Juego de Manos - Payaso de rodeo
En opinión de Diego Pacheco
A una semana del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, ya tenemos los primeros indicios de lo que podría ser la relación entre los países de América del Norte y, para interés particular de este columnista, la relación bilateral entre México y los Estados Unidos. Pero no solo eso, el retorno de Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha sido el catalizador para que países de la regio adopten medidas alineadas (por casualidad o por causalidad) a la linea trumpista. Vamos por partes.
Desde el día uno, el nuevo mandatario de EE. UU. ha llevado a cabo acciones contundentes que mapean la trayectoria que seguirá este país durante los próximos cuatro años. Respecto a la relación particular de nuestro país con los vecinos del norte, se ha hecho hincapié en problemáticas que vive EE. UU., y que Trump señala como causante a México: la migración masiva latinoamericana, la crisis de salud pública derivada del consumo de fentanilo, y amenaza de los carteles mexicanos sobre la seguridad y el bienestar de la población estadounidense.
Al respecto, Trump firmó un documento mediante el cual da inicio al proceso para declarar a los carteles mexicanos como organizaciones terroristas. Durante la firma, el mandatario declaró que no descarta la posibilidad de enviar tropas estadounidenses a suelo mexicano, pues “cosas más locas han pasado”. Vemos. Por otro lado, EE. UU. también ha dado inicio a una serie de deportaciones masivas de migrantes, y se ha encontrado con naciones latinoamericanas que no han dado autorización para que las aeronaves utilizadas para este fin aterricen en su territorio.
A ello hay que sumarle la firma del decreto para “Defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurar la verdad biológica en el gobierno federal”, mediante el cual la federación de los Estados Unidos reconocerá únicamente dos géneros: hombre y mujer. Quizá, a primera vista pareciera como si el nuevo gobierno estadounidense es punta de lanza en las acciones para retroceder a los triunfos en materia de derechos humanos, pero, lamentablemente, no es así.
Un ejemplo cercano, temporal y espacialmente, es el ocurrido en el Foro Económico Mundial en Davos, donde el presidente de Argentina, Javier Milei, se lanzó en contra del Foro y de las corrientes en pro de la diversidad sexual identitaria. “[…] la homosexualidad es pederastia”, fue tan solo una de las declaraciones que hizo el dirigente sudamericano. Esto es peligroso, pero ahí o termina esta historia. También, el gobierno de Milei ha declarado que, a través del Congreso, buscará eliminar la figura del feminicidio del código penal, bajo el argumento de una mayor igualdad ante la ley. Esto desestima por completo las condiciones particulares que constituyen un feminicidio, así como el contexto de violencia que lo origina (y que es raíz de la existencia de estas medidas).
Nayib Bukele —dirigente de El Salvador, elogiado por el presidente Trump— ha emprendido desde su llegada al poder una política de seguridad, que consiste en la persecución y encarcelamiento masivo de personas con una presunta participación dentro de pandillas delictivas. Este plan ha generado críticas y alabanzas, pues mientras el índice delictivo en el país ha disminuido de manera considerable —pasando de 6,656 homicidios en 2015, a 114 en 2024, de acuerdo con cifras oficiales—, también se han implementado procedimientos que desestiman los derechos humanos de las personas salvadoreñas ante la estrategia de seguridad, lo que lleva encarcelamientos de personas inocentes y la muerte de personas en custodia de las fuerzas de seguridad. Entonces, ¿éxito o fracaso en la estrategia de seguridad?
Esta tendencia de reversa sobre las acciones emprendidas en virtud de los Derechos Humanos a nivel regional y mundial, no nace de la llegada de Trump al poder, sino que es una corriente alrededor del mundo que explica, en parte, la victoria de contendientes políticos de derecha alrededor del globo.
Qué sucede, el comportamiento social se asemeja al de un péndulo, la estabilidad y la medianía son escasos. Las tendencias hacia uno u otro lado del pensamiento se balancean, con el tiempo, de lado a lado. Pero ojo, esta tendencia de retroceso a los avances en materia de derechos humanos, que avanza en paralelo del crecimiento de figuras de derecha en el tablero político internacional, no es uniforme ni permanente. Como mencionaba, la dinámica política es pendular, oscila entre los extremos políticos que entendemos como izquierda y derecha. En la misma región podemos observar a México o a Brasil, como países en los que la izquierda crece en simpatía.
La actividad pública y, más aún, la política, se nutre y sobrevive de promesas y esperanza. Este es el combustible que impulsa a personajes e instituciones a puestos de poder, y a la ciudadanía a ejercer su voto y mostrar su apoyo hacia quien le parezca una mejor opción (por las razones que sean). Este sistema de popularidad tiene una falla fundamental: de todas las promesas que se hacen, son pocas las que podrán cumplirse, y de todos los problemas que existen, serán pocos los que podrían resolverse (o contenerse).
De ahí que la confianza en las instituciones caiga y las opiniones cambien. A esto hay que agregarle el momento de alta conectividad que permite criticar, señalar y proponer de manera masiva; lo que complica aún más la difícil tarea de gobernar y mantener la simpatía de las personas —y por lo cual son muchos los gobiernos que le apuestan a la comunicación política como eje central de su gobernabilidad—.
Lo que estamos viendo en al norte y al sur de la frontera no es más que un movimiento natural de la opinión pública. Es un síntoma de los errores de las administraciones anteriores, que fueron explotados por los nuevos gobernantes. La historia nos dice que, así como se dieron pasos agigantados en materia de derechos humanos, hoy se les busca dar revés, junto con aquello que caracterizó a las administraciones pasadas (y vicersa, en espacios donde los derechos humanos se vieron vulnerados en administraciones anteriores, como es el caso de México). Este Payaso de Rodeo que se baila sobre el tablero político puede ocurrir una, y otra, y otra vez, mientras los bandos no se cansen de bailar. Así es esto.
Por cierto
La copa mundial de la FIFA 2026 se celebrará en México, Estados Unidos y Canadá. Como coanfitriones de esta magna fiesta deportiva, México pondrá la sede de la inauguración de la competencia, en el Estado Azteca, en la Ciudad de México.
Esta se pronostica como un magno evento internacional que generará una importante derrama económica en los países involucrados. En un Juego de Manos anterior, este columnista hablaba sobre la importancia de generar alianzas estrategias interestatales, con la finalidad de brindar apoyo a las entidades sede y, a su vez, compartir los beneficios económico a través de planes de transporte, paquetes vacacionales y campañas turísticas dirigidas hacia dos sectores: quienes vendrán a México y solo presenciarán los juegos en este país, y aquellos que haya una visita exprés y continuarán con el recorrido de la copa del mundo.
Bien, hace unos días dimos con la noticia de que el aeropuerto de Cuernavaca formará parte de los aeropuertos de la zona centro que recibirán a los atletas durante esta primera etapa de la copa del mundo. Está es excusa suficiente para apostar al desarrollo de productos turísticos, el embellecimiento urbano y campañas de comunicación que promuevan a nuestra entidad como un destino atractivo a menos de una hora de la Ciudad de México.
Hay mucho por hacer