Árbol inmóvil - Mazari: intransigente

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil -  Mazari: intransigente

Rosalina Mazari Espín, titular de la Comisión de Hacienda, es la causante del adormecimiento constituyente. Sobre ella se cierne la nula aprobación del paquete financiero 2020. Se ha ensimismado en su testarudez. Busca, casi a ultranza, manipular el pensamiento de los 36 ediles, bajo la aquiescencia de la grisura de Alfonso Sotelo, el responsable de la Mesa Directiva.

            Ella, la priísta, sigue sumergida en un piélago de obcecación (es egoísta, sórdida y…). En diciembre pasado, ante Gabriel Rivas Ríos (y su contingente adlátere) se comprometió a que no iban a permitir nuevos gravámenes. (Mintió). Hasta este momento, hay una atmósfera de indefinición.

Los integrantes del G-13 son fulleros. Las disidentes (lideradas por Tania Valentina, la intemperante -desde el punto de vista de la ambición política y monetaria-) son intensamente sofistas. ¿Habrán leído los diálogos de Platón?).

En suma, los 20 diputados deambulan en la miseria de la inexistencia. Helos ahí. Asumieron la conducta de Poncio Pilatos: “se lavan las manos”.

La manera inmediata de apoyar a los ayuntamientos es, visiblemente, no consensuando el presupuesto, con la finalidad de que la ley del 2019 cobre sus efectos inescrutables. Diputada Rosalina: desde su conducta maniquea se planeó un ardid seguro y taxativo. ¿La felicito? No.

A ciencia cierta, cuando salga ante los artefactos tecnológicos audiovisuales dirá trivialidades: “Al no haber acuerdos, se aplica la ley anterior”. “No hay voluntad de las diputadas”. “Jamás aprobaremos nuevas recaudaciones; sin embargo, el Congreso es respetuoso de las necesidades de los presidentes municipales”. (Parece que la estoy oyendo, con su rostro erguido, en señal de veleidad).

No engañen más a la ciudadanía. Los intereses (ya no subrepticios) siguen acomodando las piezas sobre los escaques. La partida de ajedrez no ha culminado, pese a su estado embustero.

Por si fuera poco, siguen subestimando los ataques incisivos de la delincuencia. No les importa lo que recién ocurrió en el centro de la capital, en donde un agente vial perdió la existencia, al frustrar un asalto. Sucesos como éste se reproducen sin cesar. No es necesario divisar las secciones de la nota roja de los periódicos; basta con la oralidad tribal: la gente tiene miedo a denunciar. ¿Sirve de algo una reacción oficial, cuando tu ser querido fue ultimado en este ámbito de inseguridad? Nadie hace nada. Ni el Congreso, ni el vicealmirante. Mucho menos el gobernador…

Por cierto, Sotelo Martínez no da una fecha precisa en torno a la comparecencia de Ortiz Guarneros, para que éste dé una explicación sobre la espiral beligerante que asfixia el territorio estatal. Tal parece que le están dando la oportunidad de diseñar un informe “a modo”, por medio del cual se emitan cifras, estadísticas y datos que a NADIE importan. Dígame usted, lector (sobremanera, a quien haya perdido a un consanguíneo, en medio de este clima intranquilo): ¿la presencia de Guarneros en el Legislativo sirve de algo? Respuesta: de nada. Todo es simulación. Un acto circense, en el cual, los involucrados se han puesto de acuerdo. Una “pantomima”, dijera Carlos Monsiváis (cuando se le preguntó, en aquel tiempo, del surgimiento del Ejército Popular Revolucionario, en Guerrero).  

 

ZALEMAS

            El viento fluye (sin polvo). No es un desafío onírico, sino una desavenencia inmutable (como los poemas de Rimbaud). El soplo es glacial -a consecuencia de la angustia en la que se encuentra el corazón-. El suicidio estalla en el pensamiento (en las manos, la mirada y la respiración). El camino no se ve; la niebla obnubila. A propósito del aedo, en “Los cuervos”, dice:

 

Señor, cuando los prados están fríos

y cuando en las aldeas abatidas

el ángelus lentísimo acallado,

sobre el campo desnudo de sus flores

haz que caigan del cielo, tan queridos,

los cuervos deliciosos.

 

            El crepúsculo vela la mirada. Mis ojos se vuelven aljófares de oscuridad. Así sucede ante la escritura, que lacera y se detiene, cuando la muerte se olvida. Y sigue:

 

¡Hueste extraña de gritos justicieros

el cierzo se ha metido en vuestros nidos!

A orilla de los ríos amarillos,

por la senda de los viejos calvarios,

y en el fondo del hoyo y de la fosa,

dispersaos, uníos.

 

            Reír. La existencia no tiene sentido. La amargura doblega el optimismo y, al unísono, aniquila el amor del destiempo. Acá un ejemplo más:

 

A millares, por los campos de Francia,

donde duermen nuestros muertos de antaño,

dad vueltas y dad vueltas, en invierno,

para que el caminante, al ir, recuerde.

¡Sed pregoneros del deber, ¡Oh nuestros

negros pájaros fúnebres!

 

            “Pájaros fúnebres”. Ni más… Demos paso a la mudez. (Hasta el siguiente jueves. El Rapto es imperioso).