Punto Kairo - Jóvenes sin tregua
En opinión de Juan Salvador Nambo
Lo peor que podría pasarles a los jóvenes que han sufrido alguna forma de violencia es convertirse en victimarios, agresores, personas sin escrúpulos. En México y el Mundo ha quedado en evidencia a través de distintos medios, principalmente los digitales, las mil caras de una violencia ejercida y sufrida por dicho grupo de la población, la cual parece mutar y convertirse en un problema público que se agudiza en cada generación.
El combate a la impunidad de delitos cometidos contra jóvenes y niños tendría que ser una prioridad más que incluso los programas asistenciales, especialmente considerando que es este sector el que opera en México al crimen organizado, basta con ver la nota roja del país para darse cuenta de que las ejecuciones y detenciones de personas que cometieron algún delito de impacto tiene apenas la mayoría de edad.
La literatura sobre violencia en el mundo revela que hay jóvenes guerrilleros convertidos en veteranos de guerra, iniciándose en esta actividad a los 14 años, jóvenes que se revelan lanzando piedras contra ejércitos, jóvenes porros utilizados como fuerza de choque, jóvenes delatores y terroristas en primera línea de frente de conflictos étnicos y políticos; jóvenes sicarios del narcotráfico de vida breve y vertiginosa; jóvenes que se reúnen en barras bravas para exorcizar su rabia y alimentar su esperanza; jóvenes asesinadas y asesinados; jóvenes que resisten en el ciberespacio.
El título de la siguiente columna toma como referente la obra de Ferrándiz y Feixa (Eds.): “Jóvenes sin tregua. Cultura y políticas de la violencia” en el que los autores abordan la violencia juvenil a partir de la presentación de una serie de estudios etnográficos que cubren un amplio espectro geográfico y cultural que permiten ver lo que ya era evidente: la participación de la juventud en todos los ámbitos sociales y de violencia existentes, especialmente aquellos más visibles como los arriba mencionados.
Con lo anterior, los autores pretendían situar a la sociedad frente al espejo, para intentar formular mejor las preguntas sobre las culturas y las políticas de la violencia juvenil contemporánea, preguntas que en la actualidad son más que pertinentes y que retoma diversas expresiones de la violencia: bélica, guerrillera, terrorista, política, cotidiana, deportiva, ritual y mediática.
Hasta hace un par de décadas, las noticias de nota roja ponían en evidencia casos que parecían aislados de jóvenes que eran afectados por la violencia en sus diferentes formas, principalmente cotidiana: tanto en su contra, como perpetradores y, al final como homicidas, es el caso de un joven a quien llamaremos Iván “N”.
En una época en la que los reporteros de la fuente éramos llamados a las salas de prensa a cubrir, casi a diario, la detención de algún presunto responsable en Morelos, a quien se le colocaba frente a los logotipos de la institución, en un lugar hecho justo para eso, y a quien podíamos hacerle una breve entrevista, tomarle fotografías y videos, se logró recuperar el testimonio de un joven detenido por homicidio quien confesó haber hecho lo que hizo debido a la impunidad prevalesciente, según consta en la averiguación previa SC/13ª/7665/05-01:
“Yo conocí a un amigo del doctor, fue quien me invitó a trabajar de chofer… entonces, nos invitó a Cuernavaca. Cuando fuimos a Cuernavaca ahí nos quedamos la noche los tres: el doctor, su amigo y yo. Después de esa noche nos paramos, desayunamos y al medio día se fue el amigo del doctor.
“Después el doctor de acá de Cuernavaca me dijo que ya sabía a lo que iba, entonces me dijo que me quitara la ropa o me iba a romper la madre… me quité la ropa y los zapatos y después me metí a un cuarto y de ahí me encerré bajo llave y estuve dos días. Después logré salir, pero regresé con mi hermano, le dimos en la madre y le robamos el carro.
“¿Por qué matar al doctor y no denunciarlo? -preguntó uno de los reporteros- Porque yo de chamaco me violaron, denuncié y en 15 días salió. Y si lo hacía iba a salir igual”.
La atención a las juventudes, especialmente a los varones, es un tema pendiente de política, pese a que toma cada vez más fuerza el tema de las nuevas masculinidades, el cual parece no ajustarse a las condiciones reales en las que viven. Además, se da por hecho que por entrar en una edad madura las juventudes tienen la capacidad de decidir y autorregularse; sin embargo, tal y como se ha demostrado en el homicidio de jovencitas es cierto que esto no está claro y se ponen cada vez en más riesgo, incluso desde lo cotidiano.
Ferrándiz y Feixa lo dejan en claro: “La violencia cotidiana es un disolvente de la integridad humana (…) y pocas veces, si es que alguna vez ha ocurrido ennoblece” (2005, p.32).
Comentarios: juan_nambo@hotmail.com
Jóvenes Sin Tregua