Cuando sea demasiado tarde... - Crónica de un vuelo no anunciado.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde... - Crónica de un vuelo no anunciado.

Recuento ficticio. No me vayan a hacer un George Orwell, por favor.

 

            Venían en un sedán, un auto de línea económica, discreto y sencillo. Eran dos los hombres que venían en él, entraron al área de estacionamiento y eligieron un lugar, cerca de la agrupación de coches, pero no demasiado cerca de la entrada. Te dije que no trajeras esa pistola, le dice el conductor a su acompañante, vamos a pasar por varios arcos detectores y es posible que nos cateen antes de llegar a los aviones. El acompañante lo mira fijamente, sopesando la respuesta que no termina de formular. El tiempo se acaba, y el acompañante reconoce que no lleva la razón. Abre la guantera y deposita dentro la Glock 9 mm que había pretendido esconder en su cinturón. Ambos descienden del auto, retiran cada uno una pequeña maleta del portaequipaje, y caminan lado a lado hacia la puerta principal del Aeropuerto de la Ciudad de Cuernavaca.

            Los recibe un guardia de seguridad. El edificio parece estar en operaciones, pero hay sólo un puñado de vehículos en el estacionamiento y no hay nadie en el vestíbulo más allá del guardia y un viejo conserje que friega el piso cerca del ventanal del fondo. Ambos portan un gafete que los acredita como pilotos, ignoran por completo al guardia de seguridad y atraviesan el vestíbulo. El guardia de seguridad levanta la mirada, los mira con un poco de desdén y decide que la ropa que portan y los gafetes son suficiente acreditación. No les dedica una segunda mirada, y regresa su atención a la revista que tiene entre las manos. Los hombres se pierden detrás de una puerta, salen hacia la pista, y caminan firmemente hacia un edificio que se encuentra más hacia el extremo norte de la pista de aterrizaje.

            No hay mucho movimiento. La sección aduanera se encuentra totalmente vacía. Los primeros hangares están cerrados, pero el siguiente edificio tiene un poco más de actividad. Se acercan a una persona uniformada detrás de una ventanilla, y le declaran sus intenciones. Tienen instrucciones de abordar el avión número tal, estacionado fuera del hangar Z. La persona que se encuentra detrás de la ventanilla los mira, sin poder esconder su perplejidad. Desde que ocupa ese puesto, nadie había venido a pilotear una de las avionetas que no son de la escuela de aviación. El semblante en su rostro garantiza el éxito de la operación. El segundo hombre, el que se mantuvo callado durante la solicitud del vehículo, le habla con frialdad y firmeza al encargado. Mira niño, no tengo todo el tiempo del mundo para que te percates de que eres una cucaracha y no sirves para nada. Tienes tres segundos para correr, abastecer el avión de combustible, y dejarnos a nuestros preparativos del vuelo. El individuo no tiene tiempo para pensar, reaccionar, o darse cuenta de que acaba de caer en un juego que nunca antes había jugado. Inmediatamente asiente y corre a obedecer la orden. Los dos hombres se miran, y caminan en dirección de la aeronave.

            Todo ocurre en menos de tres minutos. Cinco, si tomamos en cuenta el tiempo que le tomó al muchacho retirar la manguera del combustible y cerrar las válvulas. Nada más terminó de cerrar la portezuela del depósito de la avioneta, e inmediatamente se puso en marcha el vehículo. La aeronave se acercaba a la pista de despegue, y le tomó un minuto entero al encargado cuestionarse si ya se habían puesto en contacto con la torre de control para su despegue. Era muy extraño el comportamiento de la aeronave, por lo general no despegan nada más terminar de cargar combustible. El avión ya había llegado a la pista y empezaba sus maniobras de despegue.

            El encargado corrió a su caseta, ahí había un teléfono. El tiempo que le tomó llegar del hangar a la caseta y descolgar el teléfono (¿cuál era la extensión de la torre?), el avión ya despegaba sus llantas del tarmac. La aeronave era de buen tamaño, pero es posible que no haya contado con radar, puesto que estuvo a escasos metros de colisionar con una pequeña avioneta de la escuela de aviación. Un joven recién egresado de la preparatoria que pretendía aspirar el sueño cuernavacense de convertirse en piloto en lugar de acceder a estudios universitarios, descubrió que uno puede producir una diarrea intensa en menos de los cinco segundos que le tomó recitar un Padre Nuestro completo.

            El vuelo transcurre sin más precedentes. Vuelan con rumbo desconocido, probablemente hacia la Sierra de Guerrero o de Oaxaca. Desde las alturas se alcanza a ver una pista de aterrizaje improvisada, tomó varias semanas y varios obreros retirar todas las piedras y aplanar lo más posible la pequeña sección de vegetación que se improvisó para este fin. La avioneta aterriza sin contratiempos, un pequeño grupo de camionetas y hombres esperaban al final de la misma. Bajo la luz del crepúsculo, los hombres trasladan bultos de lona, parecen ser pesados y algunos deben de ser portados por dos hombres, para trasladarlos de las camionetas a la avioneta. Después de una hora, la avioneta está cargada. El piloto, su acompañante, y dos hombres más ascienden, mientras el resto empuja el vehículo para volver a orientarlo en la dirección de la pista, con el fin de despegar.

            La avioneta nunca llega a su destino final. Aparentemente el recorrido fue largo y tuvo varias escalas. Los reportes indican que pudo haber llegado a Venezuela, y en su vuelo de vuelta a México se estrelló en la frontera, en la jungla. Todavía había algunas piezas de cargamento a bordo, al final el piloto y su acompañante venían armados, y había otras piezas de armamento sueltas en la cabina. Todo es un desastre, de los pasajeros adicionales no se sabe nada, no se encuentra nada. Simplemente una avioneta fue robada en Cuernavaca, para ser estrellada en la frontera sur del país.

            Creo que el papel del piloto le viene bien a Matt Damon, que parece que no rompe un rompe un plato. También de ese grupo de amigos, me gusta para el acompañante a Mark Walhberg, siempre he pensado que es mala idea contradecirle. Supongo que no se requiere de demasiado presupuesto, dado que casi toda la aventura ocurre dentro del avión. A ver si alguno de mis amigos cineastas se anima a explorar un poco más la idea.

            La delincuencia no ha muerto, y no se ve para cuando vaya a parar, ¿verdad? A ver si en la rifa de esta avioneta me gano una película.