El Tercer Ojo - A propósito del libro Neuropsicología de la Vida Cotidiana ¿Dónde están las llaves? (Segunda parte)

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - A propósito del libro Neuropsicología de la Vida Cotidiana ¿Dónde están las llaves? (Segunda parte)

J. Enrique Alvarez Alcántara

 

20 de enero del 2024

 

A: Dr. Saúl Martínez Horta

Dr. Eliseo Guajardo Ramos

Dr. Jesús Ramírez-Bermúdez

 

“El cerebro humano por la forma que tiene de desplegar sus funciones es la de intentar garantizar la eficiencia, o sea, conseguir realizar sus funciones sin consumir todos los recursos. En este sentido, construir una realidad probabilística que anticipé aquello que realmente es lo que impacta contra nuestros sentidos, supone precisamente una clara estrategia para garantizar la eficiencia del sistema”.

 

Estimados lectores que me siguen, dando continuidad a la recensión del reciente libro del Dr. Martínez Horta y recordando que en la colaboración precedente hube realizado una descripción general de la obra, ahora es mi propósito abordar algunas cuestiones relativas a la trama del texto.

 

La elección del título del libro, sin duda alguna, puede comprenderse y relacionarse con los “fallos cotidianos en los procesos de la memoria”, sin embargo puedo sostener que el trabajo del Dr. Saúl no puede ser reducido a las cuestiones relativas con la memoria, la atención, el aprendizaje y algunos procesos psicológicos superiores y sus “fallos”.

 

Mucho menos podría ser referido como un proceso dual, que se expresa en dos pistas, como pudieran ser la que muestra los procesos psicológicos superiores y, por otro lado, la que resalta la organización funcional y la actividad del cerebro humano. ¡No!

 

Parece que la postura asumida por el autor es, indudablemente, monista materialista. Sin embargo, aquí, según mi punto de vista, y en un sentido, si no contrario sí divergente, con respecto a la asunción de una posición que recupera al sujeto de la actividad psicológica dentro de su realidad sociohistórica y cultural, manifiesta en su libro precedente, Cerebros Rotos.

 

Según diferentes formatos de expresión en esta obra es el cerebro el que percibe, el que presta atención, el que aprende, el que organiza, anticipa, predice, corrige los yerros o sesgos –claro que dentro de ciertos límites– que ocurren en nuestra actividad psíquica y, naturalmente, en la vida cotidiana y patológica, el que nos permite comprender y explicar esta serie de fenómenos.

 

Bajo esta última idea expresada en el párrafo anterior asumo que se corre el riesgo de introducirse dentro de la “falacia mereológica”. Es decir, que el sujeto de la actividad psicológica queda reducido a una de sus partes, el cerebro humano.

 

Pero no cabe duda de que quienes sufren, aman, lloran, piensan, analizan, deciden etcétera son los seres humanos como totalidad es concretas y no una de sus partes, el cerebro humano.

 

Ciertamente, el sujeto de la actividad psicológica es quien realmente realiza las actividades, acciones y tareas, gracias a la posesión de su cerebro y, desde luego, de los órganos de los sentidos.

 

Otra cuestión que se aprecia es la que se refiere a la posibilidad o no de conocer o percibir lo real. Si el cerebro humano construye representaciones de lo real y si cada cerebro humano construye su propia realidad, siempre habrá una distancia de verosimilitud o conmensurabilidad entre las representaciones y lo real mismo; trátese de la percepción, el aprendizaje, la memoria o el pensamiento. Ello conduce peligrosamente hacia la suposición de que el conocimiento de lo real es prácticamente inviable. Pero ello es otro asunto a tratar en otro lugar y momento.