Sentido y transformación
En opinión de César Daniel Nájera Collado
El creer que “la vida no tiene sentido”, por más que se haya convertido en un increíble cliché, es una posición filosófica que he asimilado desde hace un par de años. Después de grandes perdidas, de ver el caos imperante en el universo, y de salir, al menos de vez en cuando, de mi burbuja de privilegios, llegue a tal conclusión, sustentada por un encuentro fortuito y desafortunado con los escritores del siglo XIX y XX. Se me hizo —y a veces, se me hace— absurdo como la gente lucha de manera tan incansable por permanecer en un mundo que ellos crearon o en el que ellos se sumergieron, sin importar el sufrimiento que deban soportar. Sin embargo, también comienzo a entender que de tales pensamientos emana cierta parte de mi posición depresiva. Creer que no exista un sentido determinado por una fuerza superior no significa que la vida deba ser penuria, o peor aún, apatía. De hecho, existe una ventaja en el caos: puedo ser “autotrascendente”. Puedo inventar y encontrar sentidos propios, incluso en las situaciones más adversas, y con base en esto, juzgar cada vez menos a las personas “inmersas en sus pequeños mundos”. Cada quien necesita una razón, un motor, sin importar el costo. Aludiendo un poco a Kierkegaard y aprovechándome de sus términos, no está tan mal ser un “caballero de la resignaciónn infinita” con tal de llegar a la esperanza, y en algún punto, alcanzar a ser un “caballero de la fe”. Pero no de cualquier fe, sino de la fe en nosotros. ¿Será que ahí nace el superhombre? Si alguien gusta reflexionar un poco más acerca de esto, recomiendo “El hombre en busca de sentido sentido” de Viktor Frankl, una de las piezas más importantes en cuanto a los diarios de judíos en la Segunda Guerra Mundial. Ahora, más que nunca, necesitamos encontrar sentido.