El día de la mujer
En opinión de Juan Salgado Brito
Ayer 8 de marzo fue el día Internacional de la Mujer que en rigor debería ser todos los días porque su lucha por la justicia, su seguridad y su bienestar es constante pensando siempre no solamente en ellas sino también en su familia, sus hijos, las niñas, su comunidad. Instituido el 8 de marzo como día Internacional de la Mujer por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 1977 y teniendo como antecedentes las grandes batallas que miles de mujeres libraron durante el siglo XIX, hoy y año con año el sector femenil avanza y gana espacios abriendo brecha y haciendo camino con muchas dificultades por las resistencias, vicios, complejos, prejuicios y atavismos que sostienen a un absurdo machismo y patriarcado, generadores en buena medida de las desigualdades e injusticias que padecen millones de mujeres y niñas en todo el mundo.
Tomar las calles y alzar la voz es de los recursos que han dejado a miles de mujeres, muchas autoridades, indiferentes, insensibles o incapaces de frenar la violencia de género, los feminicidios, la inequidad que en muchos casos sigue en las condiciones laborales, educativas y sociales, así como infinidad de agravios que padecen en los hogares mujeres y niñas por la violencia intrafamiliar o en todas partes donde transitan, estudian o trabajan sin que exista la mano firme de quienes tienen el deber de velar por la integridad física y moral así como por la dignidad del género femenino. Las batallas que vienen librando los colectivos feministas y millones de mujeres en lo particular de todos los niveles por el respeto a sus derechos, bien merece el apoyo constante, determinando y con toda solidaridad de los tres órdenes de Gobierno, pero también del sector empresarial, de los medios de comunicación y de la sociedad civil, solamente así compartiremos con sentido de responsabilidad el deber ineludible de construir una nueva cultura de respeto a las garantías y libertades a los que mujeres y hombres por igual tenemos derecho.
Manifestaciones de protesta, toma de calles, avenidas y oficinas públicas, gritos y el clamor desesperado de mujeres, niñas, familias enteras que se expresan indignadas por la desaparición, violación, ultraje, feminicidio, humillación, acoso, agresión, presión y todo tipo de agravios de machos y delincuentes, contra las mujeres, disminuirán no sólo con leyes y reglamentos sino con hechos y actitudes de autoridades y sociedad en su conjunto, especialmente de la familia porque lamentablemente en muchos casos es en el hogar donde se inicia la violencia, la discriminación hacía las mujeres y las niñas.