras presidenciales han caído en un “tú me haces, yo te hago” del que se requiere mucho más que un apretón de manos para poder salir. Respecto al tema, Claudia Sheinbaum aseguró que la cordialidad existirá mientras se respete la soberanía nacional.
¿Pero cuál cordialidad? Si consideramos únicamente ejes como la seguridad y economía, la cooperación entre ambos países (sin considerar ningún otro) podría verse profundamente afectada. ¿Entonces cuál es el punto? ¿Demostrar que una nación tiene más poder que otra? ¿Terminar por romper la poca sintonía que existe entre ambos gabinetes?
El panorama es incierto. En el peor de los escenarios, la relación bilateral (o incluso con Canadá) podría deteriorarse hasta llegar a una suspensión de acuerdos, lo que terminaría por arruinar el propósito de garantizar mayor seguridad, en primer lugar. Sin acuerdos amables y una cooperación de ambas partes, el único beneficio sería para los grupos criminales que se busca combatir.
El riesgo de que la violencia se incremente, por cualquiera de las decisiones que puedan tomarse, es alto. Las restricciones económicas adicionales o la incertidumbre que perciben los países para invertir en México son sólo algunas de las consecuencias que podríamos considerar en el futuro próximo.
Finalmente, pero no menos importante, uno de los factores que más atención debería atraer es la posible violación a los derechos humanos como resultado de combate a las organizaciones criminales. Y esto no se “reduce” al territorio mexicano. Eso es lo más alarmante de todo.
¿Tan amigues como siempre?
arendy.avalos@gmail.com
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