El amor en los tiempos de la perspectiva de género
En opinión de Lorena Elizabeth Castillo
A primera vista se podría decir que los estereotipos y mitos identificados con ese fenómeno social llamado “amor romántico”, van a contracorriente de las prácticas de la equidad y la perspectiva de género. El asunto da para una nutrida polémica, por lo que aquí nos quedamos por ahora con los enfoques de diferentes estudiosas y estudiosos sobre la práctica del Día del Amor y la Amistad.
En primer lugar, nos remitimos a las aportaciones de la investigadora mexicana Marcela Lagarde de quien nos hemos referido en anteriores ocasiones en este espacio. Desde su postura antropológica y crítica, la Doctora Lagarde califica al amor romántico unos de los muchos “cautiverios de las mujeres”.
Esto es así, debido a que, en cuanto concluye la “etapa rosa” de la “conquista” de la mujer por el hombre, inicia una serie de metamorfosis de aquella en “mujeres, madresposas, monjas, presas y locas” como referentes simbólicos de estereotipos sociales y culturales, por lo cuáles de principio utilizamos con toda deliberación las palabras entrecomilladas, por su doble condición peyorativa y machista.
En suma, según Lagarde, aquellas actitudes “románticas” desde la práctica estereotipada y mercantilista, significa la famosa punta del iceberg, debajo de la cual se encuentra “la opresión femenina en detrimento del poder de las mujeres y en beneficio del patriarcado”, por lo cual, tanto hombres como mujeres pueden y deben trascender esa especie de auto-engaño inducido social y culturalmente.
Si nos detenemos en este último punto, ingresaremos gradualmente al enfoque, no sólo de un Día del Amor y la Amistad con perspectiva de género, sino al cambio radical de las relaciones de noviazgo y matrimoniales, basadas en el conocimiento mutuo y la práctica compartida y equitativa de valores como el respeto, la sinceridad y responsabilidad en el crecimiento personal y como pareja.
La transición de los conocidos mitos del 14 de Febrero y el amor romántico, hacia la conciencia y madurez de una relación incluye emprender un proceso personal y social –en palabras de la misma Marcela Lagarde− que implique: uno) preguntarse qué se quiere de la relación pretendidamente amorosa, dos) qué estamos dispuestos y dispuestas a dar y tres) qué se puede negociar y qué no.
Para concluir esta entrega que no agota tan vasto tema, citamos algunas conclusiones de Fridda Salas, investigadora de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM, quien retoma ideas de diferentes especialistas:
El modelo del amor romántico normaliza las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres. Esto es un factor de riesgo para las mujeres, ya que se configura como un juego jerárquico, injusto y violento.
El amor romántico es una de las principales causas de la brecha existente entre varones y mujeres, así como una de las prácticas culturales que obligan a la mujer a aceptar y “amar” su propia sumisión”.
En la actualidad “lo romántico es político” porque la pareja conjunta lo público y lo privado, en ella se unen lo social y lo personal que incluye la intimidad afectiva y sexual, la economía, el erotismo, el amor y el poder.
En suma, la equidad de género es ya un componente ineludible de la relación de pareja, sin que necesariamente se recurra a engañar o dejarse engañar con los superados estereotipos del romanticismo machista.