Itinerario Hacia La Escritura - Acerca del suicidio
Alejandro Cruz Solano en Cultura
Se define el suicidio como una acción humana destinada a la clausura voluntaria del tiempo individual.
El acto del suicidio se inscribe en un tiempo social y por lo tanto es un acto comunicativo. Esta acción que clausura la vida, que la cierra para siempre no es una enfermedad, sin embargo, está relacionada con los trastornos de la vida moderna o como diría Emile Durkheim “todos los suicidios son perturbaciones en la relación entre el individuo y la sociedad”. Suicidio es una derivación de la palabra homicidio.
Homicidium está compuesto de dos términos: homo, hombre; cidium, acto de dar muerte. En la palabra suicidio se sustituye el término homo (hombre) por sui que significa sí mismo.
Sin embargo, es una equivocación hacer una analogía entre el acto de darse muerte y el acto de matar a otro: aquel que elige morir no daña a nadie, sólo decide por su propia vida.
Por eso Francisco Pereña propone hablar de muerte voluntaria y no de suicidio, para evitar así un sesgo religioso o médico.
Elegir el suicidio o como ya se señalaba anteriormente, la muerte voluntaria, es elegir la puerta de la nada, no quiero nada, no quiero vivir nada, no deseo nada, enunciados que evocan el culto a la muerte que me separa de la vida, la muerte es un separador que manifiesta la esencia de un vacío donde el sujeto ha perdido las referencias que lo ligaban al “sentido” de la vida.
Es importante comprender que, la sintomatología depresiva surge progresivamente de patrones cognitivos distorsionados a través de una visión negativa de sí mismo, de una tendencia a interpretar las experiencias de una forma negativa y de una visión negativa del mundo.
El mundo moderno ha orientado sus fuerzas a una individualización pasiva de consumo y debilidad y anonimato.
Cuando el otro decide morir su muerte nos enfrenta a la herida del narcisismo (nuestro vínculo no fue suficiente para que la persona amada viva), a la soledad (ya no estamos con el ser querido que ha decidido ya no estar en el mundo), a la propia posibilidad de morir (su muerte hace que nos preguntemos si queremos vivir). ¿Cómo sobreponerse a esto?
No toda muerte crea duelo. Sólo hay duelo cuando hay amor. Lévinas dice que el mayor temor del ser humano no es la muerte propia sino la del amado. La anticipación a la propia muerte genera una situación de angustia, pero no una afectación —un muerto ya no siente—.
La muerte de un ser querido sí afecta: duele. Amar a alguien significa que su muerte nos afecta más que la propia (Lévinas, 2008).
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