Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán: Polarización.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
El Gran Almirante miraba por el domo en silencio. Erguido como una lanza, con las manos sujetas tras su espalda; contemplaba la escena con una mezcla de fascinación, curiosidad, asombro, y horror. El último ciclo había sido una verdadera calamidad, pero al final habían sido las condiciones las que detuvieron toda la situación. Había que encontrar una manera de resolver el impasse, y el cuerpo de almirantes se había congregado en torno de la máxima autoridad para determinar el curso de acción más viable. Sin embargo, la situación era irresoluble.
Después de haber recibido la comunicación de la superficie terrestre, la población civil de la flota había decidido que el retorno a la Tierra era un hecho. El hombre del holograma había declarada exterminada la Plaga de la Mente, y las condiciones eran más que favorables para reiniciar la vida humana en torno a su sabiduría y liderazgo. La población no militar se había conglomerado por sí sola en los embarcaderos de los buques, pensando que inmediatamente comenzarían las operaciones de retorno a la superficie. Cuando esto no fue así, el descontento fue mayor. Primero tomaron a todo el personal del embarcadero como rehén, exigiendo ver al Gran Almirante para que explicara sus acciones, o en este caso, la ausencia de ellas. Al poco tiempo de no recibir respuesta de parte de la autoridad, la población general tomó por la fuerza el puente de mando del más grande de los buques, el cual contiene por sí solo una tercera parte de dicho núcleo. La calamidad de tal situación pudo haber sido mayor, pero la tripulación de dicha nave fue muy eficiente en comunicarle a los amotinadores que los buques no contaban con ningún dispositivo especial para entrar en órbita. La idea original de su diseño era generar una atmósfera de supervivencia para un gran número de seres humanos en su trayecto a Europa, una de las lunas de Júpiter. Sin embargo, el traslado de los pasajeros se haría a través del astillero en la órbita terrestre, y a través de transbordadores pequeños que pudieran primero explorar la superficie del satélite y luego paulatinamente comenzar con las labores de colonización. Los buques no tenían retropropulsores porque no los necesitaban, pero también porque la nave era de tal tamaño que introducirlo en órbita era impensable, aunque nunca falta quién piense.
A penas habían logrado cambiar la colocación del buque cuando la comunicación con el puente de mando fue establecida y dicha comunicación realizada. La nave se detuvo, pero no rectificó su posición, seguía bajo control de los amotinadores. Otro de los buques tuvo acciones más ríspidas. Al parecer ya se había estado cocinando con semanas de anterioridad un motín separado, para hacerse del astillero y por ahí retornar por la fuerza a la Tierra. Ante la situación inesperada, tomaron por la fuerza el puente de mando y lanzaron por la esclusa a la cúpula de la tripulación, pretendiendo negar por completo las acciones de la autoridad sobre la población general. Ése había sido el buque que había tenido una explosión en el costado: al parecer la Navegante en funciones había sellado la armería, y alguien tuvo la brillante idea de hacer volar la escotilla para poder entrar.
Los dos buques apuntaban hacia la superficie terrestre, pero se encontraban detrás de la alineación de las naves de guerra, que se había posicionado entre la Tierra y ellas. El gabinete de Almirantes estudiaba las opciones disponibles. Los buques no pueden llegar a la superficie por sí solos, dado que se estrellarían irremediablemente por no contar con los retropropulsores pertinentes. La fuerza militar estaba completamente bajo el mando del Gran Almirante, por lo que no se esperaba un segundo motín, pero las opciones disponibles incluían permitir a la población general regresar a la superficie, muy a pesar de que la telemetría indicaba que la Plaga no se había exterminado por completo. Desarticular el motín se volvía cada vez más complejo. Un grupo de almirantes propuso lanzar una misión de reconocimiento a la Tierra, pero dadas las condiciones actuales, no se podía prescindir de un solo miembro de toda la tripulación, y lanzar una misión completamente civil era impensable, además de que dicha misión no podría retornar a las naves por la probabilidad de esparcir el virus.
Además, corría el rumor entre la población en general que el Gran Almirante había anunciado corte marcial rigurosa para todos los amotinadores. No se conocía el origen del rumor, pero tampoco había sido emitida ninguna información referente a la falsedad de dicha información. El haber ejecutado a la cúpula de mando de uno de los buques no había pasado desapercibido, lo cual dificultaba mucho la posibilidad de que los buques fueran entregados de manera pacífica al mando militar. Todos los esfuerzos que se invertían en prolongar la existencia de la humanidad, y nadie contempló la posibilidad de que la humanidad se quisiera destruir a sí misma.
Nuestro Capitán lo observaba todo desde su puesto de mando. Frente a él tenía desplegadas todas las comunicaciones realizadas entre las naves militares. Ya había varios transbordadores preparados con personal antimotines rodeando los buques, cubriendo todas las salidas. El Gran Almirante había dado la instrucción de interrumpir toda comunicación con la superficie, pero tampoco había habido ningún otro intento que la Navegante haya podido detectar. Al parecer, en la Tierra también esperaban que se desarrollara la escena, y era muy posible que tuvieran asientos de primera fila ante el espectáculo que se desplegaba en los cielos. También, por su posición como vínculo central de comunicación, el Capitán podía consultar la escena completa desde el domo, el astillero y gran parte de la flota, por un lado, los buques mal posicionados, y las naves de asedio, unas apuntando hacia la Tierra y unas cuantas rodeando los buques. La escena se tornaba complicada segundo a segundo, y un movimiento en falso podría significar el fin de la humanidad, o por lo menos de la porción contenida en los buques, ya que estos tampoco disponían de armamento para defenderse, que era cerca de la mitad de los seres humanos en órbita.
Navegante, ¿quién está al frente del buque que se quedó sin mando? ¿Quién sostiene el mando? Los registros no muestran nada oficial, pero los rastreos de ADN del puente de mando señalan en repetidas ocasiones a este dosier. Apareció frente al Capitán el expediente con la información pertinente. Un burócrata de mediano nivel con más aspiraciones que capacidades, las primeras imágenes mostraban a un hombre alto, enfundado en un traje de seda, cuya mirada se escondía tras unos lentes rectangulares. Por alguna razón sostenía un cartón de huevo. Tal vez ése sea el eslabón más débil. ¿A qué se refiere, Capitán? Hay un tipo de burócrata que es fácil de convencer, sólo es preciso encontrar los argumentos correctos. Una opción sería ofrecerle un puesto en el gabinete de Almirantes, pero dada su poca capacidad y la total carencia de experiencia, dudo mucho que el Gran Almirante esté dispuesto a hacer tal cosa. Otra opción sería ofrecer al amotinamiento la liberación del buque, con la promesa de sólo someter a corte marcial a los máximos responsables, y exiliarlos en Europa, pero la que está sobre la superficie terrestre. Diría que hasta agradecerían el que les proporcionáramos el camino para entregar el buque, de todas formas, ya no tienen salida.
El Capitán montó el expediente y lo hizo llegar al gabinete de almirantes por la vía privada. Luego se colocó frente al domo, y esperó la siguiente jugada en el ajedrez espacial que se desarrollaba frente a sus ojos.