Serpientes y escaleras - Violencia, el pan de cada día
En opinión de Eolo Pacheco
El derramamiento de sangre se ha vuelto común… y ya nos acostumbramos.
Violencia, el pan de cada día
La incidencia delictiva, la inseguridad y la violencia son aspectos que van de la mano, preocupan a la sociedad y afectan el desarrollo desde todos los ámbitos. Resulta imposible hablar de crecimiento económico, empleo, derechos humanos, competitividad, igualdad o combate a la corrupción sin resolver antes la crisis de sangre que se vive a todo lo largo y ancho del país. Mediáticamente el tema se ha convertido en el eje de todas las campañas políticas, pero a largo plazo representa una sentencia terrible para todos.
El asesinato del integrante del IMIPE Marco Antonio Alvear sacudió al estado, pero no modificó el escenario de violencia que tristemente vivimos los morelenses desde hace varios años. Una noche antes hubo un ataque armado contra el dueño de un bar en la avenida Rio Mayo, una de las más importantes de la ciudad, ubicada en uno de los llamados corredores seguros y al día siguiente de la ejecución del consejero localizaron en dos colonias de Cuernavaca los cuerpos sin vida de dos personas. Por la noche del mismo viernes asaltaron de manera simultánea dos tiendas departamentales en Cuautla y el fin de semana continuaron los asesinatos y apareciendo cuerpos mutilados, sin vida, en varias partes del estado.
En otro tiempo este tipo de situaciones generaba preocupación colectiva, movía conciencias y hacía que la sociedad se organizara, saliera a las calles y exigiera paz. Hoy no es así: son tantos y tan constantes los hechos de violencia que la sangre ha dejado de ser anormal o motivo de reclamo a la autoridad; ahora todo el enfado se concentra en las redes sociales, donde algunos critican, reclaman, acusan o utilizan el problema para sacar raja política, pero nadie va más allá. Mientras la inconformidad ciudadana se mantenga en esos espacios virtuales, nada cambiará.
Veámoslo de esta forma: en los últimos años la sociedad se ha acostumbrado a ver las peores cosas, inimaginables muchas de ellas hace algunos años, pero comunes en la actualidad; en octubre del 2022, a unos meses de haber tomado protesta como legisladora local fue asesinada a plena luz del día la diputada Gabriela Marín cuando viajaba con su chofer y su hijo de meses de nacido; en este sexenio también han ejecutado al líder sindical Jesús García en pleno zócalo de Cuernavaca, a Juan Jaramillo Frikas en Ahuatepec, a un regidor de Cuautla y a muchos otros personajes de la vida pública, empresarios, activistas y gente de la sociedad. Todos los crímenes quedaron impunes.
Este es apenas un minúsculo recuento de algunos hechos que en su momento sacudieron a la sociedad, causaron polémica y generaron discusión pública, pero en todos los casos el asombro duró unos días, algunos solo unas horas, hasta que se presentó el siguiente hecho de violencia. Lo mismo ocurrirá con el caso de Marco Antonio Alvear y cualquier otro que siga, porque como sociedad nos hemos acostumbrado a vivir entre sangre.
El tema es tan grave, pero tan común, que hasta en el debate público se ha vulgarizado: en un chat denominado “Los amigos se informan” el exdiputado panista Luis Miguel Ramírez Romero escribió lo siguiente sobre el asesinato del consejero del IMIPE: “Y así quieren ganar los morenos! Adiós a la gubernatura a Margarita” El desafortunado comentario fue criticado por otros participantes con expresiones como “En Cuernavaca no “gobierna” el PAN?? es pregunta inocente… Van a hacer leña del árbol caído? En Serio? Lo van a politizar? … no mames”.
Sobre este tipo de hechos hay muchas posturas, diferentes versiones y dos enfoques que vale la pena destacar: las autoridades de los tres niveles de gobierno justifican el problema, lo consideran parte de la pugna entre grupos criminales y lo matizan con argumentos trillados como “Se investigará hasta sus últimas consecuencias” Pero rara vez detienen a alguien.
De lado opuesto está la discusión pública de las redes sociales, con comentarios de asombro, enojo e impotencia, pero también otros plagados de estupidez, como el de Luis Miguel Ramírez, lucrando con el dolor, acusando sin fundamentos o frivolizando. Ninguna de las dos posturas ayuda a que las cosas mejoren.
Con más de 5 mil homicidios dolosos registrados oficialmente en menos de seis años, el de Cuauhtémoc Blanco es hasta ahora el sexenio más violento de la historia moderna; lo peor es que la situación de Morelos no es un hecho aislado en el país, los índices de criminalidad a lo largo y ancho del territorio nacional han crecido exponencialmente, haciendo que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se convierta oficialmente en el régimen con más muertes violentas, contabilizando hasta enero pasado más de 171 mil.
El problema de inseguridad es sumamente complejo, difícil de solucionar y de entender, de ahí que muchos opinan sin sentido, sin conocimiento y solo por morbo; en el terreno electoral hay propuestas de todo tipo entre los candidatos, algunas con cierto grado de inteligencia y otras únicamente cubiertas de demagogia, con frases simplistas como “De la seguridad me encargo yo”, como si un problema tan serio se resolviera a partir de la decisión de una sola persona.
Lo que vivimos en Cuernavaca y en Morelos es sumamente grave, los hechos de los últimos días nos reiteran no solo que la criminalidad campea en todo el territorio, sino que también lo hace con absoluta impunidad, frente a los ojos de las autoridades y sin temor de las repercusiones. El asesinato de Marco Antonio Alvear es un claro ejemplo: lo atacaron a plena luz del día, en una calle sumamente transcurrida, a unos metros del palacio de gobierno y del sector de la policía municipal, con cámaras de seguridad videograbando los hechos y sin ningún tipo de pudor, porque los asesinos ni siquiera se cubrieron el rostro y huyeron tranquilamente en una camioneta.
Por supuesto que las responsables y culpables de esta situación son las autoridades, a ellos corresponde la prevención y la persecución de los criminales, pero cuando este tipo de cosas ocurren también vale la pena analizar las cosas más allá de lo inmediato: el asesinato del consejero no fue una cosa cualquiera, lo iban siguiendo y lo ejecutaron, no se trata de un hecho fortuito que pueda sucederle a un ciudadano cualquiera ¿Qué hay detrás de su homicidio?
Durante años los jefes de la policía nos han reiterado que las ejecuciones responden a crímenes entre grupos criminales, que se trata de ataques directos contra personas que tienen algún tipo de vínculo o relación con bandas criminales. ¿Aplica esta misma hipótesis para los casos antes mencionados? ¿La diputada Marín, Juan Jaramillo, Alfredo Lezama, Marco Antonio Alvear? ¿O de qué manera se explican los ataques directos?
Para las familias de las personas que han perdido la vida en este tipo de situaciones el discurso incriminador de las autoridades resulta ofensivo, porque no se acompaña de pruebas. Una salida fácil es ubicar las muertes en el contexto de la delincuencia organizada, de la venganza entre criminales o el ajuste de cuentas entre cárteles de las drogas; reitero, casi siempre se trata de señalamientos mediáticos, para salir del paso, pero sin pruebas. Del lado opuesto las cosas no son mejores: la gente observa y calla, algunos especulan y otros más generan hipótesis idiotas colocadas en un plano político.
No hay forma de que las autoridades salgan bien libradas en estas historias, todas son responsables y culpables a la vez, todas han fallado en materia de prevención, de persecución y hasta de impartición de justicia, porque muchos de los criminales y personas asesinadas están relacionadas con hechos delictivos, algunos habían sido detenidos, encarcelados y de alguna manera se encontraban nuevamente en las calles.
Echar culpas en este tema es el camino más sencillo, pero el menos efectivo si el reclamo no va más allá de un tuit. Las autoridades no tienen la capacidad de atender el tamaño del problema, pero tampoco les importa la crítica si esta se mantiene en espacios virtuales que solo son vistos por unos cuantos y siempre los mismos. Algunos personajes de las redes sociales han perdido de vista que la realidad y el espacio virtual son distintos y no siempre coinciden; peor: es tanto lo que se dice en la social media, que su contenido ha dejado de importar a quienes toman las decisiones.
El problema de violencia e inseguridad en la ciudad, en el estado y en el país es muy grave, pero ya nos acostumbramos a ello.
· posdata
El duelo mediático es parte de las campañas electorales y se da en diferentes planos, uno perfectamente claro es el referente a la violencia, con el reclamo airado de la candidata opositora, recriminado al gobierno, culpando al gobernador y prometiendo que con ella las cosas serían diferentes. La otra versión corresponde a la abanderada de Morena, que sortea el tema con foros de seguridad que presentan estrategias implementadas en otros lugares, aparentemente exitosas, pero sin meterse a la situación local.
A la par de ello está el duelo de encuestas, con versiones distintas y cada una asumiéndose como puntera en la carrera. Del lado de Morena los números son apabullantes: según De Las Heras la ventaja de Morena es de 46 puntos sobre el FAM, mientras que Parametría coloca a Margarita González Saravia 30 puntos por encima de Lucía Meza Guzmán. La abanderada opositora trae sus propios números, reconoce que viene de atrás, pero afirma que desde hace más de dos semanas rebasó a su competidora y ahora la supera por cinco puntos. Niguna de las dos versiones es creíble del todo.
Hablar de 30 y 46 puntos de ventaja es inverosimil: una superioridad así se notaría más allá de las encuestas, se escucharía en las calles, en las mesas de café, en las casas, como sucedió en el proceso electoral del 2018 con Andrés Manuel López Obrador quien, por cierto, nunca tuvo esa ventaja sobre sus rivales.
Pero tampoco parece coherente la versión de que el frente opositor alcanzó y rebasó en dos meses a Morena; a pesar del enfado que existe contra la administración estatal, no tiene mucho sentido la hipótesis de que la imagen de la candidata es mayor que la de una marca.
Pongámoslo de esta forma: Lucía Meza Guzmán es una política de carrera, experimentada y con carisma, pero también carga con muchos negativos, la consideran cercana al exgobernador Graco Ramírez y en sus 27 años de carrera ha vivido muchos momentos de tensión pública por los escándalos en los que ha estado involucrada. No es una figura fuera de serie, pura e impoluta.
Peor: detrás de Meza Guzmán está el partido más repudiado de todos: el PRI; y junto a él una institución que perdió el registro local (el PRD) y otro cuya fuerza y representatividad se concentra en un par de puntos de la entidad y es manejado como un negocio familiar por la familia Martínez Terrazas. Decir que la sola imagen y discurso de Lucía Meza es suficiente para rebasar a Morena es absurdo.
Cada equipo tiene sus números y cada persona su opinión, los primeros siempre serán cuestionables y los últimos merecen absoluto respeto. En lo que a mí respecta, me parece que la contienda no está definida aún, pero la ventaja sigue estando del lado de Margarita Saravia, quien con la fuerza de la marca y sin cometer un error mayúsculo podrá convertirse en la próxima gobernadora de Morelos.
· nota
La del 2021 no fue una contienda sencilla para José Luis Urióstegui; la vivió con intensidad y la sufrió hasta el último momento.
La del 2024 será igual o más compleja a pesar de que tiene el respaldo del ayuntamiento.
· post it
Un reporte interno de Banamex opina que en Morelos habrá alternancia, es decir, que no ganará Morena; consideran que el voto de castigo a Cuauhtémoc Blanco hará ganar a Lucía Meza.
Esa es la fuerza de la percepción, lo que del lado de Morena no acaban de entender.
· redes sociales
La Buena: se celebró el Día Mundial del Agua.
La Mala: no hay agua potable en muchas colonias de Cuernavaca.
La Peor: No hay para cuándo el Sapac resuelva el problema.
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