El tercer ojo - Una pequeña digresión sobre la epidemia y pandemia del covid-19. A propósito de la publicación del documento «la gestión de la pandemia en México: análisis preliminar y recomendaciones urgentes” (tercera y última parte).
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
Antes de continuar y cerrar la serie que precede a esta digresión –no ya tan breve—sobre COVID-19 y sus consecuencias para América Latina, según la CEPAL, terminaré el análisis del documento «La gestión de la pandemia en México: análisis preliminar y recomendaciones urgentes».
En las dos colaboraciones precedentes he presentado algunos de los elementos fundamentales de las premisas que “sustentan” el contenido de dicho documento.
Expresaba que el primer punto del análisis tiene que ver con la Vigilancia Centinela de la Infección Respiratoria Aguda Grave (IRAG); asimismo, los firmantes del documento resaltaban el siguiente elemento de juicio: al primer punto “se añadió una novedad: un «modelo matemático predictivo» que ayudaría a estimar la evolución del virus en la población nacional”; y, en tercer lugar, señalamos que, con base en estos elementos, “se calculó que el llamado contagio comunitario de la covid-19 se iniciaría en nuestro país durante los últimos días de marzo de 2020”.
Ahora sí, entraremos en la cuestión nodal de la argumentación.
El elemento nodal de la crítica se halla en: “La decisión de no hacer pruebas, hacer pocas o las menos posibles, es incomprensible desde el punto de vista médico y científico, pues la escasa información sobre el comportamiento real de la epidemia se subsana, precisamente, acudiendo a la búsqueda de la población afectada (…) En México, sin embargo, la ruta fue otra: tomar decisiones a partir de la información
“que llega al sistema”, la de los enfermos atendidos en centros de salud, clínicas y hospitales, la de los datos captados por el modelo centinela y que nutren a los modelos predictivos”.
A partir de aquí, dicen los firmantes, una serie de yerros, omisiones y ausencia de decisiones claras, colocaron a México en el drama de hallarse ante una emergencia sanitaria nacional sin ser claramente atendida, un proceso de contagios y muertes que, de haber actuado de otra manera, se hubieran evitado o disminuido significativamente.
Entre estas cuestiones podemos enunciar:
- La decisión de no hacer pruebas, hacer pocas o las menos posibles.
- Tomar decisiones a partir de la información “que llega al sistema”, la de los enfermos atendidos en centros de salud, clínicas y hospitales, la de los datos captados por el modelo centinela y que nutren a los modelos predictivos.
- A los datos escasos y deficientes se agrega una comunicación que progresivamente ha perdido su credibilidad dadas sus previsiones fallidas, los pronósticos incumplidos, las frecuentes contradicciones y la falta de transparencia.
- Un grave retraso en la actuación de la autoridad sanitaria nacional; el Consejo de Salubridad General apareció tarde y de manera errática. Con ostensibles diferencias frente a la Secretaría de Salud y con graves problemas de definición, perspectiva y técnica jurídica.
Como podemos admitir, reconocen los firmantes del documento, “la ejecución de las medidas de aislamiento social (la política económica que la sostenga), junto a la preparación sanitaria y hospitalaria se convierten en factores determinantes de la lucha contra la covid-19”; sin embargo, aquí también se mostró deficiente y tardía la decisión.
Para rematar las críticas, se adiciona la cuestión del cubrebocas como táctica esencial en el control de la epidemia y del no reconocimiento de transmisión por quienes se mostraban “asintomáticos”.
Es decir, todo estuvo mal y con implicaciones políticas y jurídicas para los responsables de atender esta emergencia nacional.
Las tasas alarmantes de transmisión, hospitalización, mortalidad y letalidad debidas, además de la presencia del virus, no dudan en absoluto quienes firman el documento, se debe a las irresponsabilidades, omisiones y equívocos –los menos—, de las autoridades en turno, expresarán las autoridades de otros tiempos que nada hicieron para tener un sistema de salud robusto y de calidad, y sí lo debilitaron y privatizaron.
A modo de conclusión de su análisis expresarán sin tapujo alguno: “La estrategia principal para controlar la pandemia fracasó” y agregan, ello debido a lo que antes resaltamos.
Una vez que presentaron este panorama aterrador exponen una serie de “sugerencias” o “recomendaciones” para, ahora sí, llegar a “un segundo intento de control de la Pandemia”. Quiero pensar que se refieren a la epidemia en México, porque la Pandemia es mundial y ello requeriría que la OMS y las demás naciones del orbe consideraran estas “sugerencias” como atinadas y pertinentes para todos y cada uno de ellos.
Primero, dicen: “Prepararse para convivir con el virus durante un largo tiempo (…) El regreso a clases (bajo las modalidades que sean) y la desescalada que estamos protagonizando en todos los órdenes de la vida social, nos revelarán todo el potencial destructivo de la pandemia. Incluso, no puede descartarse un nuevo confinamiento en el futuro cercano, sea a escala nacional o subnacional. Para evitarlos es preciso diseñar escenarios diversos de apertura, convivencia social, reglas y obligaciones que entrenen y eduquen a la sociedad mexicana para un periodo prolongado de cohabitación con el nuevo coronavirus. En agosto, la oms ha declarado que el control de la pandemia en el mundo, haciendo bien las cosas, ocurrirá en el plazo de dos años”.
Segundo. Es preciso ejecutar una campaña nacional de pruebas, tanto de infección (pcr) como de anticuerpos (serológicas), todo lo amplia que nos sea posible para alcanzar un nivel de representatividad suficiente y conocer el movimiento real que el nuevo coronavirus ha desplegado en la sociedad mexicana, así como realizar una encuesta serológica con representatividad nacional.
Tercero. Confeccionar e instrumentar un “Plan nacional de ocho semanas para controlar la pandemia” (que no precisan y queda únicamente en un enunciado).
Cuarto. Modificar la directriz “Si te sientes mal, quédate en casa” y mejorar y unificar la atención a los enfermos. Salvo el primer enunciado, el resto es una declaración más de intención.
En fin, con una serie de críticas, “a toro pasado” y relativamente fundadas terminan con unas “sugerencias” que son otras declaraciones de intención y no efectivamente planes de acción claros, plausibles e instrumentables; en verdad, me pregunto, ¿Con esto, en ocho semanas controlará México la epidemia?
Entrada de caballo y salida de burro.