Caricatura Política-El que se lleva se aguanta
En opinión de Sergio Dorado
Figúrese usted, estimado y único lector: Ayer por la mañana despierto feliz y lleno de optimismo, incluso tarareando una de esa piezas musicales que de pronto se le pegan a uno como lapa a lo largo de un día. Sin embargo, por sobre la molesta cancioncita y como aficionado fiel de la neurolingüística política, y en tratando además de castigar mis defectos para que al menos disminuyan un grado en la escala creciente del mal hábito, compré el periódico de la mañana y tuve un desayuno frugal mientras leía, en búsqueda de algo positivo sobre qué escribir para esta mañana; es decir, para usted, estimado y único lector, pues luego aburre hablarle siempre de los mismo males del estado de Morelos sin otear siquiera sus virtudes.
No obstante, poco tiempo bastó para darme cuenta que encontrar algo positivo y real en las páginas de los diarios es tarea casi imposible. Desde luego que hay boletines y noticias zalameras que prometen mucho, aunque a la hora de la verdad… “nunca es suficiente para mí” –inevitablemente regresó la pegajosa tonadita del día pero mentalmente taché las zalamerías para dar con algo un poco más encarnado, incluso ya enojado con los “Ángeles Azules”.
Y todo bien, sea dicho, hasta que de pronto choco con una declaración inevitable; una declaración de la cual de inmediato me enamoré como chavo de secundaria. Así de tierno, verdad de Dios. Sí, haga usted de cuenta un amor adolescente al que no se le ve el diente, pues no tiene caso, sino lo que queda más debajo de la mordida y la imaginación novillera; un ángel perfecto, pues, si usted quiere. Eso fue, estimado y único lector, lo que periodísticamente me atrapó con la declaración de un diputado de la 54 Legislatura local.
“Pues, digan lo que digan, aquí seguimos (robando) –palabras más palabras menos, espeta el diputado de marras, y añade-; al final, a ver quién es más pendejo”. (Lo del paréntesis es mío, disculpe el atrevimiento pragmático pero debe usted entender el amor en todas sus etapas evolutivas). Y bueno, como en las misivas de antaño, éstas contaban con un remitente y un destinatario. Aseguro aquí entonces, estimado y único lector, que el remitente es el célebre diputado; y el destinatario, como es lógico, la sociedad; aunque claro, los referentes son cuestión de apreciación personal y cada quien tiene el derecho de silbar la tonadita como se le pegue la lana.
En intentando interpretar de manera más concisa la declaración de tan alta alcurnia política, es claro que el diputado nos llamó “pendejos”; sí, sí, a usted, a mí, y a todos los morelenses; ¿o a quién más pudo haberse referido el ínclito…?” Y es que según la filosofía política del cochinito de peluche, comparable con la de Sócrates, el de la túnica griega que sabía de todo pero sólo sabía que no sabía nada; el legislador (que no se haga) sí sabe que en tierra anárquica de pendejos se puede robar e insultar simultáneamente y sin que nada suceda.
Según rumores, pues la transparencia no existe en el Congreso, los diputados han ejercido un presupuesto de 107 millones por conceptos personales a mes y medio de que termine el año 2019. O sea que de ahí han de comprar sus condones o tampones de peluche, su tequilita de lujo o sus medias de seda con oso negro, sus glamorosos perfumes, sus amantes, sus comilonas exuberantes y todo lo que usted, estimado y único lector, imagine sin riesgo de equivocarse.
Porque a la fecha, en todo caso, nosotros los pendejos no sabemos de la instancia fiscalizadora del parlamento, que es la que debe vigilar la limpieza de las uñas al entrar y salir del Congreso. La Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización (alias ESAF) es solamente una sombra inútil con la que diputados ni sufren ni se acongojan…
Y calle usted, estimado y único lector, porque aún no acaba el año y todavía quedan piquitos millonarios en el Congreso de los que los diputados se encargarán para que no haya subejercicio final del año en curso. Porque en el 2020, si Dios quiere, desean mayor presupuesto, y ellos, privilegiados por el voto popular de los pendejos, según el legislador, son los mismos que deciden su destino personal económico antes de que muera el trienio.
Lo curioso del asunto es que el susodicho puede tener razón al tacharnos de pendejos, pues sabemos del atraco político desmesurado y poco hacemos al respecto. Ni modo, parece ser que por naturaleza los morelenses somos así. Aunque eso sí, y sin intención de desquite, desde luego, que conste que como el que se lleva se aguanta, en nombre del colectivo, pero en favor de su sabiduría socrático-parlamentaria, le envío una iracunda mentada de madre.
Muchas gracias.