El Tercer Ojo - “Hablando se enciende la Gente”

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - “Hablando se enciende la Gente”

“No puedo

Dejar

De

Escribir

Porque

Si me

Detengo

Me alcanzo”

 

Efraín Huerta. Hándicap. Estampida de Poemínimos.

“Hablando

Se

Enciende

La

Gente”

 

Efraín Huerta. Pues sí. Estampida de Poemínimos.

Amables lectores que siguen leyendo, a pesar de todo, mis colaboraciones semanales en el El regional del Sur, y que se intitulan El Tercer Ojo. Esta ocasión me propongo distraer su atención con esta colaboración que lleva por título uno de los famosos Poemínimos del poeta guanajuatense Efraín Huerta, mejor conocido como el “Cocodrilo”. Así era conocido por el hecho de que él fue impulsor de Cuadernos del Cocodrilo.

En su momento, el propio poeta explicó de este modo sus Poemínimos: “…durante mucho tiempo, supuse con ingenuidad que estos breves poemas podían ser algo así como epigramas frustrados. Error. Mi hija Raquel (de 8 años), al leer algunos declaró lo siguiente: “Son cosas para reír”. Poco después, en la casa de un famoso pintor, Octavio Paz (58 años) lo definió de esta manera: ‘Son chistes’. Me alegró en extremo que, separados por medio siglo de experiencias y cultura, Raquelito y Octavio hubieran coincidido”.

Pues bien, resulta que el encabezado de esta colaboración y los epígrafes elegidos para presentar a ustedes la temática a abordar ahora parecieran ser, más que una reflexión seria, un chiste; sin embargo, lo trágico de este asunto es que representa muy nítidamente una fenomenología que podemos observar cotidianamente en las “famosas redes sociales” –Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, Linkedin—. Sin duda alguna, hoy por hoy somos testigos de la producción de textos breves, frecuentemente carentes de fundamentación y argumentos sólidos; los cuales recurrentemente suelen ser anatemas, calificativos o insultos dirigidos hacia reales o supuestos adversarios y, como es observable, se producen con una velocidad insólita y en cantidades que rebasan nuestra capacidad de seguimiento y tolerancia a la frustración. Pero aún más, estos, a su vez, se cargan de cantidades superlativas de “respuestas” del mismo talante.

Pareciera que, más de medio siglo atrás, el “Cocodrilo” Huerta fue un clarividente que expresó esa necesidad imperiosa de escribir a toda costa, sin importar de lo que fuese, en el Poemínimo Hándicap. Por su lado, en algunas charlas con “Don Goyo”, éste expresaba de algún modo esta necesidad irrecusable; decía: “Algo hay que decir”. Y, parece sumamente obvio que “algo hay que decir”, porque de lo contario, “me alcanzo”, remataba Efraín Huerta.

Empero, sin asombro o perplejidad alguna, vemos que quienes escriben y contra escriben los breves textos dentro de la vorágine de las “redes sociales” se “desgarran las vestiduras”, cual si fueran escribas o fariseos en disputas encendidas sobre algo que, más allá de tales discusiones, carecen de materialización efectiva en la acción política y se construye un sistema de “representaciones sociales” que, tanto colectiva como individualmente, encienden las hogueras de los odios y resentimientos que luego serán imputados a cada una de la figuras emblemáticas de los grupos que de uno y otro bando se disputan las narrativas que pretenden ser utilizadas como referentes creíbles y verosímiles de lo que ocurre dentro de nuestra atribulada nación.

No cabe duda de que lo que se halla en el centro del “debate” y la confrontación de execraciones es la narrativa y, desde luego, el sistema electoral que envuelve nuestra representación de la “Democracia” y que, aunada a tal narrativa, busca alcanzar un poder envenenado en sentido político, económico y jurídico.

Es evidente en esta hora que, otra vez, Efraín Huerta y sus Poemínimos se han tornado en el espejo que muestra nítida y transparentemente esta era de “desgarramiento de vestiduras”, de imprecaciones, maldiciones y excomuniones y, por qué no, de descalificaciones, de uno y otro lado, como si estos supuestos polos fueran la única e incontrovertible realidad sociopolítica.

Al burlarse e ironizar el aforismo de que “hablando se entiende la gente”, el “Cocodrilo” cambia espontáneamente sólo una letra del mismo, transforma entiende por enciende, y logra, sin habérselo propuesto en ese entonces, proyectar la imagen viva de lo que hoy podemos percibir; “hablando se enciende la gente”. Daría lo mismo si es escribiendo, pero el arte del Poemínimo está ahí. Está en el juego intelectual.

Sería admisible que, reconociendo el carácter artificial de estos fuegos incendiarios, pudiésemos avanzar hacia la construcción de un proyecto de nación que nos incluya generosamente, bajo un ideal de paz, justicia, dignidad, libertad, seguridad, fraternidad y el abatimiento de las relaciones de dominio-subordinación, la miseria y la explotación irracional de nuestro entorno y, naturalmente, del ser humano por otros seres humanos.