Cuando sea demasiado tarde… - El tránsito está color de hormiga
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Mientras estoy escribiendo estas líneas, me encuentro con varias notas que cuentan sobre un hecho ocurrido al final del puente de Palmira, en el que una decena de automóviles se impactaron en circunstancias que hasta este momento no han sido determinadas (si es que se llegan a determinar). Al parecer se derramó diésel sobre la cinta asfáltica, lo cual devino en varios automovilistas que no pudieron mantener el control de sus vehículos y se impactaran los unos con los otros y con la infraestructura. Los videos en redes sociales hablan por si mismos, un testigo afirma que inclusive caminar por el pavimento es de gran dificultad debido a dichas circunstancias. Las versiones citan una decena de autos, hasta una cincuentena.
Antes de ver la nota, estaba escribiendo sobre el dictamen anunciado para dentro de un par de semanas al respecto de el peligro emanado del distribuidor construido sobre la glorieta de Emiliano Zapata (mejor conocida como la glorieta de los seis blanquillos), y bitchear un poco sobre las condiciones de toda la infraestructura y la intención de gobierno de reducir la estadística de población a través de las vialidades, pero ya hasta siento un poco de hartazgo del hartazgo mismo. ¿De quién es la culpa de un derrame de combustible sobre el libramiento? Pensé incluso en sostener que estaría relacionado con las elecciones de las siguientes semanas, pero el accidente ocurre sobre el libramiento, que es competencia federal, y por lo tanto, pensaría yo, no tendría por qué ser señalada una figura local como responsable, pero en dicha aseveración puedo también estar equivocado.
Llega el momento en que tenemos que mirarnos a nosotros mismos. Estas últimas semanas me he dado la oportunidad de salir un poco más a la calle. Ya estoy vacunado, el riesgo para mi vida es menor. Sin embargo, no estoy convencido de que estando vacunado asegure que no pueda contraer el mentado bicho, o que yo no pueda ser foco de trasmisión del mismo. Todavía no estamos todos seguros, así que mejor seguimos guardando la cuarentena en la medida de lo posible, seguimos usando cubrebocas, y seguimos guardando la sana distancia. Esto me ha permitido poder observar un poco más de cerca la temperatura social, y creo que la cosa está de color de hormiga.
Uno de los factores de la carambola, y voy a aclarar desde el principio que no es el único ni el principal, es la dinámica del conductor. Sí, la infraestructura es deficiente. Sí, el derrame tuvo que provenir de un usuario que no tuvo la precaución de transportar combustible bajo las condiciones de seguridad máximas. Cualquiera diría que es culpa de gobierno asegurarse de que tales circunstancias ocasionen tales eventos, pero creo que nos hemos vuelto insensibles a la responsabilidad que llevamos cada uno de nosotros. Empezando por el causante del derrame: ¿qué sentirá cuando se entere que fue su culpa? Inmediatamente pensé que sería inocente considerar que se vaya a entregar a las autoridades.
Dentro de la dinámica del conductor, está la manera en la que nos hemos acostumbrado a conducir los cuernavacenses. Por un lado, la idea de ceder el paso se ha convertido en una afrenta directa a la autoestima del individuo. ¿Por qué voy a cederle el paso a ése que se pretende incorporar? ¡Qué se espere! Primero paso yo. Dicha lógica ha ocasionado que la obtención del paso se tenga que realizar a través de la agresión, invadiendo el espacio que pretende ocupar el otro conductor con el fin de no tener que reducir la velocidad y poder seguir avanzando. Incluso es posible que sea al revés, hemos aprendido a no ceder el paso porque los demás conductores no van a desaprovechar la oportunidad de incorporarse por la fuerza. Esto ha generado un fenómeno que yo pintorescamente llamo “la apretación”. Consiste en una reducción importante en el espacio que cada conductor permite entre su vehículo y los vehículos de los demás. Tal fenómeno se puede observar cuando se circula por el libramiento, aunque no se restringe exclusivamente a dicho contexto. Los conductores hemos aprendido a circular con un mínimo de espacio entre vehículo y vehículo, para que ningún otro vehículo pueda invadir nuestro espacio.
¿A dónde voy con todo esto? El factor de “la apretación” hace que todos circulemos con un espacio muy pequeño entre vehículo y vehículo, de tal manera que cuando un auto tiene un percance, se ocasiona la carambola. Es más impactante en el libramiento, porque la velocidad de circulación es constantemente superior a la permitida. El número de vehículos que se impactaron el 28 de mayo en dicho accidente pudo haber sido menor si la distancia entre los vehículos que circulaban por la vía en ese momento fuera mayor. Aunque dicho fenómeno sigue siendo responsabilidad de las autoridades, es inocente pensar que está en sus manos solucionarlo.
Estos meses he tenido la oportunidad de vivir la movilidad desde los ojos de lo que se llama “cabin fever”, o el miedo a salir a la intemperie después de haber pasado mucho tiempo encerrado. No fue descomunal el esfuerzo por volver a enfrentar el tránsito, pero sí sentí miedo. Dar la vuelta en la esquina de la casa de ustedes requiere de paciencia, porque son pocos los conductores que permiten el paso. ¿Qué me costó? Una espera de uno o dos minutos. Otro lugar de amplio interés antropológico es el cambio de sentido debajo del distribuidor que se encuentra al inicio de Paseo Cuaunahuac, que se usa para poder subirse al libramiento cuando uno viene del IMSS en Plan de Ayala con dirección a Jiutepec. Hay conductores que se arrojan sobre el flujo para poder obtener el paso, cuando el semáforo que está más adelante garantiza un espacio de varios minutos para poder incorporarse sin tener que incorporarse por la fuerza: todo lo que uno tiene que hacer es esperar uno o dos minutos.
Conducir con dos o tres rayitas más de paciencia, le cuestan a uno entre 5 y 10 minutos más de trayecto en total, pero también ayudan a (1) ocasionar menos estrés a los demás conductores (y a uno mismo), (2) favorece el flujo debido a que los coches que van sobre de él no deben de detener su marcha (y por ende los 4 o 5 coches que vienen detrás de él), y (3) le dan a usted y los suyos una o dos rayitas más de probabilidad de salir ilesos en un percance de esta naturaleza.
Hace pocos días encontré un conductor circulando a baja velocidad por el carril de alta velocidad en el libramiento. Cuando accioné mis luces para solicitarle el paso, aparentemente ofendí al conductor, lo cual ocasionó que redujera la velocidad todavía más. Dicha acción ocasionó que yo tuviera que reducir mi velocidad bruscamente. Lo que el conductor del otro vehículo no pudo ver, fue que la niña de menos de cinco años que venía de pie en el asiento trasero de su vehículo desapareció de mi vista debido a la maniobra que realizó el conductor del vehículo en el cual viajaba. ¿Vale más la autoestima propia que el bienestar de los suyos? ¿Cuántas ganas tiene usted, amable lector conductor, de ser responsable en una pérdida de vida? ¿o en ocasionar un accidente, en la menos peor de las circunstancias? (el horror gramatical es intencional). No será posible hacer que los demás conductores conduzcan con mayor propiedad y seguridad, pero ésa es la idea fundamental detrás de la Supervivencia Vial: es uno el artífice de su propia supervivencia y la de los suyos.
Conduzcamos, por favor, con más paciencia, más respeto, y dándole prioridad a la preservación del bienestar, empezando por el de uno mismo. Tal vez los ciudadanos podamos hacer que la vialidad sea menos peligrosa, y las consecuencias de nuestros actos, menos devastadoras.