Serpientes y escaleras - ¿Falló la estrategia?

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - ¿Falló la estrategia?

 

Una vez más el problema de inseguridad alcanzó a las autoridades del estado

 

¿Falló la estrategia?

Los últimos días han sido complejos para el estado en materia delictiva: las oleadas de violencia vistas en forma de ejecuciones, asesinatos masivos y la muerte de un menor de edad víctima de una bala perdida provocaron la primera crisis de la administración de Margarita González Saravia. Justificadamente se alzó la voz pidiendo acciones concretas y desde algunos espacios se afirmó que en dos meses la nueva administración había fracasado. ¿Fracasó?

Decir que la estrategia de seguridad en Morelos naufragó en sesenta días es un exceso, está fuera de contexto y luce como una expresión politizada. El problema delictivo en la tierra de Zapata no es nuevo, llevamos más de veinte años sumidos en él sin que ninguna autoridad de los tres niveles de gobierno lo haya podido atenuar. Es imposible acabar con la crisis en dos meses.

Hablamos de un tema que no es exclusivo del estado, por ello no se puede afirmar que se trata de un fracaso individual; los últimos dos meses han sido críticos en todo el país, con énfasis particular en el caso de Sinaloa, un estado de naturaleza violenta que, sin embargo, vive una guerra de guerrillas que está acabando con la vida social y económica de Culiacán y ha derramado la sangre de más de 500 personas en unas semanas.

Las críticas al modelo de seguridad en Morelos que, dicho sea de paso, es parte de un esquema nacional que viene desde el sexenio pasado, son válidas cuando surgen de aquellos que han sufrido en carne propia la inseguridad. En términos operativos la nueva administración de Morelos ha dado pasos importantes en poco tiempo, desde el relevo de las autoridades penitenciarias hasta la captura de una decena de bandas ligadas a todos los cárteles y la detención de sujetos responsables de asesinatos, matanzas, secuestros y extorsiones.

Aun así el panorama no cambia porque hablamos de un problema enorme: más tarda la policía en ubicar y detener a los delincuentes que en surgir nuevas células delictivas, muchas veces más violentas, que toman su lugar y empiezan una nueva historia de terror. Eso y que también existen jueces que, como el sábado pasado, liberan delincuentes a pesar de estar claramente relacionados con actos fuera de la ley.

Habría que pedir a la secretaría de seguridad pública estatal que salga de su capullo e informe de manera oportuna sus acciones, que respetando la secrecía de las investigaciones y sin exponer la estrategia, den a conocer su trabajo y no permitan que el rumor sea el que guíe la narrativa ciudadana en materia de seguridad, porque eso da pie a chismes, verdades a medias y golpeteo político a la gobernadora.

Hablamos de un problema muy grave, de múltiples aristas y en donde intervienen también las autoridades municipales. La ejecución de nueve personas en una casa de Jiutepec y la muerte de un menor de edad a causa de una bala perdida en Yautepec son hechos que cimbraron a la sociedad, que dieron pie a la primera crisis gubernamental, pero que también ha servido como un instrumento de presión para figuras que lucran con el dolor ajeno.

En ambos casos se reclama al ejecutivo estatal brindar seguridad a los ciudadanos, pero no olvidemos que existe una autoridad municipal que también forma parte de la cadena de seguridad, alcaldes que deben coordinarse y que en casos como estos comparten la responsabilidad. A ellos nadie les dice nada.

No hay forma de justificar la muerte de alguien, sobre todo la de un niño inocente; hay razones de sobra para reclamar a los tres niveles de gobierno y directamente a la gobernadora como responsable institucional de la seguridad, pero no podemos culpar personalmente a Margarita González Saravia por esta situación, como si fuera ella la causante del gravísimo escenario de violencia que nos agobia desde hace casi dos décadas.

En un país que vive un baño de sangre desde hace varios años, un estado que fue abandonado los últimos cuatro sexenios y en donde sus últimos gobernantes se vincularon personalmente con los grupos criminales, la solución al problema no es sencillo, no se logrará en el corto plazo, ni avanzará más rápido cargando la culpa a quienes están tratando de revertir la situación.

A diferencia de Cuauhtémoc Blanco, Graco Ramírez, Marco Adame, Sergio Estrada o Jorge Carrillo Olea, Margarita González Saravia no es una persona con relaciones delictivas ni amigos impresentables; a ella no se le puede acusar de tener vínculos con el narcotráfico, ni mucho menos criticar por ser omisa ante el dolor de la gente. Después de treinta años de gobiernos terribles por primera vez tenemos al frente del ejecutivo a una persona honorable, decente y sensible, es injusto acusarla de algo que no ha hecho y perverso tratar de hacer ver la responsabilidad institucional como culpa personal.

Lo ocurrido la semana pasada es una llamada de alerta al ejecutivo estatal sobre la grave situación delictiva que enfrenta el estado y muestra la poca paciencia ciudadana que hay en ese renglón. Margarita González Saravia es una mujer que ganó contundentemente la elección, que mantiene una alta expectativa entre la ciudadanía, pero que no posee una patente de corso para navegar sin dar resultados.

El enfoque social que ha definido esta administración como la marca del gobierno es buena, pero fracasará si en áreas tan sensibles como la seguridad no se comienza a dar resultados pronto. Es erróneo culparla de las muertes, pero también es un error que algunos de sus colaboradores minimicen la situación y le digan que no pasa nada. Sí están pasando cosas.

La estrategia de seguridad que ha definido Miguel Ángel Urrutia puede gustar o no, pero su fracaso, si en algún momento ocurre, nos afecta a todos y representaría la continuación de la destrucción de Morelos. Apostar por el naufragio del plan de seguridad o bombardear al secretario para que se hunda, lo único que logrará es dañar a las personas y fortalecer a los grupos delictivos. ¿A eso le apuestan algunos?

Después de seis años la estrategia de “abrazos y no balazos” fracasó; en esta nueva etapa la presidenta Claudia Sheinbaum ha marcado una nueva línea de trabajo que camina a través de dos grandes vertientes: la prevención y la investigación. El tiempo dirá si este plan funciona, pero era importante darle un giro a la estrategia nacional porque la anterior no mejoró la situación y en casi todos los rubros la empeoró.

Cuestionar a la gobernadora Margarita González Saravia por la crisis de inseguridad, la violencia y los muertos es válido porque ella es la responsable del tema, pero hacerlo con la intención de que el plan fracase anticipadamente o con algún objetivo político, es perverso y sumamente dañino para todos.

Ningún muerto es justificable, aunque se trate de personas dedicadas a actividades ilícitas, la insensibilidad del pasado no puede replicarse en esta administración y como sucedió en los últimos años, el silencio institucional de la policía es un camino que no ayuda a la percepción y hace crecer los rumores.

Hay que corregir todas las fallas del pasado, se deben cambiar moldes que no sirven y erradicar actitudes inhumanas. No podemos apostar por el fracaso porque eso nos pega a todos, ni tampoco es válido culpar de una situación que se originó hace más de dos décadas a quien va llegando. Reitero: legalmente es responsabilidad también de los 36 presidentes municipales.

Hay que alzar la voz, es urgente que se ajusten algunos aspectos del plan de pacificación, sobre todo los que tienen que ver con la percepción, pero a dos meses de gestión es absurdo decir que la estrategia fracasó e incorrecto comparar a Morelos con Culiacán.

Margarita González Saravia no es Cuauhtémoc Blanco ni Graco Ramírez.

·         posdata

Paradójicamente fue una mujer que no parece ser muy aficionada a los deportes quien trajo a Morelos un equipo de fútbol profesional. Graco Ramírez derribó y volvió a construir el estadio Agustín Coruco Díaz de Zacatepec, pero nunca lo logró hacer funcionar; la remodelación fue un pretexto para hacer negocio.

Cuauhtémoc Blanco fue un jugador profesional, tiene muchas relaciones en el fútbol y la capacidad de interactuar con todos los clubes, pero nunca le interesó proyectar al estado, ni ayudar a sus habitantes.

El viernes se presentó oficialmente al Atlante como el equipo que ocupará el estadio de Zacatepec a partir del próximo año. Su llegada al estado es buena no solo porque revive la afición en una tierra futbolera, sino porque ayudará a detonar la economía de esa región.

·         nota

Los planes de seguridad de las últimas administraciones se han basado en la estadística, utilizaron los indicadores nacionales para justificar su trabajo e hicieron de lado la percepción.

Una y otra vez nos dijeron que íbamos bien porque los números eran favorables, que estábamos mejor que otras entidades porque el resumen nacional así lo decía y que la estrategia era un éxito, aunque la gente dijera lo contrario.

El problema es que en la numeralia nacional, la estadística juega en nuestra contra porque proporcionalmente, aunque en Morelos se cometan menos delitos que en el Estado de México, por poner un ejemplo, el porcentaje siempre será más alto para la tierra de Zapata por el número de habitantes.

Se ha cometido el error de suponer que el ciudadano común se basa en esos números para opinar, pero casi nadie revisa los informes federales o analiza las cifras que da el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, lo que influye en el estado de ánimo de la gente es lo que observa, lo que lee y lo que escucha.

Precisamente por eso Cuernavaca es una de las ciudades de México con mayor percepción de inseguridad; a pesar de que en números la capital morelense está muy por debajo de otras ciudades, la sensación de miedo entre la gente es muy alta y se refleja en los estudios del INEGI.

Gobernadores como Marco Adame y Graco Ramírez jugaron constantemente con indicadores y los utilizaron a favor para defender su estrategia; el tabasqueño, incluso, giró órdenes a su procurador para que se registraran de manera distinta los delitos, para de esa forma afirmar que se estaban dando resultados.

Margarita González Saravia no ha utilizado los indicadores para nada, quizá porque no le gustan, no los conoce, no sabe emplearlos o su equipo no se los da. Un buen camino sería recurrir a ellos y combinarlos con percepción: haciendo un trabajo mediático con información que dé confianza a la gente, para luego apuntalar el discurso con datos duros.

Para que funcione, no puede ir uno sin lo otro.

·         post it

Coca Cola regresó a trabajar a la zona sur del estado, de donde había salido a causa de la inseguridad. Esa es una buena señal.

·         redes sociales

Observo el video donde la gobernadora es cuestionada por la inseguridad y abordada por una víctima en la plaza de armas de Cuernavaca.

La soledad de Margarita González Saravia es terrible: nadie la ayudó a salir del trance y mientras lidiaba con la situación, su equipo observaba y algunos se reían.

Si no corrigen, escenarios como ese pueden repetirse en cualquier momento.

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