Serpientes y escaleras - El peor momento
En opinión de Eolo Pacheco
La crisis en Morelos es generalizada; resolver esta situación no será sencillo.
El peor momento
El gobierno que iniciará el próximo 01 de octubre va tomando forma más allá de los nombres de quienes ocuparán los espacios del gabinete. La premisa de la siguiente administración, lo repite insistentemente la gobernadora, es la honestidad y los valores que rigen el movimiento de la Cuarta Transformación. El reto de Margarita González Saravia no es superar lo que hizo Cuauhtémoc Blanco al frente del ejecutivo, sino cumplir las metas que ella misma se ha trazado. Para lograr el objetivo se requiere del apoyo de todos.
La situación de Morelos en los últimos años ha ido de mal en peor en muchos sentidos; si observamos el panorama a partir de la seguridad la situación es terrible porque las últimas cuatro administraciones en lugar de revertir la crisis la han agudizado.
De ello deriva que otros aspectos de la vida cotidiana se afecten, porque el avance de la delincuencia organizada pega con la misma fuerza al ciudadano común y al empresario, lastima a las mujeres, a los niños y a los adultos mayores, daña la economía, el tejido social y la confianza entre gobernantes y gobernados.
Morelos está rezagado de la marcha nacional por razones que incluyen malos gobiernos que se han distanciado de la gente, gobernantes que se mueven solo dentro de una burbuja y funcionarios que utilizan el cargo y los recursos públicos para obtener beneficios personales y sacar provecho de la situación.
Institucionalmente el panorama es grave desde todos los ángulos, porque en los tres poderes hay crisis y entre los tres no existe una buena relación. Una tras otra hemos visto como las legislaturas se convierten en cueva de Alí Baba y con el poder que les confiere el cargo, construyen redes de protección e impunidad para que nada de lo que hagan tenga consecuencias.
El caso del legislativo merece una observación particular porque es el peor de los tres poderes: el más vil, convenenciero, mediocre, corrupto y voraz; la tribuna parlamentaria dejó de ser desde hace muchos años la voz del pueblo porque el congreso se convirtió en un cártel que opera en favor de intereses particulares. Los diputados locales nunca han sido figuras que merezcan respeto por su actuación, pero los actuales llevaron las cosas al extremo de la prostitución política.
Lo mismo sucede en el judicial, donde sus propios integrantes se han encargado de recalcar que en Morelos la justicia se negocia y tiene precio. La debacle comenzó hace muchos años y se ha venido agudizando: los últimos tres gobernadores se han referido a la complicidad existente entre jueces y grupos delictivos, mientras que los profesionistas del derecho dan cuenta permanente de la forma como se han mercantilizado los procesos judiciales.
Los tres poderes del estado se encuentran en crisis, viven conflictos internos, tienen mala imagen pública y son reiteradamente señalados por abusos, actos de corrupción o relaciones con la delincuencia organizada. Hace tiempo se identificaban focos rojos en algunos espacios de la administración pública o de la vida política, ahora lo difícil es encontrar a quien no forma parte de esa dinámica.
Es imposible aspirar a que la situación en el estado mejore cuando los tres poderes viven su peor momento, sus integrantes están cuestionados y su desempeño carece de ética. Este escenario genera un caldo de cultivo propicio para los problemas, para el arribo de nuevos grupos delictivos y la degradación del quehacer público.
Este es el escenario que tiene enfrente la primera gobernadora de Morelos, se trata de una sumatoria de conflictos y circunstancias que no cambiarán de la noche a la mañana y cuya solución no depende de una sola persona.
Tener un equipo de trabajo eficiente, preparado, con conocimiento de las áreas y el compromiso para hacer bien las cosas es parte de la solución, pero solo una parte. Para alcanzar la meta es fundamental que se sumen los otros dos poderes, que se involucre a la sociedad y que la gente se convenza de que vamos por el camino correcto.
Frente a la degradación de la vida pública estatal la gobernadora plantea un gobierno humanista que resuelva los temas de fondo; y no me refiero solo a la atención de la pobreza y los sectores más vulnerables, que sin duda es algo urgente, sino a un cambio de actitud, de caminos, acciones y pensamiento que permita romper la inercia en la que se encuentra nuestro estado desde hace décadas.
El reto de González Saravia es enorme porque está apostando por algo muy grande, pero intangible, que por lo mismo costará mucho posicionar; para avanzar se requiere de un enorme trabajo de convencimiento social y negociación política con los otros dos poderes, todo cobijado de una comunicación distinta que vaya acompañada de acciones concretas y resultados tangibles.
Es absurdo esperar que en seis años Margarita González Saravia revierta el daño que la clase política local ha causado al estado a lo largo de tres décadas o exigirle que en un solo régimen solucione problemas añejos como la inseguridad, la corrupción, la impunidad o la prostitución política que ya se ha institucionalizado. Humanamente es imposible que lo haga, porque no depende solo de ella ni de su gobierno.
La apuesta es poner los cimientos para que las cosas sean diferentes y el cambio inicie; eso sí se puede lograr y el camino empieza por la actitud de su titular. A diferencia de los últimos dos gobernadores que han sido propensos al pleito y a la imposición, ahora tendremos a una dama que apuesta por la política, el respeto y la conciliación, que ha colocado en un área clave a un maestro del diálogo como Juan Salgado Brito y exige a todos sus colaboradores que se ciñan a la regla de no mentir, no robar y no traicionar.
Morelos vive uno de sus peores momentos de su historia, los habitantes sufrimos los embates de la delincuencia, la inseguridad y los políticos, al tiempo que observamos como la corrupción se ha convertido en el común denominador de toda la clase gobernante y la impunidad es el manto que cobija a todos.
Una y otra vez se da cuenta de alcaldes ladrones como Antonio Villalobos, de gobernadores saqueadores como Graco Ramírez y diputados corruptos, como cualquiera de los actuales. Todo pasa en un estado donde no pasa nada, en donde lo anormal se volvió normal y las complicidades son tan grandes que la corrupción se ha normalizado y los ladrones se protegen unos a otros.
La gobernadora ha logrado despertar la esperanza de que las cosas pueden ser diferentes, que después de mucho tiempo es posible que veamos un cambio positivo y que quizá, con un poco de suerte, los otros poderes y la clase política se sumará a un camino que no conduce al beneficio de alguien en particular, sino que persigue una mejora para todos.
Margarita González Saravia provoca optimismo. Su gabinete no tanto.
· posdata
El hermano del gobernador confirma que no buscará la dirigencia estatal de Morena en el próximo proceso de renovación. Hoy funge como delegado especial en funciones de presidente, un cargo por el que pasó de noche porque su actuación nunca fue institucional, ni destacada, amén de que se movió en función de intereses particulares y careció de representatividad entre la militancia.
Teóricamente Ulises Bravo estaría en condiciones de competir porque no es presidente y al no haber sido electo no se trata de una reelección; su nombramiento fue coyuntural, consecuencia de los conflictos internos y producto de un dedazo.
Bravo Molina fue un personaje clave en la historia de Cuauhtémoc Blanco y su gobierno, porque aunque formalmente nunca ocupó un cargo y cómo él lo dice “nunca firmó nada”, en los hechos participaba en el gabinete, tomaba decisiones, ordenaba, gestionaba y tenía una altísima influencia en la administración.
Como representante de partido su desempeño fue malo: saltó del PES a Morena y tomó por asalto el consejo estatal, fue despojado de su triunfo por un fallo judicial, pero casi de inmediato Mario Delgado lo nombró delegado especial en funciones de presidente, un acto que generó controversia y dividió a la militancia.
Reitero: Ulises Bravo podría buscar la dirigencia estatal del partido, pero sabe que no tiene ninguna oportunidad de ganar porque no tiene representatividad entre la base ni aliados políticos que lo apoyen, carga una mala imagen personal y por si fuera poco, su relación con la gobernadora es terriblemente mala.
La renovación de las dirigencias de Morena en el país va de la mano del cambio en el comité nacional, donde se perfila Luisa María Alcalde. En el caso de Morelos no queda claro quien llegará al cargo, pero es seguro que no será Ulises Bravo ni nadie cercano al gobernador Cuauhtémoc Blanco.
El tiempo de los cuauhtemistas se acabó.
· nota
Lo que nunca: en sus últimos días como jefe del ejecutivo Cuauhtémoc Blanco anda de arriba abajo en eventos públicos, giras y entregando obras.
La nostalgia del ocaso es evidente en un hombre que se cansó de repetir que ya se quería ir, que no le gustaba la política y que en algunos espacios cerrados afirmaba que lo tenían hartos los morelenses.
Pero el poder es adictivo y cuesta dejarlo; como diputado federal tendrá fuero, pero no la fuerza ni los alcances que tiene como gobernador: no es lo mismo ser uno de 32 que uno de 500.
La fama lograda como futbolista lo acompañará siempre; los beneficios que le brinda ser gobernador no los volverá a tener nunca.
· post it
La historia es la misma sexenio tras sexenio: mientras el poder dura, la clase gobernante es poderosa, influyente y dominante. Así sucedió con los Carrillistas, con los Estradistas, con los Adamistas, con los Graquistas y se repetirá con los Cuauhtemistas.
Recordemos algunas figuras cuya voz fue poderosa en esos sexenios: Guillermo Malo con Jorge Carrillo Olea, Eduardo Becerra con Sergio Estrada, Javier López con Marco Adame, Rodrigo Gayosso con Graco Ramírez y Ulises Bravo con Cuauhtémoc Blanco. ¿Dónde están ahora?
La política se asemeja a los bailes de pueblo: una ronda se baila y otra se descansa. En algunos casos, dependiendo del desempeño profesional de los involucrados y la imagen del gobierno, el exilio se prolonga y algunos personajes que ostentaron el poder se pierden en el ostracismo.
Los graquistas son hasta ahora los personajes más repudiados de los últimos tiempos, la mayoría ha quedado fuera de todos los espacios de poder y no se ven condiciones para que regresen en el próximo sexenio porque, además, en la campaña pasada apostaron por el triunfo de Lucía Meza.
Lo mismo puede suceder con los Cuauhtemistas, que cierran un ciclo entre abucheos, con enorme resentimiento social y la crítica generalizada por los actos cometidos. Igual que los graquistas, muchos secretarios y figuras cercanas al gobernador pusieron sus canicas en la campaña de Lucía Meza.
En política como en el campo, se cosecha lo que se siembra.
· redes sociales
El alza a la tarifa del transporte público de pasajeros es un elemento más de fricción entre el gobierno saliente y el entrante.
Si los concesionarios cumplen su amenaza de no prestar el servicio, este lunes será muy complicado para muchas personas.
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