Caricatura Política - Pero ya quítanos al chamuco de encima…
En opinión de Sergio Dorado
Chillón y compungido, Cuauhtémoc desea, en el limbo del camino al cielo, que Dios quiera que Graco Ramírez sea sancionado a la brevedad posible, así como divinamente sucedió con Rosario Robles Berlanga, quien precautoriamente está encerrada en Santa Martha Acatitla vinculada a proceso por uso indebido del servicio público, más lo que se acumule próximamente. Hincado sobre una nube, Cuauhtémoc llora e implora fervorosamente a Dios el milagro guayabero.
Pero aquí en la tierra, aunque el presidente predica la salvación a quien se vuelva bueno antes de morir, los morelenses piensan que quién sabe si Dios quiera querer, porque luego no quiere. Y quien más bien sí debe querer, en este contorsionado asunto donde impera el verbo querer, es el fiscal general del estado de Morelos, Uriel Carmona, para que el milagro que pide Cuauhtémoc desde las nubes de blanquísimo algodón, quiera que el deseo de Cuauhtémoc se torne realidad con un tris de dedos.
Aunque está por verse, desde luego, y seguro estoy que usted lo entenderá de la misma manera que su servidor, estimado y único lector, pues hoy se ve usted más razonable que nunca. Está por verse que el fiscal graquiano se conmueva con las plegarias de Cuauhtémoc y le cumpla la medallita al infeliz gobernador o, por otra parte, decida seguir estirando la mano embarrada de maní de Tabasco al lindo chamuco villahermosino.
Así, la única oportunidad que los morelenses tienen en la tierra es que la ronchota de la justicia morelense ha alcanzado vía Graco sea tan más allá de la suficiencia eterna como para que el fiscal reniegue de una vez por todas del chamuco y se acerque al cielo de Cuauhtémoc para la salvación de su alma.
¡Ponga usted changuitos!
Celebro ante todo la devoción de Cuauhtémoc, caray, se le nota a fondo lo guadalupano y eso en el futbol a veces funciona para anotar un penalti o dibujar una cabriola inexplicable en el aire antes de clavar un gol de antología, o meter otro con la mano sin que el juez de línea lo note; porque aquí en la tierra, donde viven la carne y el hueso humanos, los terrestres de Morelos saben que la fe ha servido para maldita la cosa, y que Graco Ramírez sigue burlándose de Morelos con el cinismo que hace rabiar a los verdaderos morelenses todos los días.
Hace unos días, el ex gobernador Graco Ramírez, en un show montado, fue entrevistado en la puerta de un cuarto de hotel en Baja California. (Ahorita se la pasa de turista político por el país, cobrando favores y azuzando el temperamento de Cuauhtémoc). Un par de periodistas lo abordaron en el pasillo y le preguntaron qué hacía en el estado, a lo que el ex gobernador contestó que visitaba amigos, que presume muchos en México, incluso a López Obrador. Ahora se dedica a “pasar” proyectos, dice, lo que quién sabe qué diablos significa, pero a “pasar” proyectos se dedica. Se le nota sosegado y tan tranquilo que haga de cuenta usted un recién pensionado ya resignado a la riqueza y vivir rodeado de nietos, felicidad y bendiciones del chamuco del averno Mayor los últimos años de vida.
El discurso de Cuauhtémoc embona bien con el cristianismo del gobierno federal, y por ello, puede agraciarse con el Ejecutivo para que le envíe más mensajes teológicospor las benditas redes sociales y persista en él la fe de que Diosito vendrá en su auxilio para que pueda cumplir la única promesa que hizo a los morelenses, antes del próximo mundial, donde quiere retirarse del futbol la cuarentava vez.
Mientras tanto, Gerardo Becerra Chávez de Hita, titular de la Comisión Estatal Anticorrupción, a quien merecidamente se le reconoce como el mejor coleccionista de demandas a Graco Ramírez en la región de la Guayaba Extinta -ya hasta tiene varias repetidas, va usted a creer-. Guarda él en su álbum precioso, con el escudo estatal estampado en la portada de Morelos, decenas de pleitos judiciales.
Pero a menos de un par de meses que concluya el primer año de gobierno de Cuauhtémoc, hay en el ámbito un humor rancio de desilusión social porque nunca pasa nada, y más aún ahora que ante su ineficiencia, Cuauhtémoc, con la flecha gacha de tristeza, le implora ayuda al Señor:
“Padre nuestro que estás en las nubes –implora-… hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo ¡pero ya quítanos al chamuco de encima, carajo!
Amén.”