Repaso - Zapata hace dos años
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
Hace dos años se conmemoró el centenario de la muerte de Emiliano Zapata y como si nada hubiera pasado en el ámbito gubernamental, dado el desinterés de esta gestión sexenal por la historia morelense y particularmente por Emiliano Zapata Salazar.
Desde entonces advierto la grisura en esos menesteres de Luis Arturo Cornejo Alatorre, secretario de Educación en Morelos. No se diga del gobernador y de su cohorte principal. Sólo los he visto en algunas ceremonias o actos protocolarios para cumplir deshonrosamente con el compromiso. En las mismas he visto a Eleacín Salgado de la Paz, director general del Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM), así como a la caterva de funcionarios del sector educativo que poco aprecian el patrimonio histórico de los morelenses.
Eso sí, recuerdo que estuvieron puntuales cuando vino Pablo Moctezuma Barragán a presentar su libro “La vida y la lucha de Emiliano Zapata”, cuya primera edición data de 1994. El acto tuvo como sede el hermoso y funcional Centro Cultural Teopanzolco, lo que habla de la importancia y el interés que recibió de la clase burocrática y política, encabezada por el gobernador de facto, José Manuel Sanz. Quizá lo que influyó para atestiguar tan “ilustre” concurrencia de turiferarios en ese recinto cultural de lujo, fue que el autor es el hermano del que fuera secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán.
En cambio, tengo la certidumbre de que, para la inmensa mayoría de esos funcionarios, incluidos desde luego los responsables de la educación pública en el estado, pasaron inadvertidos otros estudiosos de primer nivel. Por ejemplo, para nada se les vio cuando estuvo por acá el fallecido Francisco Pineda Gómez, considerado como uno de los más acuciosos y serios investigadores del movimiento revolucionario del sur, dedicación que se vio traducida en cuatro excelentes libros publicados en un periodo de 30 años.
Evidentemente el desdén de los funcionarios de marras, mezclado con su ignorancia supina, los hace suponer que con acudir a algún desfile o presenciar un acto conmemorativo, ya cumplieron con su deber institucional. La idea de asumirse morelense desde las raíces patrimoniales e históricas que tenemos, no les cabe o no les llega o les vale una pura y dos con sal. Por eso, si en las escuelas se ha hecho algo al respecto, se debe al trabajo de los maestros, a su convicción de fomentar las ideas, los símbolos, los personajes que han contribuido para que Morelos sea la tierra matria que debemos abonar con nuestro respeto y querencia.
Alguna vez un grupo de maestros, adscritos en una escuela que no tenía edificio
porque era de reciente creación, vimos cómo, durante los honores a la bandera que hacíamos en plena calle, un señor de cierta edad que iba pasando por allí se detuvo y respetuoso se quitó el sombrero; en cambio dos jovenzuelos, irrespetuosos, atravesaron la calle en bicicleta, mientras los allí presentes entonábamos el himno nacional.
¿Qué está fallando?, nos preguntamos posteriormente. ¿Por qué entre los jóvenes se da ese desapego a lo nuestro, a lo que es la base de nuestro sentido de pertenencia y de nuestra identidad como personas?
Hace dos año también, durante una agradable charla con Snaider Herrera Pérez, joven estudiante de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), unidad Ayala, quien elaboraba un trabajo sobre la educación durante el zapatismo, se dijo sorprendida de la indiferencia de temas relacionados con la circunstancia regional.
El problema, asentí, es muy grave. Particularmente, porque pocos voltean hacia las necesidades de las instituciones escolares. Cuando se implantó en la educación secundaria la asignatura “Morelos, nuestra riqueza patrimonial”, a los burócratas del sector para nada se les ocurrió que deberían de haber apoyado a alumnos y docentes para acercarles, cuando menos, el acceso a las fuentes informativas o a algún material didáctico pertinente.
Pasa el tiempo y las cosas siguen igual o peor. Desde las esferas gubernamentales o desde los grupúsculos que tienen el control del servicio educativo, principalmente pero no de manera exclusiva en el nivel básico, la negligencia, la ignorancia, lo descastado, imperan e influyen para que la savia morelense esté lejana de las funciones que deben cumplir.
Por eso, hasta donde estoy enterado, a los jerarcas educativos en el estado no les interesó ni les interesa en lo absoluta el fomento al legado de Emiliano Zapata mediante actividades formativas y no únicamente conmemorativas. Insisto: si el centenario luctuoso del célebre hombre de Anenecuilco pasó inadvertido en las escuelas, el mérito lo tienen las maestras y los maestros de grupo.
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