Del covid-19 y sus presuntos culpables
En opinión de Carlos Morales Cuevas
En el camino de la humanidad, transcurrido sobre la línea del tiempo, han existido ya varias epidemias y pandemias que, en varios casos han tenido la necesidad de encontrar un culpable o; por lo menos, algún chivo expiatorio al cual cargar toda la responsabilidad. Por ejemplo, durante el año 1834, la epidemia de cólera en España, causó, sólo en Madrid, más de 3, 000 muertes. Esto hizo que los habitantes del barrio de Lavapiés, quemaran los conventos de aquella ciudad dando muerte a 75 frailes y monjas (franciscanos, mercedarios, jesuitas). Lo anterior, debido a que, según se decía, había sido sorprendido un joven vertiendo polvo amarillo en los caños de la Puerta del Sol y, después de muchos golpes, había confesado que lo hizo por órdenes de los jesuitas. El rumor del envenenamiento de las aguas, les dio a los madrileños un culpable y, volcaron su terror vengativo sobre los representantes de la iglesia.
Los madrileños escogieron a su perro rabioso, por aquello de, “muerto el perro, se acabó la rabia”, en aquellos que acusaban a los pobres de causar la ira de Dios con sus pecados, en aquellos que predicaban virtudes que nadie cumplía, en aquellos que (estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX) apoyaban el carlismo, etc.
El anterior, es sólo un ejemplo de los muchos en los que, un pueblo ha tenido que enfrentar una amenaza colectiva y, ha buscado ponerle nombre y rostro al culpable, con la intención de atribuirle la total responsabilidad y; por qué no, localizar en él el remedio. Recordemos que los antiguos griegos sacrificaban o expulsaban de la ciudad al “culpable” (escogido muchas veces al azar) para liberar al resto de los hombres de todo peligro.
Si el coronavirus es o no un “producto” ideado y construido por “alguien” para doblegar a China, segunda economía mundial; o con cualquier otro fin económico, político o social, no es algo para lo que quien firma estas líneas esté capacitado a argumentar ni a favor ni en contra; ya que, no cuento con ninguna prueba para afirmar ni una cosa ni la otra. Sin embargo, en lo que sí podemos cavilar un poco, es en la apología del virus. El mundo parece haberse detenido en varias de sus facetas; desde que los medios masivos de comunicación (Mass media) se ocupan del coronavirus, ya no hay terrorismo, invasiones, bombardeos, tráfico de drogas; muertes violentas o decesos causados por otras enfermedades. Tampoco hay violencia de género, ni nada de nada, aquí, ya no pasa nada. Sólo tenemos coronavirus y nada más. Ah, por supuesto, también parece que se extinguió el problema del cambio climático.
En los tiempos del coronavirus, parece que el mundo es inevitablemente retrógrado y se formulan historias tan inverosímiles como la de algún orate italiano que; por ejemplo, culpa a las vacunas; ya que, según él, el brote de Coronavirus surgió luego de la campaña de vacunación obligatoria en China y; afirma que, “las vacunas contienen un polvo inteligente que digitaliza los cuerpos y permite que las élites mundiales puedan activar el virus cada vez que lo deseen”. Por otro lado, hay quien afirma que estamos en la antesala vírica de la tercera guerra mundial. El problema de estas elucubraciones fantasiosas (combinadas con datos reales) es que, se han vuelto igual o más virales, en las redes sociales, que el mismo covid-19 en los bronquios de los seres humanos.
Ciertamente, resulta inquietante tanta transparencia en el manejo de la crisis; quiero decir que, podemos recordar múltiples crisis precedentes y, en todas, el común denominador ha sido el ocultamiento de la información y no el bien colectivo, como los grandes medios dicen que pareciera ser en este caso. Esto convierte al mundo en un campo fértil para las teorías de la conspiración que, sin lugar a dudas, poderes económicos, políticos o tecnológicos, pueden hacerlas tan verosímiles como reales. El nuevo Coronavirus es, en el imaginario de los Mass media, sumamente democrático y no escoge a sus víctimas bajo ninguna línea de índole racial, económica, política, social; digamos que es aleatorio (aunque, obviamente no es lo mismo para alguien que vive en una situación económicamente privilegiada que, para alguien que vive en los mundanos arrabales). Eso complica más las cosas ya que, aparentemente no hay un verdugo que nos esté condenando, no hay con quien negociar y, peor aún, no hay a quien castigar. Parece ser que, el covid-19 no tienen nada personal contra ninguno de nosotros. En teoría, igual mueren los pobres que los ricos, los plebeyos que los nobles, el proletariado que la burguesía; sin embargo, al final, habrá que encontrar, por lo menos, un chivo expiatorio. A alguien habrá que colgarle toda la culpa.
Los virus no entienden de fronteras, no saben de nacionalidades, razas o conflictos geopolíticos. Lo que los científicos llaman SARS-CoV-2, o algunos otros, hCoV-19, y que provoca la enfermedad del Covid-19, es un virus zoonótico; es decir, proviene de un animal (de inicio se había pensado que pudiera ser de murciélagos o de algún pangolín) y, al no haber tenido contacto humano antes, nuestro sistema inmunológico no está lo suficientemente preparado para combatirlo. Según Alfredo Caro Maldonado, especialista en inmunología, los nuevos virus vendrán de las zonas en que aún hay naturaleza salvaje.
Hace apenas unos veinte años, el flujo de personas moviéndose de un punto a otro del planeta, no se parecía siquiera al que ahora tenemos. Hay muchas comunidades rurales que, sobre todo en Asia y África, se han ido desplazando poco a poco hacía las selvas y bosques; esto permite que, al tener contacto directo y constante con la naturaleza y sus virus, éstos, de alguna manera se “humanicen” y; el ritmo de vida actual, facilita ampliamente cualquier tipo de contagio. De algún tiempo a esta parte, en muchas manifestaciones de diferente índole, se muestra al hombre con una máscara antigás; esa quizá podría ser la representación del homo en el capitalismo contemporáneo.
El síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), es el séptimo Coronavirus del que se tiene noticia que infecta a los humanos y, un grupo de profesores de las universidades de Tulane, Sídney, Edimburgo y Columbia, junto con Kristian Andersen, profesor asociado de inmunología y microbiología en Scripps Research, concluyeron que no se creó en ningún laboratorio ni es un virus manipulado de forma intencionada, ya que, "si se hubiese realizado manipulación genética, se habría utilizado probablemente uno de los varios sistemas de genética inversa disponibles para betacoronavirus. Sin embargo, los datos genéticos muestran de forma irrefutable que el SARS-CoV-2 no se deriva de ninguna espina dorsal de virus utilizada previamente". Además, corroboraron científicamente que, este es un virus muy efectivo a la hora de infectar humanos y, difiere sustancialmente de los coronavirus antes conocidos y de la mayoría de los virus parecidos hallados en murciélagos y pangolines.
Según palabras del mismo inmunólogo, Caro Maldonado, de lo anterior se desprende que: “1) la “columna vertebral” genética del virus no se parece en nada a los que se utilizan en el laboratorio. 2) La mutación que permite al virus unirse y penetrar la célula es impredecible por ordenador; de hecho, la estructura “inteligente”, diseñada por bioinformática, es mucho más efectiva. Sólo el azar está detrás de esta estructura y la selección natural. 3) otra mutación permite al virus incorporar otros glicanos, unos azúcares complejos, que lo ocultan parcialmente del sistema inmune. Esta estructura tampoco puede venir de un diseño humano”.
Desde hace ya varias décadas, algunos especialistas han estado intentando crear una vacuna contra el coronavirus; empero, como sabemos, la pandemia que nos atañe, es causada por un nuevo coronavirus; es decir, no se podían hacer ensayos clínicos de una enfermedad que no existía. Sin embargo, es muy probable que en las próximas fechas se tenga alguna fórmula que, tendrá que probar su efectividad y seguridad antes de enfrentar el problema de la distribución, que no es poca cosa.
Recordemos, por ejemplo, que tan sólo en el año 2018, según cifras de la OMS, 140 000 personas murieron de sarampión, de las cuales la mayoría fueron niños menores de cinco años. Ahora bien, a pesar de que el sarampión se pude prevenir mediante vacunación, la OMS y la UNICEF calculan que, en 2018, un 86% de los niños recibieron la vacuna por primera vez y, menos de un 70% por segunda ocasión; es decir, “la tasa de vacunación en el mundo lleva estancada casi un decenio”. Por otro lado ¿Quién puede pagar la vacuna? Al continente africano es a donde menos llega y, casi la mitad de las muertes causadas por esta enfermedad en ese año, se dieron sólo en cinco países: Somalia, Ucrania, Liberia, Madagascar y la República del Congo. Si no se pone, una vacuna no funciona, así que, ¿Quién la va a producir? ¿En qué regiones se va a distribuir? ¿Cuánto va a costar?
El Covid-19 es una oportunidad para recordar lo frágiles que somos como especie. El virus ha paralizado no sólo a la humanidad, sino a un sistema que ha demostrado estar contra la vida. La OMS afirma que, “Los desastres, naturales o provocados por el hombre, pueden agravar considerablemente el riesgo de epidemias, al igual que las condiciones de vida en los campamentos de refugiados superpoblados. El resultado son a menudo brotes fulminantes, con altas tasas de letalidad. Por ejemplo, después de la crisis de Rwanda, en 1994, varios brotes de cólera causaron al menos 48 000 casos y 23 800 muertes en el intervalo de un mes en los campamentos de refugiados en Goma, en el Congo. Aunque rara vez son tan mortíferos, los brotes siguen siendo un importante motivo de preocupación para la salud pública, pues causan grandes estragos sociales y económicos y se cobran numerosas vidas. Sólo en 2001, la OMS y sus asociados de la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos participaron en la verificación de 41 brotes de cólera en 28 países”.
El Covid-19 nos ha dado la sensación de que todos somos iguales, al menos en el sentido en el que él “no hace ningún tipo de discriminación a la hora de atacar”. Sin embargo, la verdadera falacia, no es que esté pensada, ni mucho menos ejecutada por el mismo virus. Los medios de difusión masiva nos venden la idea de que estamos en un punto en el que el: “¡uno para todos y, todos para uno!”, se vuelve tangible. La estupenda frase del fantástico libro de Dumas es, digámoslo así, “muy buena”, empero, no real. Cuando esto pase, los pobres seguirán siendo pobres, los ricos seguirán siendo ricos y; nada realmente, en el andamiaje del sistema dominante, habrá cambiado. Si no cambiamos de raíz el sistema capitalista y el neoliberalismo, por algún otro que no priorice la economía del capital por la economía del capital y la producción por la producción y el consumo por el consumo; mientras haya gente que siga creyendo que con cadenas de WhatsApp salvará al mundo; o la cultura de la desinformación siga latiendo tan fuertemente; la plaga en que nos hemos convertido para este planeta, seguirá teniendo este y alguno que otro déjà vu.