Juego de Manos - Sleepy Joe vs TanTrump
En opinión de Diego Pacheco
Después de casi una semana de espera, de darle constantemente al “refresh” del navegador, hacer cuentas con votos electorales y apostar sobre si Georgia o Pensilvania se pintaban de azul; Joe Biden se convierte en el 46º presidente de los Estados Unidos de América —y, de paso, el candidato presidencial más votado en la historia de nuestros vecinos del norte—.
Esta votación y sus resultados son curiosos por más de un motivo. En primer lugar, porque las encuestas previas a la elección daban una victoria cómoda al candidato republicano, parecía ser que el desgaste que tenía Trump era suficiente para que el triunfo de Biden se oliera a la distancia; no obstante, los sabuesos se equivocaron, al ser esta una elección cerrada, tortuosa y difícil. A pesar de los innumerables errores, nuestro presidente menos favorito del mundo seguía contando con seguidores en su tierra.
Por otro lado, es interesante observar la enorme participación ciudadana que tuvo esta contienda, no solo de manera física, sino también en su modalidad a distancia a través del correo. A pesar de que Estados Unidos encabeza las listas mundiales de fallecimientos (+238 mil) y contagios (+10 millones) por covid-19, hubo más de 140 millones de personas que ejercieron su derecho al voto (hasta el momento en que se escribe esta columna). Después de todo, el miedo nos mantiene en casa, pero el descontento y hambre de cambio nos hacen salir a buscarlo.
Finalmente, vale la pena destacar el resultado de la elección porque nos demuestra que los discursos antisistémicos y políticamente incorrectos comienzan a perder fuerza. Podemos recordar hace unos años como el entonces candidato Donald Trump no encontraba dificultades para atropellar mediáticamente a su oponente, Hillary Clinton, a partir de descalificaciones, falacias y una lluvia de noticias falsas (y la pobre no llevaba paraguas).
Esta vez, la situación fue radicalmente distinta. El oponente gris del candidato naranja fue un elemento efectivo para contrarrestar la volatilidad de Trump. Inclusive en los debates, la fórmula predilecta del presidente —basada en interrupciones y un sinfín de mentiras— le resultó contraproducente, puesto que era señalado como el perdedor de los encuentros.
Aunado a ello, hay que observar la sofisticación que han tenido las redes sociales en cuanto a la detección y señalamiento de mentiras e información engañosa. Las estrategias que constaban en desprestigiar al oponente a partir de señalamientos falsos (saludos, Hillary) fueron superadas por alertas como “Alguna parte o todo el contenido impartido en este Tweet ha sido objetado y puede ser engañoso respecto de cómo participar en una elección u otro proceso cívico”.
Las personas se cansan de los “personajes” haciéndola de políticos. El constante estado de alerta y la incesante búsqueda de relevancia en la agenda pública son desgastantes para el sistema político y, más temprano que tarde, exigen a la ciudadanía buscar un refugio que les asegure estabilidad y desarrollo, antes que gritos y promesas. Finalmente, el pueblo no come de palabras vacías.
Debemos apostar por la capacidad encima del carisma, cualquiera puede aprender a saludar y estrechar manos en campaña; no obstante, la administración pública no es algo que se deba aprender sobre la marcha, hay demasiadas vidas de por medio. Seamos responsables con nuestro voto.
Estas elecciones, si bien se dan en un contexto completamente distinto al nuestro, tienen una cierta utilidad como ejemplo del desarrollo electoral en un contexto pandémico. Esperemos que los avances digitales se repliquen en los procesos que vendrán en el 2021 y que, de una vez por todas, dejemos atrás al oportunismo político del espectáculo mediático. Establezcamos una meta de personas capaces, comprometidas y honestas para ocupar los cargos públicos. Si nosotros, en nuestro carácter de electores, no ponemos la vara alta, seguiremos viendo actores de paso tomando las decisiones del lugar en donde vivimos de fijo. Aguas.
Son los papás
La semana pasada, Estados Unidos abandonó oficialmente el Acuerdo de Paris, esto a tres años de que el presidente Donald Trump hiciera de esto una promesa (porque el calentamiento global no existe, son los papás). Así, el segundo emisor de gases de efecto invernadero a nivel mundial dejó atrás el esfuerzo multinacional por combatir de lleno el cambio climático.
No obstante, el ahora presidente electo, Joe Biden, ha manifestado en diversas ocasiones una postura opuesta a la de su predecesor; al reconocer, de inicio, el problema medioambiental que enfrentamos como planeta y la urgencia que existe por encontrarle solución.
Asimismo, el candidato de la sonrisa de fuckboy señaló durante su campaña que, de llegar a la Casa Blanca, reincorporaría a EE. UU. al Acuerdo de Paris e implementaría un plan para que, a más tardar en 2050, su país alcance un 100% de uso de energías limpias y un 0% de emisiones de gases de efecto invernadero. La vialidad y el compromiso con esta causa estarán por verse.
Por cierto
Con la victoria de la fórmula Biden-Harris, Kamala Harris hizo historia al convertirse en la primera mujer, la primera persona afroamericana y la primera persona de ascendencia surasiática en ocupar el puesto de vicepresidenta de los Estados Unidos. Un gran logro para la representación y la inclusión en la esfera política más alta de nuestros vecinos del norte. Como bien lo ha mencionado la senadora estadounidense, si bien puede ser la primera en muchas cosas, se debe trabajar para que no sea la última.
Por otro lado, Joe Biden —demócrata moderado— se posicionó en la agenda pública (local y externa) como el opuesto total de Donald Trump, callado, mesurado, lento; no obstante, no perdamos de vista que las decisiones que vaya a tomar seguirán centradas en la prosperidad de los Estados Unidos, cueste lo que cueste.
La victoria de Biden no debe traducirse como un triunfo en México porque, si bien si cuenta con factores positivos para nuestro país, porque debajo de los discursos de unidad y de apuesta a la construcción de puentes internacionales, sigue estando el mismo país que apuesta por la guerra y el capitalismo abusivo para llegar a sus objetivos. No confundamos alianzas con amistades, o diplomacia con alianzas. Mucho ojo.
¿El lobo vestido de oveja somnolienta?: