El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (décimo octava parte)

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (décimo octava parte)

Sam Kean, en su impresionante libro Una Historia Insólita de la Neurología. Casos Reales de Trauma, Locura y Recuperación, Ariel, 2018, presenta uno de los casos más interesantes, sin embargo, poco conocidos sobre lo que presentamos en la colaboración precedente (5/10/19).

 

El rey de Francia, Enrique II, habiéndose batido en un duelo de caballería, un viernes 30 de junio, con el escocés Gabriel Montgomery, tuvo un trauma de cráneo que días después le costará la vida.

 

Los duelistas“chocaron y Enrique tuvo una llamada de alerta. Montgomery lo golpeó exactamente abajo del cuello, y Enrique perdió un estribo y estuvo a punto de caer del caballo (…) avergonzado, el rey dio una vuelta alrededor de campo y anunció que ‘nosotros nos batiremosde nuevo’ (…) a las 5 p.m. se alinearon (…) la lanza del rey se hizo añicos al enfrentarse, y la lanza de Montgomery estalló en fragmentos cuando golpeó al rey, exactamente bajo el cuello. Los dos hombres se sacudieron (…)un instante después el resto de su lanza le dio al rey un golpe mortal entre las cejas. Le rasgó el rostro descubierto, le produjo un esguince en un lado del cráneo y penetró en su ojo derecho”.

 

Según narra Sam Kean, el rey, inconsciente, yacía recargado en el lomo del caballo. Cuando éste recobró la consciencia, dicen los que lo cuentan, absolvió a Montgomery. Así pasó el rey Enrique II los siguientes días. Perdía y recobraba la conciencia y sus médicos empezaron a extraer del ojo una astilla de 10 centímetros de longitud, pero dejaron otras más pequeñas en su lugar.

 

Como es sabido, entre los médicos que asistían al rey Enrique II se encontraba Ambroise Paré, quien era el cirujano real, como ya dijimos, un trabajo menos prestigioso de lo que hoy pudiéramos imaginar.

 

Algo distante de Francia, en España gobernaba el rey Felipe II, quien era yerno del rey Enrique II de Francia y, tratando de apoyar al cuerpo médico de Enrique II, envió a su médico Andreas Vesalius.

 

Ambos, Paré y Vesalius evaluaron al rey de Francia y, “milagrosamente”, no encontraron fractura alguna en el cráneo de Enrique II. Vesalius y Paré coincidieron, partiendo de experiencias diferentes, en que el rey Enrique II tenia “conmoción cerebral”, un nuevo diagnóstico aún controvertido.

Por lo que se refiere al tratamiento, ambos coincidieron en que debieran trepanar el cráneo del rey y retirar todos los excesos de fluidos y sangre “corrupta” así como las astilla que hubiese; sin embargo, también coincidieron que los costos de tal estrategia eran mayores que los beneficios, en consecuencia, desistieron de su propósito. Mientras tanto, Enrique II,a ratos en estados de conciencia y de inconciencia, se convulsionaba, y presentaba parálisis transitoria (importa destacar que la parálisis y las convulsiones afectaban solamente la mitad de su cuerpo), la visión también aparecía y desaparecía; estos síntomas, condujeron a Paré y a Vesalius de que la clave pudiera encontrarse en la parte posterior del cerebro, hecho que, como suponía Paré, confirmaba su idea de la “conmoción cerebral”.

 

Finalmente, lo que más molestaba al rey, era el dolor de cabeza que se intensificaba progresivamente, hecho que confirmó nuevamente a Paré que el cerebro del rey se inflamaba y que los vasos sanguíneos del interior del cráneo se habían roto. El rey Enrique II falleció de una hemorragia intracraneal a la 1 pm del 10 de julio.

 

Es interesante señalar que tanto Vesalius como Paré realizaron la autopsia del rey.

 

¿Qué encontraron Paré y Vesalius?

 

“Acumulación de fluidos ennegrecidos bajo las meninges, como ampollas a punto de reventar. El cerebro tenia la parte posterior amarillenta y putrefacta, una masa similar al pus que medía un pulgar de ancho a lo largo por dos pulgares de ancho a lo alto. Los fragmentos de la lanza de Montgomery nunca penetraron el cerebro. Por ello, el diagnóstico de la muerte fue “conmoción y corrupción en la parte posterior del cerebro”. (Continuará)