¿A quién le importan los muertos?
En opinión de José María Román Román
Con las estadísticas de la mortandad criminal en crecimiento, los ciudadanos de Morelos se debaten entre el dilema de ser parte de un gobierno o gobernados por el gobierno o ser parte de la delincuencia y gobernados por la delincuencia.
Ambas cosas no pueden ser, o al menos la lógica de la razón nos indica que no debe de ser, pero extrañamente está siéndolo. Desde luego que esta situación pronto encontrará una sociedad que mirará como el enfrentamiento entre el gobierno y la delincuencia se irá en crecimiento, mucho más allá de lo que el obispo de Cuernavaca ha denunciado. La razón es de simple razonamiento: No habrá recursos para ambos bandos y entre el gobierno y la delincuencia comenzarán a surgir las diferencias manifestadas en asesinatos de los políticos o bien en sendos acuerdos no escritos, (no son tarugos y menos lo van a hacer ante notario público) con los políticos y los funcionarios, donde obviamente será el gobierno quien operará en desventaja. En Morelos es esta la ruta que se ha comenzado a transitar con este nuevo gobierno de un muchacho como Cuauhtémoc que no tan solo promete lo que no cumple ni podrá cumplir cuando nos dice que su preocupación es la seguridad de los Morelenses, sino que incluso es de sospecharse que varias dependencias del gobierno ya están francamente penetradas con o sin su consentimiento. En todo caso los muertos abundan y ya no hablan, son solo cifras y los vivos somos carne de cañón de ambos bandos, somos los nuevos esclavos de la clase media que hablamos y no nos escuchan. Ni unos ni otros importan ya.
Si los políticos quieren y es su voluntad recomponer el estado de cosas, tendrá que haber una lucha frontal para determinar quién se queda con el queso del dinero de los ciudadanos. Para ello habrá una lucha que no veo que el estado (gobierno) quiera iniciar, no sé si por miedo o por comodidad. Una de las razones para la lucha es que los presupuestos no podrán seguir incrementándose sin el alza de los impuestos y la cobija no da para tanto y en ese momento llegará a entenderse que o se enfrentan el gobierno con la delincuencia o la sociedad se somete de plano al orden que establezcan las bandas criminales.
Esto que pudiera ser absurdo, no lo es. Volviendo al pasado más o menos reciente, Capella (ahora mi héroe ya no tan nefasto) dijo y advirtió de la penetración del crimen organizado a más de 13 municipios donde por cierto ahora tenemos que observar que la capital Cuernavaca forma parte de ese nuevo orden social cuando el Presidente Municipal capitalino (el Lobito huidizo o correlón) se retira estratégicamente para según él, protegerse de las amenazas de que ha sido objeto. Lo de Cuautla y su policía es otro síntoma más del caos y del reinado de la delincuencia. Silenciaron una voz que pregonó la intromisión delincuencial (ex jefe de la policía municipal) porque no convenía, porque una cosa es que se dé en los hechos la penetración de la criminalidad en los órganos del gobierno estatal y otra es que se acepte y se presuma y se pregone públicamente, ni que fuera baile de carnaval, aunque a veces parece serlo trágicamente. Y es precisamente ese hecho lo que molestó, lo que silenciaron allá en la otrora 5 o 6 veces heroica y valiente y ahora sumisa tierra de Zapata.
Las mujeres hoy, en el nuevo orden social impuesto por las bandas criminales juegan un papel importante. Éstas, las mujeres están siendo víctimas por su condición sexual o por su participación delincuencial que también crece y se nota o por el mero gusto de gastar adrenalina y obtener dinero fácil. Claro que mueren porque están en medio de los intereses en juego y porque esta sociedad desequilibrada perdió valores y respeto. La mujer se ha convertido solo en un objeto, en una mercancía, en un mero medio de satisfacción y así se dejó de inculcar principios y valores con los resultados que ahora miramos.
Retomar el rumbo no será con la sola protesta y marcha del 9 del mes entrante, (“el 9 a las chavas, nadie las mueve”), retomar el rumbo requerirá de reconsiderar esquemas que creíamos olvidados como la implantación de la pena de muerte, como el trabajo de los reos para que se mantengan así mismo y no sea la sociedad a la que dañaron la que los siga manteniendo de por vida después de haberla afectado a través del mal llamado feminicidio que no es más que un homicidio que debe ser duramente castigado. Los viejos tenían razón y tarde estamos entendiendo una frase muy popular en tiempos de más allá del ilustrísimo don Porfirio Díaz, “a grandes males, grandes remedios”, o “muerto el perro, se acaba la rabia” y, pues no queremos entenderlo bien, todavía soñamos en redimir a los salvajes, a los caníbales, a los perversos. Es decir, ya de viejos, seguimos creyendo que existen los Santos reyes, o la Santa Claus o pedimos desesperadamente, peras al olmo. Así somos, así nos extinguiremos como una sociedad civilizada, perdida en el tiempo de los besos y los abrazos de AMLO, que no de las “mamacitas”, porque ésas las están reclutando, secuestrando, asesinando, sino de las mamás y las abuelas, si es que la delincuencia las deja vivas y no las despellejan…