Serpientes y escaleras - El fiscal
En opinión de Eolo Pacheco
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Edgar Maldonado se sacó la rifa del tigre; aceptó por lealtad
El fiscal
Los retos del nuevo titular de la Fiscalía General del Estado de Morelos son enormes y van más allá de la investigación de delitos y la persecución de criminales; su compromiso es mayor por su cercanía con la gobernadora. Igual que Uriel Carmona, Edgar Maldonado es propuesta del jefe del ejecutivo, pero a diferencia del primero, el nuevo fiscal está dispuesto a aceptar que su encargo sea por seis años y no por los nueve por los que fue designado. Uriel es un tipo rudo que se sentía policía; Edgar es un estudioso del derecho con un alto sentido de la honestidad.
Las funciones de la FGE están claramente establecidas, incluyen la investigación de delitos a partir de las denuncias recibidas, la coordinación con otras áreas de seguridad, el ejercicio de acción penal y la formulación de cargos, la protección de los derechos civiles, el respeto a los derechos humanos y la contribución a las políticas de seguridad orientadas a la prevención del delito y al fortalecimiento del sistema de justicia.
En los hechos la FGE Morelense dejó de lado estas responsabilidades desde hace mucho tiempo y se convirtió en un espacio de poder desde el cuál se hacía política partidista, negocios personales, se presionaba, se favorecía y se intercambiaban prebendas con distintos actores de poder, principalmente diputados.
La de Uriel Carmona Gándara fue una fiscalía histriónica con un titular afecto a los reflectores, que acudía a operativos resguardado por un fuerte dispositivo de seguridad y contaba historias en medios de comunicación desde un ángulo que lo hiciera parecer como un paladín de la justicia.
En corto la realidad era otra: el fiscal era una figura de poder que controló a la mayoría de los integrantes del congreso local y desde ahí declaró la guerra al exgobernador Cuauhtémoc Blanco. El acuerdo con los legisladores, cuentan, era muy sólido porque incluía apoyos económicos, espacios laborales, protección personal con elementos armados, vehículos blindados, expedientes de cada uno de los diputados y sobre todo la garantía de que, hicieran lo que hicieran, la fiscalía no actuaría en su contra.
En algún punto de la pasada legislatura se especuló sobre el intento del bloque opositor por destituir al gobernador; esa historia refería que el relevo en el ejecutivo surgiría de algún miembro del parlamento local o sería el propio fiscal; los operadores de Uriel Carmona en la cámara eran Agustín Alonso, Eliacib Polanco, Francisco Sánchez, Julio Solís y Tania Valentina.
Cuando el fiscal morelense se metió de lleno a la política, la dependencia cambió de rumbo y las funciones institucionales quedaron debajo de los intereses personales de su titular; ahí comenzaron a surgir problemas, señalamientos por actos irregulares de la dependencia, acusaciones contra sus miembros por presunta colusión con criminales y falta de resultado en las investigaciones. La fiscalía de Carmona era fuerte en lo político, pero ineficiente en sus tareas.
La crisis en esa oficina estalló cuando el fiscal intervino directamente en el caso de un feminicidio y la fiscalía en lugar de investigar el hecho, protegió al feminicida; el hecho fue grave de origen, pero empeoró cuando Uriel Carmona se enfrentó personalmente con la jefa de gobierno de la Ciudad de México y su símil metropolitana. Ahí comenzó la debacle.
Enumerar los problemas en los que estuvo inmerso Uriel Carmona y su fiscalía llevaría mucho tiempo, basta decir que su salida fue resultado de las múltiples crisis en las que se metió, los frentes políticos que abrió y la falta de resultados. La FGE era severamente criticada por el rezago en investigaciones y la protección a corruptos desde la Fiscalía Anticorrupción.
La llegada de Edgar Maldonado Ceballos a la titularidad de la Fiscalía General del Estado fue bien recibida poque significó la expulsión de un funcionario ineficiente y vilipendiado y permitió el arribo de un personaje nuevo, joven y cercano a la gobernadora. La esperanza en el nuevo titular es que limpie la institución, atienda el rezago, rompa las redes de complicidad internas y acabe con la protección institucional a grupos criminales.
La tarea no es sencilla ni rápida, hablamos de un proceso que llevará tiempo, que tocará intereses y que, como reza el refrán, puede hacer que las cosas empeoren antes de que comiencen a mejorar. Los primeros días de Maldonado en la FGE han sido para conocer el terreno, para identificar la estructura y dimensionar el tamaño del problema que existe. Algunos cambios ya se han hecho, pero faltan muchos más para que el nuevo fiscal logre tener el equipo que necesita para alcanzar las metas trazadas.
Personalmente las cosas tampoco son sencillas para Edgar Maldonado: a diferencia de otros personajes que desde hace tiempo intentaban llegar a la fiscalía, en su caso la designación fue coyuntural, repentina y más como un gesto de lealtad a la gobernadora que como una aspiración profesional.
El exconsejero jurídico no buscaba la fiscalía, no quería, al menos en este momento, ocupar esa posición, ni deseaba un nombramiento que cambiaría su vida y la de su familia. La personalidad de Maldonado no es la de un policía, hablamos de un joven que se enfocó en el estudio y en el ejercicio del derecho, muy cercano a Margarita González Saravia, pero que a diferencia de muchos que trafican con la amistad de la gobernadora, él siempre ha sido prudente, respetuoso del cargo y cuidadoso de sus expresiones.
Edgar Maldonado tiene la capacidad y la preparación para hacer un buen papel al frente de la fiscalía estatal, pero no buscaba ser fiscal; su nombre apareció de último momento y seguramente aceptó el cargo porque se lo pidió la jefa del ejecutivo. El riesgo que conlleva estar al frente de esa institución es algo que no cualquiera aceptaría.
Hacia adelante lo que viene no es sencillo: en lo público la fiscalía ahora es parte de la estructura de la gobernadora con todo lo que ello lleva implícito; en lo privado a Edgar Maldonado le han cambiado la vida, se ha convertido en una figura principal en el tablero de poder del estado y ya no se puede mover como cualquier ciudadano; el abogado que caminaba tranquilo por las calles de Cuernavaca ha desaparecido.
A pesar de su juventud, el nuevo fiscal es un hombre maduro, inteligente y con carácter; no tiene el perfil clásico del abogado que se siente policía, ni tampoco la teatralidad de algunos personajes que intentan parecer lo que no son. En sus primeros días al frente de la dependencia Maldonado sigue siendo el mismo, aunque ahora rodeado de un fuerte equipo de seguridad que no le permite salir por las tardes y ojeras que exponen el nivel de estrés al que está sometido.
El reto es enorme y estadísticamente los números juegan en su contra: tiene voluntad, preparación, el apoyo de la gobernadora, pero necesita comenzar a dar resultados pronto, para que se confirme que su llegada a la dependencia era necesaria y no resultado de una pugna de poder.
Si lo ayudan y se deja ayudar, Maldonado será un buen fiscal.
· posdata
La de Morelos es una fiscalía dividida en varias áreas, pero hay dos que sobresalen: la que investiga y persigue delitos y la que actúa contra casos de corrupción.
Dar resultados en lo primero llevará tiempo, requiere un enorme esfuerzo y debe estar acompañado de una muy bien estructurada estrategia de comunicación, para que la narrativa cambie y la percepción ciudadana hacia la dependencia mejore. Lo segundo es más sencillo, más rápido y mediáticamente puede tener un manejo más favorable. Explico:
El trabajo de la fiscalía va de la mano de lo que haga la secretaría de seguridad y ambas se coordinan con los gobiernos federal y municipales; aquí la historia se complica porque los esfuerzos se combinan y el resultado final es lo que la gente percibe, sin distinguir quién trabaja más y quien hace menos.
Cada cierto tiempo la Secretaría de Seguridad estatal informa lo que ha hecho, detalla las acciones que realiza, las personas que detiene y los hechos en los que interviene; en números el trabajo es bueno, pero basta que ocurra un hecho de sangre para que la percepción regrese al punto donde la gente se siente insegura y acusa a las autoridades de no hacer nada.
Esa imagen afecta a todas las dependencias de seguridad, sobre todo cuando, como en el pasado reciente, la Secretaría y la Fiscalía caminaban cada una por su lado. Incluso ahora que caminan unidas mejorar la percepción será difícil y se empañará en tanto las muertes violentas continúen como hasta ahora.
Pero la fiscalía anticorrupción es otra cosa: a la FECC le corresponde combatir los actos ilícitos cometidos por servidores públicos y eso es algo que ocurre muy seguido en Morelos desde hace muchos años. Junto a la inseguridad, la corrupción es el tema que más lastima a los ciudadanos y en ambos temas Morelos está rezagado, porque las autoridades son cómplices y protectores de criminales.
Ahora que hay un nuevo fiscal, con una personalidad distinta y sin intereses del pasado que proteger, el actuar de la Fiscalía Anticorrupción puede ser distinto; si Edgar Maldonado presiona para que los expedientes congelados se atiendan, las carpetas de investigación caminen y la compraventa de favores acabe, podríamos finalmente ver que los corruptos sean llamados a cuentas.
Por supuesto que hay un camino jurídico que seguir, tiempos procesales que respetar y acciones de defensa de los imputados que aparecerán; el problema es que hasta ahora la Fiscalía Anticorrupción es una muralla que protege a los corruptos, pone precio a los expedientes y, como en el caso de los graquistas o de Antonio Villalobos, se convierte en juez y parte de las causas.
Sí la Fiscalía Anticorrupción comienza a moverse, reactiva las investigaciones, deja de proteger ladrones y llama a cuentas a los exfuncionarios que saquearon el erario, la percepción va a mejorar y ello concederá tiempo al fiscal y a la gobernadora para que trabajen.
La presión pública por la inseguridad, la violencia y la corrupción es enorme desde hace mucho tiempo, pega a la gobernabilidad, afecta la percepción general sobre el gobierno e impide que el trabajo de las demás áreas de la administración se aprecie. Cambiar la imagen de la FGE a partir del trabajo policiaco llevará mucho tiempo; hacerlo desde el combate a la corrupción puede ser mucho más rápido.
· nota
Aún sin desearlo, Edgar Maldonado se ha convertido en una pieza importante del ajedrez de poder en Morelos; su presencia en la fiscalía elimina las redes de protección hacia diputados y puede cambiar los equilibrios al interior del poder legislativo.
El trabajo del fiscal, aunque centrado en las tareas que competen a su cargo, puede influir en lo político porque muchos alcaldes, legisladores y dirigentes de partido tienen vínculos con la delincuencia.
El primer caso está Cuautla y Atlatlahucan: los secretarios federal y el estatal de seguridad ya validaron que el video es real y no fue creado con inteligencia artificial; ergo: la reunión sucedió, la investigación inició y en algún momento el fiscal tendrá que fijar una posición más firme que aquella en donde se lavó las manos.
Edgar Maldonado es un nuevo actor de poder, pero con características muy distintas a las de su antecesor: institucional, sin protagonismo ni ambiciones personales. Desde la fiscalía, el abogado puede tener una visión distinta del gabinete, de mucha ayuda para la gobernadora.
· post it
Se ha divulgado una lista de presuntos aviadores en la FGE, donde aparecen exdiputados, familiares y amigos de estos, con sueldos que van desde treinta hasta más de cien mil pesos mensuales. ¿Es real dicha lista?
· redes sociales
Así lo dijo Edgar Maldonado al protestar como fiscal:
“La ciudadanía de Morelos puede estar tranquila. Se generarán las condiciones necesarias para que esta Fiscalía esté siempre del lado de las víctimas y del pueblo morelense. Nos comprometemos a trabajar incansablemente en favor de la justicia, con total apego a la legalidad y garantizando que las actividades dentro de la FGE se desarrollen con transparencia y profesionalismo”
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