Árbol inmóvil - La 4-T en Morelos… ¡Nula!

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - La 4-T en Morelos… ¡Nula!

No hay cuarta transformación acá. Así de simple. No puede materializarse (con todo y sus bemoles y atrocidades demagógicas), por medio de las banales validaciones consensuales que brotan de cinco diputados (quienes aún no conciben que se encuentran ahí, gracias a la ola comicial de AMLO). Mucho menos por un alcalde capitalino ajado, que mantiene una disputa con el gobernador, Cuauhtémoc Blanco (uno más que se benefició por la hélice del rechazo hacia el resto de los partidos políticos).

            Al responsable del partido “morenista”, Gerardo Albarrán Cruz, no puede considerársele un agente de la reproducción de los esquemas federales. En súmulas, ¡nadie! Si el liderazgo no se divisa en la esfera nacional, menos aquí; en un territorio ataviado de incultura e improvisación política.

            Lo anterior es consecuencia de la estela del abuso, durante los más de 70 años del PRI (y más). Ese rastro dio un vuelco: ahora es espiral de hartazgo. El riesgo está latente… Sobremanera, el de que hacia los puestos decisivos sigan llegando figuras neófitas. Esto va a seguir ocurriendo.

            Este miércoles, un acto causó expectativa: el cónclave entre la 54 Legislatura y el gabinete de Seguridad. Fue a puerta cerrada. En un momento, el fiscal general, Uriel Carmona, así como el comisionado de Seguridad, José Antonio Ortiz Guarneros, huyeron de los cuestionamientos de la prensa (de la no libre y de la proxeneta). Es obvio: no soportan que la lápida de los homicidios esté sobre ellos. Ahora bien, la Guardia Nacional no será una solución (ni con sus cuatro leyes secundarias). Retorno a la frase contumaz: al tiempo.

            La primera estrategia para minar los embates incisivos de la delincuencia (cuyos frutos no se vislumbrarán de inmediato), es una reforma integral al sistema de Justicia. Se debe, verbigracia, desaparecer al Ministerio Público, que es el ente en donde se anidan la corrupción y su contrario complementario: la impunidad. Luego, fortalecer, a como dé lugar, los esquemas de prevención. Esto último se ha descuidado, pretextando que el crimen se salió de control. ¿Y cómo no? Habría de considerar que hay poderes fácticos lícitos y espurios. Los cárteles de la droga se mueven en los rieles de la ilegitimidad… Y nadie los somete.

Es inconcebible atacar a un enemigo oscuro, que se dilata en su hábitat: la ceguera de las autoridades.

            Existe un elemento, asimismo, que se subestima: la colusión. Es innegable que, de acuerdo con la usanza, algunos servidores públicos establezcan nexos operativos con facinerosos. No estoy escribiendo nada nuevo. Incluso, el inconsciente colectivo conoce los alcances de la desaforada concupiscencia.

            El hedonismo es un estandarte de los mandatarios local y federal (aunque sus acciones lo nieguen). De poco sirve camuflar el goce con la medianía juarista o con un proyecto republicano de gobierno.

Cuando la idea intenta materializarse hacia la página en blanco, guiada por la nefasta habilidad del hacedor (de ese instante), se desencadena un problema, que tiene que ver con la imposición. En la clase política impera la manipulación descendente. Ahí está el Ejecutivo local, quien, dentro de su escasez (de vocabulario, de habilidades y de diálogo y concertación), confiere las decisiones cardinales a un séquito pagano (cuyo desiderátum es la plusvalía).

            No se puede vivir en ningún sitio. Empero, subyace algo salvable: de norte a sur, el desasosiego nos permite ubicar el punto de referencia: la cara del hogar calmoso. Al fin y al cabo, somos peregrinos aquí. Nos desplazamos de ningún lado hacia ninguna parte. Es un descenso al orco de la desesperación, donde las lágrimas se volatilizan conforme el llanto se hace vileza y mezquindad; denuedo y secuencia quebradiza.

           

ZALEMAS

            Ortega y Gasset dijo: “Soy yo y mi circunstancia”. ¿Y la naturaleza caída. No se colisiona contra el libre albedrío? La palabra poética se contamina también. Entra, como un halo deletéreo, por la cavidad de la insensatez.

            En “Destino”, Rosario Castellanos musita:

Matamos lo que amamos.

Lo demás no ha estado vivo nunca.

Ninguno está tan cerca.

A ningún otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos.

Matamos lo que amamos.

¡Que cese esta asfixia

de respirar con un pulmón ajeno!

El aire no es bastante para los dos.

Y no basta la tierra para los cuerpos juntos

y la ración de la esperanza es poca

y el dolor no se puede compartir.

            Al final, se nota la influencia de T. S. Eliot: “Damos la vida sólo a lo que odiamos”.

            El bienquisto, hierático o solo, no comprende. Sólo ejecuta: besa, come, envidia y se fusiona en otro cuerpo. Y nada de esto sirve…

            (Hasta el próximo jueves…).