El sentido del conócete a ti mismo
El mundo está acelerando el cambio, no está rebasando. Se ha vuelto turbulento. Se abren grandes brechas de incertidumbre, ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? En esa vorágine, nosotros los humanos no nos hemos preparado para esos cambios. Cada día las circunstancias nos exigen adaptarnos o morir frente a las novedades. Las instituciones como la familia, los partidos políticos, los grupos religiosos, entre otros, están en crisis, los paradigmas a los que estamos habituados empiezan a quebrarse. Las grandes transformaciones empiezan por uno mismo, ¿Cómo podemos cambiar el mundo llevando una carga de emociones que se vuelven nudos para crecer, para pensar la utopía? ¿Cómo cambiar a nuestra sociedad enferme si es ella la que nos enferma? ¿Cómo superar la pobreza en un mar de riqueza mal habida? ¿Cómo transformar el futuro de la educación y de nuestros hijos si cada día los abandonamos a su suerte en un sistema donde la educación no educa para la creatividad sino para el esclavismo? La trascendencia humana es congénita a nosotros, somos seres inacabados pero un constante bombardeo de información está produciendo en nuestras conciencias una especie caja chica de ideas desorientadas y de subyugación a los sistemas que nos controlan. Algunos psicólogos hemos empezado a regresar a replantearnos lo que queremos y lo que deseamos en el futuro y allí es donde inicia la pregunta fundamental ¿Cómo podemos cambiar el mundo? La respuesta es, cambiando a nosotros mismos. Algunos teóricos en la psicología han empezado a plantearnos que el cambio tiene que iniciar primero en el reconocimiento, en el contacto con uno mismo; efectivamente, nada puede salvarnos si no hacemos contacto consigo mismo, mirar nuestros adentros, nuestro territorio, nuestros egos. Esos egos a los que nos sometemos en una dimensión poco solidaria con los demás, ligados al instinto imaginario de poder, de sometimiento, de emociones básicas enfrentadas en la búsqueda imaginaria de ser algo que no somos sino producto de los valores del mercado. Erich Fromm ya lo había planteado en su célebre obra “psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, donde hace una reflexión profunda de la pérdida del sentido del ser. ¿Pero qué es el ser? No quiero entrar en una parte filosófica sobre el concepto aunque me referiré a él en el sentido de la pérdida del mismo en las sociedades contemporáneas. En el transcurso de la vida vamos perdiendo por las distintas experiencias partes de nuestra personalidad, dejamos de poseer esas partes y entramos en conflicto, somos inauténticos, actuamos bajo clichés, entonces el cambio en sí consiste en volver a poseer lo perdido, lo desposeído haciendo conciencia y contacto con uno mismo. No tengo espacio para poder profundizar esto, sin embargo, espero no ser mal entendido. Lo que hay que hacer para cambiar en empezar a entender dónde están nuestros nudos, nuestros vacíos, que nos impiden cambiar, no podemos quedarnos con lo que estamos evitando, los retos de una nueva sociedad inician cuando visualizamos nuestro potencial, no, nuestras debilidades que nos llenan de culpas, para crecer, hay que desbaratar nuestras creencias limitantes que nos atan a los miedos, a los temores al cambio, de otra manera no habrá lucha, sino pasividad, no habrá utopía sino conformidad, no habrá sueños sino miedo, el futuro depende de nosotros, no lo arruinemos, ya lo estamos haciendo destruyendo nuestro medio ambiente descargando nuestras frustraciones y nuestros impulsos más primitivos, aquellos con los que no hemos podido trabajar.