Cuando sea demasiado tarde… - Clasemedieros.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Uno de los seminarios que imparto es de metodología cuantitativa de la investigación, aplicado a la Psicología y supongo que se puede extender a casi todas las ciencias sociales (y hasta trascender la actividad humana, pero la experiencia de su servidor se restringe al ser humano). Uno de los cuestionamientos más frecuentes en la labor de construcción de instrumentos de medición, al respecto de los datos estructurales de la muestra a componer, es esa variable a la que se le denomina “clase social”, pero que nadie sabe exactamente qué es ni cómo se constituye. Tiene un fundamento teórico importante, diría que el tema de la lucha de clases, aunque es postulado principalmente por Karl Marx y otros importantes representantes de la Sociología, es verdadero y fidedigno. El propósito de estas líneas para nada es cuestionar las fundamentaciones teóricas sobre la existencia del fenómeno, sino más bien responder a una serie de cuestionamientos que me surgieron esta semana derivado de los astutos comentarios que ha realizado el presidente López en su show de las mañaneras.
La preocupación principal de este texto tiene la intención de presentarle, apreciado lector, los requisitos con los cuales uno puede determinar en qué escalafón de la escala se encuentra usted, desde mi muy humilde punto de vista. Ahora que cambiaron la manera de calcular la estadística de tal indicador, verdaderamente se desconoce la cifra exacta. Por la misma razón, me restringiré a indicadores que yo mismo he seleccionado a lo largo de los años que me sirven de referente, pero como todo en esta columna, dejo al criterio del lector su veracidad.
El primer factor que se suele considerar para la composición de los sectores de las clases sociales necesariamente debe de pasar por la ruta de la capacidad adquisitiva. Aunque la inequidad en la distribución de la riqueza es un fenómeno vil y obsceno en todo el mundo, en México se tienen (si no me equivoco) a 3 de los 20 individuos más ricos del mundo, mientras cerca de un 50% de la población vive en situación de pobreza. ¿Cómo podríamos establecer la frontera entre un nivel y el otro? La pieza fundamental de este argumento es el salario. ¿Cuánto gana usted? Una búsqueda rápida en internet (y no voy a citar porque si ponga una tengo que poner las 20) sostiene que un cajero de un Oxxo gana poquito menos de 5 mil pesos al mes, o lo que corresponde a 3 veces lo indicado por la canasta básica de México. Quisiera pensar que con esa suma vive durante un mes una familia de 3 personas, pagando vivienda, transporte público y alimentación, pero no termino de escribir el enunciado y ya estoy cuestionando la lógica del argumento.
Otro factor importante para enunciar la inequidad de mi país es la educación. La página con el resumen ejecutivo de los censos del INEGI sostiene que el mexicano promedio tiene la secundaria terminada. Este dato, según mi humilde postura profesional, es falso. Según mis estimados (respaldados por 12 años de hacer estadística en el glorioso estado de Morelos), sólo el 20% de la población del país cuenta con estudios de preparatoria, el 10% con estudios universitarios, y olvídese usted de los posgrados. Debe de haber un 50% de mexicanos que tengan la primaria terminada, y ojalá que esté yo equivocado. Si usted tiene la preparatoria terminada, ya pertenece usted a la élite educativa del país. La secundaria terminada como máximo nivel obtenido, debe de rondar en un 30% de la población.
En tercer lugar, llegamos al verdadero tema sensible de la situación. ¿Hace usted sus declaraciones anuales? El empleo informal en México está registrado en el 50%, pero yo opino que el número debe de ser superior al 60%. Entre las remezas y el comercio informal, el país se mantiene con un muy alegre 40% de individuos que aportan de su capital al erario público, y muchas veces porque no les queda de otra. Si algún día se trasladara la responsabilidad del pago del ISR del patrón al empleado, no le quiero contar lo que ocurriría con la estructura del aparato de gobierno, ya deje usted la economía.
Finalmente, llegamos a la frontera de la ciudadanía. ¿Paga usted los servicios públicos que consume su hogar? Estamos hablando principalmente de la luz y el agua. ¿Por qué mezclo el concepto de ciudadanía con el pago de servicios? Porque una de las maneras en las que se evalúa la participación ciudadana en el funcionamiento de esto que llamamos sociedad es el intercambio equitativo entre proveer servicios básicos de supervivencia humana a los hogares que se encuentran dentro de una demarcación geográfica determinada. Si su casa está conectada a la red de agua de la ciudad, tendría usted que estar pagando el servicio. Ya que el servicio se gestiona con las posaderas de un colectivo de burócratas es harina de otro costal, si usted consume agua tendría que pagarla. De la misma manera, el proveer a su hogar o negocio con electricidad clandestina es una señal de no tomar parte en la participación ciudadana. El gobierno del país hace esfuerzos (muchos, pocos, buenos, malos) por proveer de electricidad a la población, y es el ciudadano el que debe de refrendar su participación en los temas de organización social a través de la retribución económica. Tal vez debería de haber otras formas de pertenecer a la maquinaria con la que camina el país, pero esos son los que hay y uno no puede elegir si cumple o no cumple. La división de clases sociales (lo que sea que eso sea) no se restringe a la capacidad adquisitiva, sino más bien habla de la profundidad con la que un individuo se hace parte del funcionamiento social, más que de la distribución de la riqueza. Aunque dadas las afirmaciones del pelmazo en turno, más bien tendríamos que empezar a hablar de distribución de la pobreza, que es el requisito indispensable que sostiene este individuo para poder pertenecer al pueblo bueno y sabio. Mientras más pobreza tenga usted, más es de utilidad a esta nación.
Así que, si usted se preguntaba a quién se refiere el presidente López cuando señala a la clase media como enemigo de la nación por ser egoísta y aspiracionista, y no pertenecer al pueblo bueno y sabio que sólo toma como válidas las versiones del preciso, sólo tiene que contestar cuatro preguntas: ¿Gana usted más de 5 mil pesos mensuales? ¿Su nivel de estudios es superior a la secundaria terminada? ¿Hace usted sus declaraciones anuales? ¿Paga los servicios con los que disfruta su vivienda? Si la respuesta a todos estos cuestionamientos es afirmativa, ¡muchas felicidades! Es usted un clasemediero egoísta, que aspira a más, y está descontento con la pobreza, aquella que purifica el alma, fortalece el carácter y le permite a usted tener una visión más objetiva de la realidad. Pequeño detalle. Lamento informarle que con el dinero que usted le provee al estado, es con el que se mantiene el aparato de gobierno. El pueblo bueno y sabio, casi no participa en estos menesteres.
No dejo de pensar en la última entrega de la serie Mad Max (Fury Road), donde el máximo líder de la sociedad tiene a todos convencidos de que la adicción al agua es un mal que él les ayudará a superar. Tal vez no estemos tan lejos de tal situación.