El Tercer Ojo - historia de la medicina y de la relación médico-paciente (trigésima cuarta parte)
Hacia los orígenes y desarrollo de la psiquiatría, neurología y neuropsicología
En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara
Tratando de cerrar el capítulo correspondiente a la antipsiquiatría, no quiero omitir a Thomas Istvan Szasz (1920-2012), psiquiatra húngaro y profesor emérito de la Universidad de Syracuse, en Nueva York. Pese a no haberse declarado militante de esta corriente fue ampliamente conocido por la publicación de dos libros: El Mito de la Enfermedad Mental y La Fabricación de la Locura: un estudio comparativo de la inquisición con el movimiento de salud mental.
Hube conocido y leído El Mito de la Enfermedad Mental y, una década después, La Fabricación de la Locura, hacia el año de 1978. Era estudiante de la Facultad de Psicología en la UNAM, y también ya había conocido La Historia de la Locura en la Época Clásica de Michel Foucault, así como la Institución Negada, de Franco Basaglia.
Ya sabía de la actividad en este ámbito de la Dra. Sylvia Marcos y ya conocía el trabajo Razón, Locura y Sociedad, editado por Armando Suarez, y con trabajos de Franco Basaglia, Marie Langer, Igor Caruso, Thomas Szasz, Eliseo Verón y otros más, editado por Siglo XXI.
Thomas Szasz, en El Mito de la Enfermedad Mental, presenta una metáfora con la cual trata de representar un trastorno perturbador, que ha preocupado, a lo largo de la historia, a la psiquiatría y la psicología. En este texto el autor expresa que la esquizofrenia, presentada como si fuese una “enfermedad” en realidad, a pesar de que tanto la familia como las comunidades donde viven tales personas se comportan como si ésta existiera, no se puede sustentar la idea de que padecen una enfermedad. Thomas Szasz afirma que, para demostrar la existencia de una enfermedad verdadera, ésta debe poder medirse o demostrarse científicamente.
Según Szasz, como cualquier enfermedad, debe cumplir con el criterio de ser reconocida como una patología objetivamente existente, más allá de una votación que los miembros de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) admiten como tal.
Según Szasz, las “enfermedades mentales” no son enfermedades “realmente existentes”. La psiquiatría, sustenta Thomas Szasz, no es una ciencia, es una pseudociencia que “parodia la medicina” al utilizar términos, categorías y conceptos que utiliza la medicina; suena a medicina, parece medicina, pero no lo es.
Por otro lado, sostiene que la psiquiatría, además de ser una pseudociencia es un sistema de control social, idea con la cual concuerdan Franco Basaglia, Ronald Laing, David Cooper, Sylvia Marcos, Carlos Monsiváis, Armando Suárez, Néstor Braunstein, entre otros.
Según Thomas Szasz el Estado, así como los gobiernos que lo encarnan, se ha servido de ésta para el control social. Por ello, sin dificultad alguna, propone la necesaria separación de la psiquiatría y el Estado; el Estado, dice, no tiene derecho a imponer “tratamientos”. Sólo el consentimiento del paciente legitima cualquier tratamiento; de la misma manera, propone el “Derecho a Morir”; Szasz argumenta que la persona debe ser libre, sin coacción alguna, para elegir cuándo, de qué manera y dónde morir, sin interferencia de institución médica o de gobierno alguna.
En esencia, considera que el suicidio es uno de los Derechos Fundamentales del Ser Humano.
No cabe duda que su identificación con el movimiento antipsiquiátrico se debió a su propuesta de: “Abolición de la hospitalización psiquiátrica involuntaria”. Afirmaba que: “Nadie debe ser privado de su libertad a menos que haya sido encontrado culpable de un delito criminal”. Según este personaje, “privar a una persona de su libertad ‘por su propio bien’ es inmoral y éticamente inadmisible”.
A pesar de que Erving Goffman jamás se colocó dentro de la antipsiquiatría, la publicación de sus libros Estigma. La identidad deteriorada e Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, llevaron a muchos personajes a considerarlo dentro de esta corriente.
No puedo omitir aquí el papel que el séptimo arte jugó a este respecto. Puedo referir aquí tan sólo la película de Milos Forman, Alguien Voló sobre el Nido de Cuco o, mejor conocida como Atrapados sin Salida; puedo referir también La Consecuencia de Wolfgang Petersen o El Jugador de Ajedrez; finalmente, no quiero dejar de resaltar, del cineasta argentino Eliseo Subiela, Hombre Mirando al Sudeste.
(Continuará)