José y los desaparecidos
En opinión de Aura Hernández
“(..) No hacía falta venir hasta aquí para comprender que el optimismo es una práctica más cómoda para los felices de este mundo (…)”
Emmanuel Carrére
Lo conocí hace más de treinta años mientras mantenía una huelga de hambre y yo era una transeúnte despistada que estaba conociendo las tierras zapatistas. Entonces no tenía conciencia de las implicaciones que en el país de la “dictadura perfecta” tenía defender los derechos humanos, por lo tanto, tampoco medía los alcances de su lucha, que en esa época era casi clandestina y en la que una huelga de hambre era una situación extrema.
No recuerdo la causa exacta de su protesta, pero como ciudadana de origen en ese sector marginal que intuí José defendía, sentí una gran simpatía por él y mi solidaridad fue instantánea. Después la vida nos llevó a coincidir, el caso de la desaparición forzada de José Ramón García Gómez fue una de esas coincidencias.
Gracias a él tuve el privilegio de conocer a personas extraordinarias, como las feministas Silvia Marcos y Marcela Lagarde, a Nawal El Sadawi la psiquiatra egipcia respetada y conocida en el mundo entero por su defensa de los derechos de las mujeres en el mundo árabe, al certero politólogo y profesor emérito de la UNAM Octavio Rodríguez Araujo, a Erick Toussaint quien encabezó en el mundo la lucha por la abolición de la deuda del Tercer Mundo, al extraordinario periodista José Reveles, a Ignacio Suárez Huape, a Edgar Sánchez, a la antropóloga Aída Hernández Castillo y por supuesto a Rosario Ibarra, la Grande, entre otros.
Por José y la organización que fundó con un grupo de luchadores sociales en 1989, me involucré en la defensa de las personas privadas de su libertad a través de la denuncia de las condiciones infrahumanas y de violencia que se vivían en los centros de reclusión del estado. Por José y su compañera de vida y de luchas a Juliana García me acerqué al movimiento jaramillista, del que por más de 10 años me ocupé en su estudio y conocí a seres extraordinarios como Don Mónico Rodríguez y su familia y ni que decir del Don Félix Serdán.
Pero no solo por eso José se convirtió en una persona entrañable para mí. Sin negar que nuestra amistad ha pasado también por pruebas y lejanías, por diferencias de opinión y por barreras que hemos podido salvar para fortuna mía, en todo este tiempo las razones de mi fidelidad están sustentadas en tres cualidades de lo que yo creo, son sus mejores prendas: su autenticidad, su sencillez y su coherencia.
En una vida consagrada a la defensa de los derechos humanos en las que, por la misma razón, tejió sin duda alianzas y enemistades, resultaba lógico que la llegada de sus compañeros de lucha a encabezar la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) a José le tocaría un papel protagónico, ahora desde la institucionalidad.
Y ocurrió así cuando la titular del organismo nacional de defensa de los derechos humanos lo convocó para hacerse cargo de un área, que tiene que ver precisamente con el tema de los desaparecidos en México y que tiene a su cargo el expediente de los jóvenes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa.
Hace unos meses, incómodo en la burocracia, pero sobre todo incómodo con la gestión de Rosario Piedra, José volvió de nuevo a su verdadera piel, a la lucha desde la sociedad civil, no sin denunciar públicamente sus desacuerdos y por ello es perseguido penal y administrativamente, con un encarnizamiento que envidiaría hasta Luis Echeverría.
La persecución a José ocurre precisamente en este momento en que la situación es tan grave que el Comité de Desaparición forzada de la ONU realiza una visita a México, y muchos sabemos que cuando algo así sucede en cualquier parte del mundo significa que las cosas no podrían estar peor. Y en ello, la institución que lo persigue, debería tener un papel más protagónico en esta catástrofe humanitaria, que parece no tener. Ayer tocó al horror de las fosas clandestinas y campos de exterminio en Yecapixtla Morelos.
Muchas organizaciones defensoras de derechos humanos se han pronunciado en contra de lo que podría considerarse una venganza contra de José por haber hecho públicos los desacuerdos que dieron origen a su separación del cargo y han solicitado imparcialidad a los órganos que tienen en sus manos el caso que se ha judicializado y tendrá que llegar a una resolución final.
Seamos optimistas, esperemos no sea desproporcionada y que en la deliberación se considere, algo aparentemente subjetivo, como lo es su legado histórico en la defensa y promoción de los derechos humanos.