El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (décimo novena parte)

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (décimo novena parte)

Como hemos expuesto a lo largo de las dos últimas colaboraciones de El Tercer Ojo, el “nacimiento de la cirugía”, contra lo que pudiésemos pensar o creer, nunca tuvo el prestigio que hoy la coloca en los lugares preferenciales de las elecciones que los jóvenes estudiantes optan como carrera profesional.

 

Como podemos derivar de las dos colaboraciones precedentes, el nacimiento y desarrollo de la cirugía tuvo que librar una serie de barreras que obstaculizaron su crecimiento; en primer lugar, el desprecio que originalmente tuvo la colocó en el lugar de los barberos o peluqueros, como una actividad menor; en segundo lugar aún era desconocida la anestesia y la analgesia; la circulación de la sangre aún no era conocida, razón por la cual impedir que los pacientes se desangraran era sumamente complicado; el desconocimiento de los antibióticos colocaba a la práctica quirúrgica con otro riesgo, para esa época, insuperable: las infecciones. Quizá por ello sea necesario abordar estas cuestiones para poder favorecer las condiciones que permitieran el amplio desarrollo y el prestigio del que hoy goza la cirugía.

 

Como también presentamos en las colaboraciones precedentes, Andreas Vesalius y Ambroise Paré derribaron, cada quien a su manera, diferentes obstáculos para realizar la cirugía, como ya presentamos en el desarrollo de la anatomía, Vesalio mostró clara y nítidamente el interior del cuerpo humano, para que los cirujanos pudieran orientar su actividad práctica; mientras que Paré desarrollo técnicas prácticas que pudieran evitar la muerte por hemorragias; sin embargo, como González-Crussíexpresa en su Breve Historia de la Medicina: “No bastaba con eso, pues aún no se había encontrado la forma de mitigar el dolor de un cuerpo sometido al corte del bisturí (…); ni había manera de evitar la infección que invariablemente sobrevenía a la violación de la integridad corporal. La solución al primer problema apareció con el desarrollo de la anestesia”.

 

El asunto del dolor, así como la lucha contra éste es unacuestión sumamente vieja. En realidad, a lo largo de la historia, todas las culturas se han servido de compuestos herbolarios o bebidas alcohólicas para calmar el dolor. Por ejemplo, los griegos y los egipcios conocían el opio. Los incas del Perú masticaban hoja de coca. Los chinos también conocían el opio y el cáñamo. Pese a ello, los esfuerzos por inducir la anestesia, mediante los procesos de inhalación pueden reconocerse en las prácticas de los médicos árabes, “quienes embebían ‘esponjas soporíferas’ en diversas drogas (opio, mandrágora y beleño) y luego hacían que los pacientes inhalaran los vapores, lo que mitigaba hasta cierto punto el dolor, pero la duración y la profundidad de la anestesia eran probablemente incompatibles como las operaciones más serias” (F. S. Haddad “The Spongia Somnífera” citado por González-Crussí).

 

Por su lado, el alquimista y filósofo catalán del siglo XIII Raymundo Lulio (Ramón Llull): “Encontró que destilando una masa de vitrolio (ácido sulfúrico) y alcohol puede obtenerse un fluido claro, llamado primero ‘vitriolo dulce’ y, más tarde, éter”.

 

Según expresa también González-Crussí, algunos historiadores atribuyen tal descubrimiento al botánico alemán Valerio Cordo en el siglo XVI. Pese a tal discrepancia, el éter pasó a formar parte del arsenal de los médicos que lo usaban para diversos tratamientos.

 

Es necesario considerar como un hecho importante este descubrimiento, pues los avances en el control del dolor mediantelos métodos de anestesia por inhalación siguen siendo el sustento de la anestesiología.

 

No era suficiente este descubrimiento, también era necesario el hallazgo de la circulación sanguínea. El concepto de circulación sanguínea (sangre bombeada por el corazón que recorre el cuerpo por los vasos sanguíneos) parece muy obvio en la actualidad, sin embargo, fue un misterio durante miles de años, hasta que el médico inglés William Harvey ofreció la primera explicación acertada a este respecto, hacia el año de 1628.  (Continuará)