Serpientes y escaleras - El cierre
En opinión de Eolo Pacheco
Ignorancia, ocurrencias y malas compañías, así fue el sexenio de Cuauhtémoc Blanco
El cierre
Samuel Sotelo será el gobernador de Morelos luego de que Cuauhtémoc Blanco asumió la diputación federal plurinominal que le regaló Morena. En cuatro semanas el abogado no puede corregir las faltas cometidas en esta administración, ni cambiar lo hecho por algunos integrantes del gabinete, lo que sí puede hacer es permitir una transición tersa y mostrar una mejor actitud frente a la nueva gobernadora. Samuel pudo haber sido un buen operador político, pero no lo dejaron actuar.
La ignorancia del oriundo de Tepito en temas de administración pública y política se tradujeron en arrebatos y ocurrencias que prolongaron la crisis que le heredó Graco Ramírez; Blanco Bravo ocupó el cargo solo por los beneficios económicos y personales implícitos y lo mismo sucederá con su nuevo encargo en San Lázaro, donde será uno de 500 sin mayor relevancia que su pasado como futbolista. “Yo no vengo a trabajar, solo estoy aquí cumpliendo un contrato” ha dicho a lo largo de nueve años el ahora diputado federal.
Aunque iracundo y explosivo, en el fondo Cuauhtémoc siempre ha sido un hombre manipulable; primero por su representante durante gran parte de su carrera deportiva, un español que hizo las veces de padre, lo cuidó, lo aconsejó y constantemente lo ayudó a salir de los problemas en los que se metía. Luego por su hermano, el único en quien confía, el que sí estudio, a quien solo él le concede una capacidad profesional y política que no tiene y quien está detrás de muchas de las acciones que serán observadas por la siguiente administración.
Fue a través de José Manuel Sanz que los hermanos Julio y Roberto Yáñez lo contactaron en el 2015 y también él quien lo convenció de incursionar a la política, un terreno que desconocía, que le desagradaba y que no le interesaba. El motivo para que el americanista participara en la campaña del 2015 con el PSD fue económica y quedó establecido en un contrato que otro futbolista “amigo” suyo, Moctezuma Serrato, se encargó de divulgar; según Serrato, Cuauhtémoc Blanco habría cobrado 7 millones de pesos por competir por la alcaldía de Cuernavaca.
Lo mismo que en su carrera como futbolista profesional, en sus nueve años como político Cuauhtémoc Blanco ha estado envuelto en escándalos y se ha caracterizado por sus arranques coléricos. Sus primeros tres años como alcalde fueron clave para que llegara a la gubernatura, pero no por su desempeño al frente del gobierno municipal, pues en ese periodo quienes gobernaron fueron José Manuel Sanz y Alejandro Villarreal, sino por su pleito con el gobernador Graco Ramírez.
El carácter y la fama del futbolista fueron kryptonita para el tabasqueño y para su hijastro porque no se dejó mangonear ni aceptó ser el Patiño de Rodrigo Gayosso en su carrera por la gubernatura. Sin pensarlo, el entonces alcalde de la capital se volvió el estandarte de los antigraquistas, el único actor político cuyos golpes cimbraban a Graco Ramírez y la única figura del escenario local que, por su fama como futbolista, hacía mella en la multimillonaria estructura de comunicación del gobierno estatal.
Fue la huelga de hambre hecha por unas horas en el atrio de la catedral lo que hizo que Andrés Manuel López Obrador volteara a ver a Cuauhtémoc Blanco; algunos cercanos al presidente refieren que el líder de Morena se identificó con él porque también era perseguido del poder. En ese momento desde México vieron al futbolista como un potencial candidato a la gubernatura de Morelos y una figura que ayudaría a hacer crecer a Morena en el estado.
Cuando Blanco Bravo era manejado por José Manuel Sanz y Alejandro Villarreal las cosas iban más o menos bien; el futbolista dejaba en manos de ellos todas las decisiones, acudía solo a los eventos públicos que le indicaban y huía del estado a fiestas, partidos de fútbol o actividades que nada tenían que ver con sus obligaciones como representante popular. Entonces apareció Ulises Bravo.
En el gobierno estatal las cosas empezaron mal desde el principio porque todos los cercanos a Blanco se volvieron locos; el español se volvió poderoso e influyente, lo hacía saber y sentir al grado que nadie debía hablar con el gobernador sin su consentimiento. Sanz es un tipo de gustos simples, pero de enormes ambiciones: quiso ser secretario de gobierno, pero al estar impedido por la ley ordenó que se trasladaran las atribuciones legales de esa secretaría a la Oficina de la Gubernatura, donde él despacharía.
Con el poder en la mano vino una cadena de errores que comenzó con la designación de funcionarios sin capacidad ni talento, cuyo único mérito era ser cercanos al español o incondicionales del titular de Hacienda. Así las cosas, aparecieron figuras sin experiencia, formación o talento, pero que obedecían a pie juntillas al jefe de la gubernatura o alegraban su vida en la intimidad. Al interior del gabinete la expresión se volvió común: “José Manuel Sanz apoya solo a sus cuates y a sus novias… le gustan gordas y feas”.
Ulises Bravo dinamitó la relación entre el futbolista y su representante, modificó la actitud del gobernador y tomó el control del gobierno estatal antes de que el español se fuera. El cambio, empero, no fue para mejorar, simplemente para que un grupo diferente manejara el gobierno y él diera las órdenes al interior del gabinete.
Ulises Bravo tuvo de su lado a Efrén Hernández de la DGPAC, a Jaime Juárez de Ceagua, a Cecilia Rodríguez de Sedeco, a Leticia Nolasco de Obras, a Mónica Boggio de Hacienda, a Alexander Pisa de Comunicación, a Jonathan Alegría de Sedeso y a Christian Carmona de Salud. Con ellos el hermano construyó el andamiaje que le permitió asumir el control del gobierno estatal y eliminar a quienes opinaban distinto; por ellos salieron del gabinete José Manuel Sanz, Alejandro Villarreal, Fidel Giménez y Gilberto Alcalá.
Los yerros cometidos a lo largo de este sexenio están ligados a estos personajes, uno más que otro, pero ambos hicieron del poder un arma personal y una herramienta para enriquecerse a costa de lo que fuera. Ahora que se avecina el cambio de administración todo lo hecho a lo largo de seis años quedará expuesto y será decisión del siguiente gobierno actuar en los casos donde legalmente se deba presentar denuncia o asumir los errores como propios para esconderlos o pagarlos.
La participación de estas dos figuras no exenta a Blanco Bravo de los errores cometidos; uno y otro influyeron en su actuación, lo envenenaron con historias, pero al final fue él quien tomó las decisiones, quien asumió la responsabilidad legal y quien por personalidad propia decidió pelearse con todos por cualquier motivo. Ninguno es inocente.
Las acciones ordenadas por el gobernador al final de su sexenio en el sentido de gastarse todo el dinero para que la nueva administración no tenga recursos para operar en el arranque exponen la personalidad de un hombre que no mide las consecuencias de sus actos, carece de institucional y cuya única lealtad es consigo mismo.
Cuauhtémoc Blanco nunca apoyó a Margarita González Saravia, al contrario, junto con su hermano y su gobierno hicieron todo lo que pudieron, primero, para que no fuera candidata y luego golpeándola mediáticamente para que no ganara la elección. En el absurdo de las cosas prefirieron apoyar a Lucia Meza, alguien que durante años los atacó, en lugar de darle condiciones a su correligionaria para que pudiera hacer una mejor campaña.
Samuel Sotelo observó a la distancia esta situación y tuvo ha habilidad de mantenerse al margen de las grillas internas; su personalidad le permitió transitar en el fango sin mancharse y aunque cuando fue nombrado secretario de gobierno intentó recomponer el escenario político a través del diálogo y los acuerdos, el temperamento de su jefe, prohibiéndole hablar con todos, las intromisiones del hermano, haciendo acuerdos personales y los intereses de la jefa de la gubernatura, priorizando su beneficio personal, lo orillaron a convertirse en una figura decorativa.
Como gobernador suplente y responsable de entregar la administración Samuel puede hacer lo que mejor sabe: conciliar, dialogar y ayudar a que la transición sea lo más fácil posible. Evidentemente no puede remediar el pasado, ni recomponer acciones hechas, pero sí está en sus manos brindar condiciones al nuevo gobierno para que asuman el poder sin sobresaltos y puedan tomar las decisiones que consideren necesarias.
Si lo hubieran dejado trabajar desde que llegó, Samuel pudo desde la Secretaría de Gobierno recomponer la administración de Cuauhtémoc Blanco.
Pero el hubiera no existe.
· posdata
Al asistir al inicio de sesiones de la nueva legislatura de Morelos, la gobernadora electa confirmó que hará la solicitud al congreso estatal para la remoción del fiscal general Uriel Carmona Gándara.
“La vamos a solicitar y ellos tomarán la decisión” dijo Margarita González Saravia.
En el recinto legislativo estuvo presente el titular de la FGE, su rostro era adusto, reflejaba preocupación, lucía muy distinto al funcionario altanero de otros tiempos, el que tenía de su lado a 15 diputados y los controlaba con expedientes donde se documentan cosas y hechos que los obligaban a obedecerlo.
En esta nueva etapa parlamentaria la ventaja ya no está del lado del fiscal Carmona, aunque aún tiene de su lado, sumisos, incondicionales y dispuestas a defenderlo ante todo, al PAN, PT y MC, porque sus compromisos van mucho más allá de la cámara de diputados.
El tiempo dirá que tan sólida es la defensa de Uriel Carmona en el congreso. Quien lo quiere fuera de la FGE, por cierto, no es la gobernadora, sino la Presidenta de México.
· nota
Las cosas son claras en la cámara de diputados: la gobernadora tiene los doce votos de la 4T (Morena, Nueva Alianza y Verde) y la oposición encabezada por el PAN tiene ocho votos, contando cuatro suyos, dos del PT, uno de MC y uno del PRI.
Está a prueba la capacidad como operador político de Rafael Reyes.
Hay más de uno que apuesta por que le vaya mal para ocupar su lugar.
La clave de su permanencia son los resultados.
· post it
En mayo del 2020 Moctezuma Serrato habló con el periódico Récord de su intervención en la llegada de Cuauhtémoc Blanco a Morelos. Esto dijo:
"Es la primera vez que hablo de esto. Me querían a mí de presidente municipal de Cuernavaca, yo tenía un programa deportivo en el estado, pero al partido político le dije que le tenía un mejor plan, contacté a Cuauhtémoc, dudó, me costó trabajo convencerlo, y al final se dio y hasta dónde ha llegado.
"Era yo el que iba para eso, yo puse a Cuauhtémoc. Por tonto tal vez no lo tomé, yo sabía que él por ser un ídolo y la gente harta de los políticos, yo sabía que con el ídolo nacional íbamos a ganar aunque fuera un partido muy chiquito".
"No hablamos. Siendo honestos, lo he visto en algún evento y nada más. Le pedí una cita y me la ha atrasado, hasta he hablado con su gente, les pregunté qué pasa y que no pasa nada, pero la vida da vueltas. Yo lo traje y ahora estoy esperando audiencia. Entiendo que el gobernador esté ocupado, pero no entiendo, y no quiero nada regalado, pero que no jueguen con uno".
· redes sociales
El futuro laboral en Morelos será muy difícil para los cuauhtemistas. Sobre todo los que jugaron en contra (aunque juran haber apoyado).
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