¡Qué difícil momento para ser priísta!

En opinión de Víctor Iván Saucedo

¡Qué difícil momento para ser priísta!

En épocas recientes, ser priísta no es lo más atractivo ante los ojos de la sociedad, pero quienes militamos lo entendíamos como una circunstancia natural producto de prácticas arcaicas y políticas del siglo pasado combinadas con un desafortunado ejercicio de comunicación y gobierno; pero que con una renovación política, ideológica y generacional se podría revertir el rumbo y recomponer la imagen del PRI ante el electorado.

A un año del proceso electoral nada de esto ha sucedido, el PRI debería estar inmerso en un proceso de reestructuración serio, real, de fondo, sin prácticas primitivas y obsoletas, sin simulaciones y sin imposiciones; consciente de su circunstancia y de su (tristísima) realidad.  Por el contrario, vemos en el CEN una dirigencia frívola, ausente, pero sobre todo alarmantemente imprudente y alejada  de la actualidad que afronta un partido que hoy más que nunca está en un riesgo real de no reponerse del severo castigo que le impuso la sociedad. Pero no nada más es eso, dentro de los múltiples diagnósticos del partido, el que más me sorprende por encima de todos es que,a pesar de todo lo que ha sucedido, hoy el PRI padece ceguera política.

El PRI se ha lanzado a un proceso de renovación de la dirigencia plagado de opacidad, de dispendio, de descalificaciones, de ataques, de traiciones, de rudeza innecesaria, pero sobre todo colmado de los mismos de siempre, atestado de aquellos que fueron los que tuvieron en sus manos la responsabilidad de cuidar del partido, de hacerlo crecer, de recomponerlo, de renovar sus cuadros y fallaron estrepitosamente; y que hoy alegremente publican sin el menor desparpajo que han llegado a acuerdos con algún aspirante, publican sus fotos, sus reuniones e “instruyen”, como en la peor época del clientelismo partidista, a todas sus huestes a votar por determinado aspirante. Mención aparte la risa que me provoca ver que están convencidos de que la gente o “su gente” hará lo que les dicen ciegamente, esa es la primera muestra de que no aprendieron nada el 1 de julio de 2018; la manera de conducir este proceso, es la segunda.

Finalmente son ellos, los mismos de siempre, con nuevo maquillaje, nueva máscara, sonrisa cómplice, mismas prácticas y seguramente los mismos resultados. Basta ver la soberbia que rodea a las personas que se sienten cercanas al puntero, repartiéndose lo que no tienen, sobajando a quienes piensan distinto, dando la bienvenida como miembros distinguidos del equipo de campaña a quienes abiertamente traicionaron, abandonaron el barco y al no sentirse remunerados en la justa dimensión de su expectativa en otros partidos, hoy vuelven al PRI esperando el trato de hijo pródigo. Naturalmente estos advenedizos resultan más cómodos que aquellos que desde los órganos destinados para ello cuestionan el sendero que el partido ha decidido recorrer y quienes lo acompañan. Las voces que buscan reflexionar son (somos) incómodas y es más fácil clasificarlos como tal y ponerles adjetivos que prestar atención a sus inquietudes.

Cada día son más las voces que con prudencia y discreción cuestionan su militancia, que se plantean abandonar a su partido sin estridencias, con la serenidad de saber que simplemente ya no tienen compatibilidad ni cabida, que los ciclos se están cerrando; pero que además son conscientes de que serán inmerecidamente tachados de traidores, de abandonar el barco, de no estar en el peor momento, y ese es un error garrafal. Hay que ser muy claros, no todo el que se va es traidor, no todo el que permanece tiene compromiso con el partido. A veces, irse puede ser la muestra más clara de congruencia y responsabilidad política.

Tristemente, en el PRI de hoy se oye para contestar e insultar, no se escucha para entender y aprender.

 

Ya de ser una oposición responsable y cercana a la gente ni hablamos…