Tercero Interesado - Días de guardar

En opinión de Carlos Tercero

Tercero Interesado - Días de guardar

Respetar el estado laico, no implica dejar de reconocer que México es un país mayoritariamente católico, cuya dinámica social se rige en mucho precisamente por las fiestas y fechas consagradas para la fe; con un arraigo que en cada rincón del país, se remonta a la evangelización por parte de las órdenes religiosas que buscaron la comprensión y asimilación de la liturgia católica en los pueblos originarios, con un impacto geopolítico que impera hasta nuestros días, pero que para efectos de la vida institucional y función de gobierno, se está obligado a mantener seguimiento normativo a lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que, en su Artículo 130 establece el principio histórico de la separación del Estado y las iglesias, pero que en apego al espíritu social y humanista que le caracteriza y distingue de entre las constituciones del mundo, igualmente establece en su Artículo 24, la libertad de creencias y de culto. Adicionalmente, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público señala puntualmente en su Artículo 3º que el Estado Mexicano es laico.

En este contexto, se traza la línea divisoria casi imperceptible del sincretismo cultural y religioso de toda una nación en la que, mayoritariamente “hasta los que no son católicos son guadalupanos” y, que al término del periodo conocido como Cuaresma (del Miércoles de Ceniza al sábado anterior al Domingo de Ramos), vive la celebración anual de la Semana Santa o Semana Mayor que conmemora los últimos días de la vida de Jesucristo. En esta semana, los católicos practicantes participan en diversas ceremonias religiosas, como la procesión del Domingo de Ramos, que conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén; el recuerdo de la institución de la Eucaristía en la Última Cena de Jesús con sus discípulos el Jueves Santo; el Viernes Santo, es de aflicción, pues recuerda la crucifixión y muerte de Jesús; el Sábado Santo o Sábado de Gloria, es de luto y silencio, aunque muchos celebran mojándose, pues representa la renovación de la fe, el arrepentimiento de los pecados y la recreación del bautismo; para llegar al Domingo de Pascua o Resurrección, día de júbilo que celebra el triunfo de Cristo sobre la muerte, sinónimo de luz y esperanza entre los fieles católicos.

Frecuentemente, está celebración cae en los primeros días de abril, sin embargo, a diferencia de la Navidad que se celebra el mismo día de cada año, la Semana Santa no se apega al calendario solar o Gregoriano, pues depende de los ciclos lunares y, por tanto, su inicio se rige en función del Domingo de Resurrección, que corresponde al siguiente domingo después de la primera luna llena de primavera y, por esta razón, cada año da comienzo en fecha diferente; celebración que tiene sus orígenes en las peregrinaciones a los lugares de la pasión y muerte de Jesucristo, llevadas a cabo entre los Siglos IV y V en Jerusalén, que se retoman en el Siglo XIV en Europa, principalmente en Italia y expandiéndose gracias al fraile español Álvaro de Córdoba, quien a caballo entre los siglos XIV y XV, introdujo en Europa la devoción del Vía Crucis.

Estos son los antecedentes de la Semana Santa que, en México, al paso de los años y como resultado de la modernidad, ha perdido parte de su sentido religioso para convertirse, tan solo, en un periodo vacacional. Como sea, los días mayores de la iglesia católica inciden en el calendario escolar oficial y, sin ser oficial, se conceden al menos el jueves y viernes santo en la administración pública. Aun en el México multicultural de hoy en día, estos son días de reflexión y devoción en gran parte de la población; para otros más, de asueto y esparcimiento.

En su obra “Días de guardar”, Carlos Monsiváis concentró la contradicción entre la realidad y la apariencia; la raíz de los mitos sociales, artísticos y políticos en el México de principios de los 70.

Para doña Lupe –mi Abuela–, conceptualmente era más sencillo y espiritualmente más profundo: los Días Santos, son días de guardar.

Carlos Tercero

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