Serpientes y escaleras - El final del camino

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - El final del camino

El hubiera no existe, pero las cosas pudieron ser distintas e este sexenio

 

El final del camino

Cuauhtémoc Blanco rindió su quinto y último informe de labores como gobernador de Morelos y ofreció un mensaje en el que detalló lo hecho a lo largo de los últimos doce meses. A diferencia de actos anteriores, en este no hubo estridencia, acusaciones, ni retos, contrario a ello el mandatario se veía tranquilo, respetuoso del protocolo y consciente de la importancia de comunicar serenamente las cosas. Si hubiera actuado así durante toda su administración, el final de sexenio no sería tan complejo como lo es ahora.

Circunstancialmente tuve la oportunidad de acudir al primero y al último informe de labores de este régimen y observé diferencias notorias no solo en el formato del evento, sino en la actitud del jefe del ejecutivo; el primer año Cuauhtémoc Blanco fue retador, estuvo a la defensiva, fue virulento y se la pasó echando culpas a los demás. Más que un informe, aquel primer acto más fue una retahíla de justificaciones mal leídas que provocaron que el ambiente político se exacerbara y las posiciones de distanciaran.

Nada había de que sorprenderse: el acto protocolario era un fiel reflejo de la actitud de una persona a la que no le importaba lo que dijeran de él, que estaba acostumbrado a ganar a como diera lugar y decidido a llegar a los golpes en caso de ser necesario, como muchas veces lo hizo en la cancha. Cuauhtémoc Blanco no entendía de política y repudiaba a los políticos, reiteraba incansablemente que él era no era uno de ellos, sino un ciudadano, a pesar de que en ese momento ya llevaba cuatro años ejerciendo el poder político.

La dinámica no cambió por mucho tiempo, por el contrario, la actitud se acentuó porque el jefe del ejecutivo estaba rodeado de figuras que lo aislaban de los demás, que fungían como intermediarios de poder y a quienes les convenía que se enterara de las cosas a través de ellos. El futbolista estuvo envuelto en una burbuja que no lo dejaba ver la realidad y retaba a todos los que pensaran distinto, porque le decían que eso debía hacer.

Poco a poco las cosas se descompusieron en el estado y dentro del gabinete: afuera porque los problemas heredados eran muchos y las deficiencias se acumulaban; algunos secretarios consideraron que la lealtad era obediencia ciega y nadie se atrevía a contradecir al gobernador, porque sabían que habría represalias.

Alrededor del jefe del ejecutivo se formaron dos grupos y eso aceleró el desgaste público: por un lado estaban Hugo Eric Flores y Pablo Ojeda y por otro José Manuel Sanz y Víctor Mercado; el gabinete se dividió en dos y los secretarios se movían dependiendo del bando.

A la mitad del sexenio el conflicto interno fue tal que el gobernador dio un golpe de timón y expulsó al secretario de gobierno, al jefe de la gubernatura y se distanció del presidente del PES; el cambio fue bien visto por muchos porque derivado de ese enfrentamiento muchas cosas se descompusieron y el desgaste del ejecutivo se agudizó. La llegada de Samuel Sotelo a la secretaría de gobierno y de Mónica Boggio a la jefatura de la gubernatura parecía el camino para que las cosas mejoraran, pero no fue así. Ahí tomó fuerza el hermano.

Durante cinco años este gobierno ha tenido que enfrentar muchos problemas y asumir cosas que salen de su control: por un lado está la severísima crisis financiera heredada por Graco Ramírez y los vínculos que en ese sexenio se formaron con grupos de la delincuencia organizada; por otro el enfrentamiento con la oposición, con Morena y los constantes y muy graves problemas de violencia e inseguridad.

Un punto clave en la historia de este gobierno es la comunicación; al ser un ídolo del fútbol y una figura a la que los medios especializados consultan cuando se trata de una opinión deportiva, a Cuauhtémoc Blanco nunca la interesó la comunicación institucional. Nadie discute que el americanista es una figura representativa de la cultura contemporánea, querido y reconocido por su trayectoria en el balompié, pero entre esa imagen y la de un gobernante hay diferencias que el gobernador nunca entendió.

La lucha interna por el manejo de la comunicación institucional comenzó con la personalidad del gobernador, pero se agravó con la postura de funcionarios que no valoran la importancia de informar adecuadamente, ni se dan cuenta que un buen manejo de medios es clave para la gobernabilidad. “No pasa nada si no estamos bien con la prensa” afirma una funcionaria estatal a sabiendas de que los medios de comunicación son los únicos que aún se mantienen del lado del gobernador.

Desde los problemas de violencia e inseguridad hasta la falta de operación política, todo en este gobierno ha tratado de ser resuelto a través de la prensa, sin que ello implique concederle al área la importancia debida. Más claro: en lugar de exigir a los funcionarios que hagan su trabajo, que cumplan con sus obligaciones, que informen a tiempo y que no se metan en problemas innecesarios, lo que se intentó es ocultar las fallas, evadir responsabilidad y al no lograrlo, culpar al encargado de la comunicación.

El manejo informativo es fundamental para cualquier gobierno porque incide de forma directa e la percepción pública, legitima las acciones de la autoridad y permite implementar mejores políticas públicas. En casos de crisis, una comunicación rápida y precisa es crucial para informar a la gente, para que no se pierda la calma y para que las respuestas institucionales se valoren; en el día a día el manejo adecuado de la información genera consensos, evita diferendos, suma voluntades y ayuda a la gobernabilidad. Esto evidentemente no lo entiende quien insiste en colocar a la comunicación como una carga para el régimen. Pero regresemos al informe.

El quinto informe de gobierno tuvo un formato moderno, intercalando historias de vida de gente que se ha beneficiado de las acciones oficiales, con datos estadísticos de lo que se ha hecho y la voz del jefe del ejecutivo enviando un mensaje; a diferencia de informes pasados esta vez el mandatario lucía menos tenso, se notaba cómodo, más seguro al hablar y sobre todo, sin el ánimo de pelea que lo ha caracterizado.

Más allá de lo formal o de lo emotivo que fue escuchar las historias contadas por los beneficiarios, lo dicho esa tarde me hizo reflexionar sobre lo que pudo haber sido esta administración si el ejecutivo hubiera entendido desde el principio la importancia de hacer política, de comunicar mejor, de no pelear por todo y de exigirle a sus funcionarios que hicieran su trabajo.

El desgaste de este régimen es alto al final del camino, producto sí de los errores cometidos, pero sobre todo porque a diferencia de lo que cotidianamente hace el gobierno federal y el presidente Andrés Manuel López Obrador, localmente la oficina de comunicación nunca fue valorada, ni respetada, ni entendida como una herramienta para la gobernabilidad y fundamental para la tranquilidad del séptimo año. De principio a fin el titular de prensa tuvo que luchar con sus jefes, tratar de resolver conflictos de otras áreas y tapar errores que debieron ser evitados de origen. Y todo casi siempre con saliva.

El hubiera no existe, pero si existiera y este gobierno hubiera entendido desde el principio que la política y la comunicación son claves para la gobernabilidad, Cuauhtémoc Blanco saldría en hombros de la gubernatura de Morelos y habría sido un muy fuerte candidato a la presidencia de la república o a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

El hubiera no existe. Pero el séptimo año sí.

·         posdata

Sea Margarita González Saravia o Lucía Meza Guzmán la próxima gobernadora de Morelos, la experiencia de Cuauhtémoc Blanco en materia de política y comunicación les debe servir como parámetro de cómo actuar (o no) en diferentes áreas de la administración estatal. Por ejemplo:

Independientemente de que la estrategia de seguridad sea diseñada y manejada por gente experimentada, confiable y decidida, el plan debe estar acompañado de comunicación para que las acciones que lleven a cabo las policías sean entendidas y valoradas por la gente, de tal manera que el trabajo quede legitimado. No importa si el jefe de la policía es capaz, honesto y valiente; si no lo sabe la ciudadanía, es altamente probable que, como siempre, se le considere cómplice e incapaz.

En materia política es fundamental que exista un secretario de gobierno que conozca a los actores políticos locales, que tienda puentes de diálogo con todos sin importar las siglas, que anticipe los problemas y no pelee por gusto. Obvio: no debe repetirse la historia del secretario que no habla con nadie porque no conoce a nadie, ni tampoco del que conoce a todos, pero al que nadie le hace caso.

El manejo de la comunicación ayuda a la gobernabilidad, pero no es la vía para resolver problemas; todos los gobiernos necesitan del apoyo público para que sus políticas estén legitimadas, para que las decisiones que tomen tengan respaldo colectivo y el pueblo entienda las circunstancias en las que ocurren las cosas. No se trata de manipular la información o de ocultar los problemas: si cada uno hace su trabajo, la prensa es el canal más efectivo para que los gobernantes se consoliden.

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene muy claro la importancia de la comunicación y a pesar de lo que algunos piensan, su relación con la prensa es más estrecha, sólida y respetuosa que la que han tenido gobiernos anteriores. Obvio: cada cual hace la parte que le toca y a pesar de los diferendos, la relación nunca se rompe.

El manejo de la comunicación gubernametal es esencial porque afecta la confianza pública, la legitimidad, la capacidad de respuesta ante las crisis, la construcción de consensos y la promoción de políticas y de logros. Un gobierno que comunica adecuadamente puede fortalecer su relación con la ciudadanía y aumentar considerablemente su capacidad para gobernar de manera eficaz.

·         nota

Cuatro puntos cardinales la 4T en Morelos parecen estar acomodados en el tablero electoral del 2024: Rafael Reyes se perfila como diputado local y puede estar más tranquilo ahora que le han quitado del camino a Ariadna Barrera, que aspiraba a suplirlo en la alcaldía de Jiutepec; Agustín Alonso va junto con Juan Ángel Flores al Congreso de la Unión y al gobernador Cuauhtémoc Blanco el partido le ha pagado generosamente con los espacios para Víctor Mercado y Sandra Anaya, ésta última sin ningún mérito para ser candidata.

A Rabindranath Salazar parecen haberlo dejado fuera de la jugada y ello quizá tenga que ver con los errores que cometió en el gobierno federal, su alianza con el G15 en contra del gobernador en el congreso local y la suma de su equipo y familia a la campaña de la senadora Lucía Meza.

Un personaje importante en el ajedrez morenista local es José Gachuz, un diputado con amplio liderazgo en los altos del estado que buscó sin éxito la reelección, pero a quien, dado su liderazgo social, deberían sumarlo a la campaña de Margarita González.

El problema es que hoy ni en Morena ni en la casa de campaña hacen operación política.

·         post it

¿Qué tanto influye el manejo de medios en una campaña electoral?

Véanlo así: en tres meses Lucía Meza logró que muchos consideran que puede ganar la elección.

·         redes sociales

El comisionado de seguridad reconoce que el 2024 se perfila como un año más violento que el 2023. Obvio: a él no le preocupa porque siempre permanece en su bunker, viaja en vehículo blindado o está fuera del estado.

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