Serpientes y escaleras - Inseguridad, gobernabilidad y narcoamenazas
En opinión de Eolo Pacheco
Las narcomantas son constantes en Morelos; lo que ahí se dice, muchas veces sucede.
Inseguridad, gobernabilidad y narcoamenazas
El panorama de cierre de año no es bueno en Morelos, no lo es para los ciudadanos, ni tampoco para el gobierno. A lo largo de diez meses la constante en la tierra de Zapata ha sido la inseguridad, la violencia y los retos al gobierno; en paralelo también hemos enfrentado un año muy complicado en lo económico, con un gobierno que ha invertido muy poco porque se ha dedicado a tratar de tapar los hoyos financieros que le heredaron. Ahora hay un elemento más en la ecuación: las narcoamenazas. Los mensajes que la delincuencia deja al gobierno son cosa seria.
Ya es común hablar de violencia e inseguridad en Morelos; las historias de terror que vemos cada semana en forma de ejecuciones, secuestros, extorsiones o balaceras han ido modificando la personalidad de los morelenses al grado de que este tipo de situaciones se nos han vuelto comunes y hasta normales.
Fue hace casi diez años cuando Arturo Beltrán Leyva perdió la vida en Cuernavaca, cuando un cuerpo de élite de la Marina Armada de México lo sorprendió en un departamento de las torres Altittude y se desencadenó un enfrentamiento que duró varias horas. A partir de esa fecha las cosas cambiaron radicalmente en Morelos, se desató una ola de violencia que no ha cesado y acabó la hegemonía de un cártel sumamente poderoso que había tomado al estado como base de operaciones y al hacerlo mantenía cierto orden en las cosas.
Al caer el “Jefe de Jefes” en el estado (igual que otras partes del país) se desató una guerra que ha dejado miles de muertos; la batalla fue primero de los grupos afines a los Beltrán Leyva contra el gobierno, buscando venganza por la muerte de su líder y después entre bandas rivales y de reciente creación que intentaron apoderarse del territorio y la estructura que controlaba este poderoso narcotraficante.
Nada ha sido igual desde aquel 16 de diciembre: la caída de Arturo Beltrán Leyva dio paso al surgimiento de cientos de células delictivas que antes respondían a ese personaje y luego se independizaron, pelearon por el territorio y comenzaron a operar más allá del tráfico de drogas. Muchas de estas nuevas organizaciones optaron por el secuestro, el robo de autos, la extorsión, el cobro de piso o la trata de personas.
Hoy Morelos vive las consecuencias de esa muerte, pero también de la complicidad de los gobernantes que hemos tenido. Cuentan que Marco Adame Castillo pactó con el “Jefe de Jefes”, que su gobierno lo protegió y por ello cuando su jefe de policía fue detenido por brindar protección al cártel de los Beltrán Leyva en su teléfono personal guardaba los números de cuenta de banco de su jefe el gobernador. La sospecha de estar vinculado al narcotráfico y su pobre desempeño como jefe del ejecutivo estatal hizo que el PAN de Marco Adame Castillo perdiera las elecciones del 2012.
Cuando Graco Ramírez triunfó en las urnas y se convirtió en gobernador constitucional denunció públicamente que heredaba un “narcogobierno” en donde las instituciones y sus integrantes estaban severamente comprometidos con la delincuencia organizada. En el sexenio del PAN el jefe del ejecutivo y la mayoría de los policías respondían a los intereses de la delincuencia organizada, afirmaba el perredista, al tiempo de asegurar que él nunca pactaría con los grupos criminales a pesar de que “ya había recibido emisarios” para proponerle que llegara un acuerdo.
Seis años después queda claro que las expresiones de Graco Ramírez eran solo de discurso, que su gobierno sí pactó con grupos criminales y que su policía protegió a un grupo delictivo. Las señales de ello se vieron de varias maneras a lo largo del sexenio; muchas veces se hicieron denuncias públicas y de manera reiterada aparecieron narcomensajes detallando las redes de complicidad y protección que existían entre autoridades, policías y criminales. El mandatario siempre desestimó estos mensajes, los descalificó por tratarse de recados anónimos y nunca se interesó en investigar si algo de cierto había en esas publicaciones.
Graco Ramírez Garrido, Alberto Capella Ibarra y otros jefes policiacos fueron constantemente señalados en narcomantas que muchas veces estuvieron acompañadas de personas sin vida o cuerpos mutilados. Ninguna autoridad oficial se pronunciaba al respecto, nadie investigaba, ni tampoco daban seguimiento a un punto muy delicado: las amenazas se cumplían y muchos de los personajes acusados en esos narcomensajes eran asesinados.
Con ese antecedente inmediato vale la pena observar con cuidado lo que hoy está ocurriendo en Morelos, para entender hacia dónde pueden ir las cosas. Igual que en el sexenio pasado las narcomantas se han convertido en una constante que no solo expone presuntas complicidades y redes de protección entre autoridades y delincuentes, también amenaza de muerte y anticipa acciones a realizar por los grupos criminales.
En Morelos los narcomensajes se han multiplicado en cantidad y en contenido, se colocan en lugares públicos, se acompañan de cuerpos mutilados y personas sin vida, ahí se detallan acciones y se dan nombres de funcionarios y de presuntos criminales, se precisa la manera de operar de los grupos, las facilidades que otorgan las autoridades y también se anuncia quienes serán los próximos ejecutados. Lo grave, igual que como sucedió durante la segunda mitad del sexenio anterior, es que las amenazas se cumplen y los aludidos sí son privados de la vida.
En las últimas semanas las narcomantas aumentaron al grado que en un solo día se dejaron más de veinte en distintos municipios del estado, incluyendo la capital; muchos de estos mensajes se colgaron en lugares públicos, frente a las cámaras de seguridad del gobierno estatal, pero a pesar de ello nadie fue detenido.
Este fin de semana dos mantas aparecieron en la zona sur del estado, fueron distintas a las demás porque en ellas se revelan supuestos acuerdos incumplidos y advierten acciones violentas que ocurrirán en lugares públicos (como la universidad del estado) y tocarían a ciudadanos inocentes. Este último narcomensaje va dirigido al secretario de gobierno Pablo Ojeda, hace referencia a lo que pasó en el penal de Atlacholoaya y pone plazo para obtener una respuesta.
Puede ser que, como siempre dicen las autoridades, se trate de una nota falsa, del intento de desestabilizar al estado y provocar miedo o simple y llanamente del fuego amigo. El punto es que las narcomantas se han convertido en una nueva forma de comunicación entre los grupos delictivos y lamentablemente sí anticipan hechos de violencia.
Durante más de un año el gobierno de Cuauhtémoc Blanco ha enfrentado una muy severa crisis de inseguridad y violencia que le ha impedido avanzar en otros temas, que lo tiene ubicado como uno de los gobernantes peor calificados del país y lo convirtió en un aliado incómodo para el presidente López Obrador.
Nada de esto ha hecho reaccionar al jefe del ejecutivo morelense: ni los gravísimos hechos de violencia que han sucedido, ni las reiteradas advertencias a su gobierno y a varios de sus integrantes; nada pasa: ni reaccionan, ni investigan, ni cambian de actitud o estrategia.
Las últimas narcomantas contra Pablo Ojeda son sumamente delicadas por su contenido, por las advertencias y porque por primera ocasión acusan al secretario de gobierno de estar involucrado con la delincuencia y haber pactado con el crimen organizado. Puede ser que se trate de una infamia, de una calumnia o de una ocurrencia; el tiempo y los hechos pondrán las cosas en perspectiva.
Si ninguna amenaza se concreta todo quedará en la ignominia. Pero sí algo de lo que ahí se advierte sucede…
- posdata
El problema de suministro de agua en la capital de Morelos es grave y se complica cada día; en los últimos años la operación del Sistema de Agua Potable de Cuernavaca ha sido compleja, se han acumulado pasivos y la deuda actual, dice el alcalde Villalobos, es impagable porque rebasa los cien millones de pesos.
Después de Tepic, el sistema de agua de Cuernavaca es el que más dinero adeuda a la Comisión Federal de Electricidad, situación que ha provocado el corte de suministro de energía a más de una docena de pozos, con la consecuente suspensión de bombeo a muchas colonias de la zona metropolitana.
El problema es mayor, aceptan las autoridades municipales, por lo que buscan llegar a un acuerdo con la paraestatal y el gobierno federal; necesitamos que nos ayuden, dice el presidente municipal, porque solos es imposible que resolvamos las cosas.
Para la ciudadanía esta situación provoca molestias y reclamos que de manera intermitente causan manifestaciones y cierre de calles; el alcalde le saca la vuelta al tema y lo aborda solo desde el ángulo político, porque si entrara al fondo del tema tendría que explicar porqué a pesar de que el servicio se suspende por semanas, a muchos ciudadanos de Cuernavaca les llega la facturación completa, como si el agua se bombeara de manera regular.
Igual que al gobierno estatal el problema de violencia e inseguridad le está pesa mucho en el terreno social, al edil capitalino la falta de agua le costará su carrera política y sus sueños de reelegirse para buscar la gubernatura en el 2024.
La crisis por falta de agua en Cuernavaca es muy grave y no tiene respuesta de parte de las autoridades municipales. El discurso de echarle la culpa a la administración pasada ya se agotó: la gente quiere soluciones, quiere agua y la quiere ya.
Sin agua en Cuernavaca, no habrá reelección para Villalobos.
- nota
El grupo de diputados que impulsaron a Alejandra Flores a la Junta Política del congreso local le ganaron un round a Tania Valentina, pero aún están lejos de haber ganado la guerra legislativa.
La dama morenista es entusiasta, distinta a la petista, pero aún muy inocente para un ambiente tan denso y politizado como en el que participa. Alejandra Flores actúa de buena fe, pero con inocencia; se mueve, pero sin la habilidad y naturalidad que tienen otros personajes de la política.
Ni Flores ni Sotelo tienen la experiencia o la habilidad que requiere un parlamento en un momento tan complejo como el actual; ninguno ha mostrado la malicia requerida para enfrentar enemigos tan perversos como los que tienen, ni parecen darse cuenta de lo que se están jugando. Uno (Alfonso) no se ha dado cuenta de la relevancia de su encargo y la otra (Alejandra) sigue sin entender los cambios que necesita impulsar para que su futuro sea mejor.
Tania Valentina ha perdido mucha capacidad de maniobra en el Congreso de Morelos,pero ni Alfonso Sotelo ni Alejandra Flores han obtenido esa fuerza.
Y el tiempo ya no es su aliado.
- post it
Lo dicen y lo reiteran: alguien está tratando de negociar con los exfuncionarios graquistas acusados de corrupción; los contactan desde el gobierno estatal y les ofrecen “un acuerdo económico” para que las denuncias no procedan.
Al menos dos acusados han recibido esa oferta y uno ya habría “pagado” para evitarse complicaciones judiciales.
¿Será cierto? ¿Estará enterado el gobernador Cuauhtémoc Blanco de lo que sucede en su gabinete?
- redes sociales
Siguen apareciendo encuestas para valorar el desempeño de los gobernadores de México.
- ¿Alguien cree en ellas? Me pregunta un amigo
- Depende de qué lado del escritorio te encuentres, contesto.
Comentarios para una columna optimista:
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