Serpientes y escaleras - La lucha por el poder

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La lucha por el poder

La descomposición del congreso tiene una lógica electoral y apunta al 2024.

 

La lucha por el poder

El conflicto legislativo morelense está entrando a su tercer mes y no hay visos de solución; en el congreso de Morelos existe una evidente parálisis a pesar de que lo niegue el presidente de la mesa directiva. Los conflictos interparlamentarios son comunes, ocurren en todas las legislaturas, pero nunca como ahora; la división es evidente, lo que nadie puede explicar es la manera como se resolverá ese conflicto. El G11 apuesta por la caída del gobernador.

Desde el ángulo que se vea lo que está sucediendo en el congreso local es terrible: la división de la legislatura en dos bloques (con un diputado veleta) sigue escalando y no muestra un punto de conciliación. Todo comenzó con la discusión del paquete económico 2022, pero a partir de ahí la historia se ha ido complicando al punto que los propios representantes populares consideran que ya se trata de un asunto personal de los cuatro superdiputados con el gobernador Cuauhtémoc Blanco.

Entendamos el fondo político de esta historia:

El debate presupuestal fue el pretexto para que el poder legislativo rompiera relaciones con el Ejecutivo a pesar de que las diferencias iniciaron y siguen estando entre los representantes populares; en diciembre se abrió la posibilidad de que el G11 flexibilizara su postura respecto al paquete económico con la intermediación del jefe del ejecutivo, pero comentan que el diputado Agustín Alonso no aceptó devolver las comisiones a las diputadas del G8; “Ni un paso atrás en las decisiones tomadas”, dijo. Y no hubo acuerdo.

Detrás de esta lucha está la elección del 2024: los superdiputados han trazado un plan apoyado en sus aliados del PRI, PAN y MC; la apuesta es por la caída del gobernador Cuauhtémoc Blanco y la consecuente derrota electoral de Morena en la siguiente contienda. Fijado ese objetivo no queda espacio de negociación: es la pelea por el todo o nada.

Repetir el escenario de 1998 cuando Jorge Carrillo Olea tuvo que separarse del cargo por los conflictos políticos que agobiaban a su administración es un camino que conoce muy bien el exgobernador Graco Ramírez, asesor extraoficial de varios diputados locales. Llevar a Cuauhtémoc Blanco a un punto de crisis que lo obligue a dimitir o que afecte severamente la imagen de su gobierno y la de Morena es la única posibilidad que tiene la oposición para recuperar la gubernatura. A eso apuesta el G11.

La matemática electoral de los estrategas de este bloque es simple: con los partidos que gobierna el PAN, los del PRI y los de Movimiento Ciudadano se puede dar la batalla electoral a Morena en el 2024, pero es indispensable que el gobierno estatal entre en crisis severa y arrastre al partido de la esperanza. En ese escenario, con la salida de Cuauhtémoc Blanco o la desacreditación de su administración, quien compita bajo las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional tendrá que nadar a contracorriente.

Lo que ocurre al interior del congreso de Morelos no se circunscribe a un duelo entre diputados, ni mucho menos al esfuerzo porque al estado y a su gente les vaya mejor, lo de fondo es una estrategia meramente electoral que pretende, desde ahora, comenzar a sentar las bases de la siguiente elección.

La idea no es mala, pero falló en tiempo y no está tomando varios aspectos que flotan en el ambiente político y social; lo primero que llama la atención es lo rápido que los diputados rompieron lanzas con el ejecutivo y lo elevado de la apuesta. Para que las cosas pudieran salir mejor debieron esperar un poco más de tiempo y tensar la relación poco a poco, no hacerlo todo de golpe.

Pelear es sencillo y no requiere mayor habilidad, lo verdaderamente difícil será mantener la presión durante tres años y conservar intacta la imagen de los legisladores que abanderan esta causa, porque en un pleito como el que estamos viendo no hay ganadores, todos van a perder, incluso aquellos que solo aportan su voto.

Destruir la relación interparlamentaria fue un error clave: de haber esperado un poco más los súperdiputados pudieron haber convencido a mas legisladores y construido una muralla legislativa infranqueable; después de lo que hicieron el panorama es mucho más complejo porque la parálisis a quien más afecta es a quien encabeza los órganos de control del parlamento, es decir, al G11.

Cierto: sin las presidencias de las comisiones el bloque de los súperdiputados tiene un control total del poder legislativo, pero sin los votos suficientes para sacar adelante asuntos de trascendencia. Hoy los dos bloques están entrampados y quienes más pierden ante la opinión pública son los del G11, porque las mujeres del otro bloque podrían denunciar que además de los actos violatorios a la norma parlamentaria existe violencia política de género en su contra.

Para enfrentar al gobernador el G11 debió cuidar primero la estabilidad dentro del poder legislativo; ahora además de tener un gran frente abierto con Cuauhtémoc Blanco tiene un pleito muy severo con un grupo de diputadas y un desgaste mayor ante la opinión pública que los lastimará más que al jefe del ejecutivo.

Veámoslo en perspectiva: en las últimas semanas la polémica por las fotografías del gobernador con tres integrantes de la delincuencia organizada ha llamado la atención y eso ha favorecido a los diputados, porque su escándalo quedó momentáneamente de lado. Poco a poco el tema de las fotos ha venido bajando de nivel y en su lugar aparecen otros asuntos como el mensaje que junto con un cuerpo sin vida le dejaron a la diputada Luz Dary Quevedo y los agandalles legislativos.

Ahora que ha iniciado el segundo periodo ordinario de sesiones de la cámara de diputados la atención volverá al congreso y las diferencias entre diputados ocuparán de nueva cuenta los espacios de la prensa, así el desgaste ante la opinión pública ya no será solo del gobernador, se dividirá con los diputados.

Precisamente por eso el timing es clave en las estrategias y es la principal falla del plan del G11. No hay manera de que el congreso mantenga la presión contra el gobernador durante dos años y medio, ni existen elementos legales, sociales o políticos para que logren su destitución.

En esta historia no habrá ganadores, solo perdedores, con la salvedad de que Cuauhtémoc Blanco concluirá su mandato y continuará con su vida pública y privada, mientras que sus enemigos políticos pueden perder en tres años todo su capital político.

Enfrentar a un gobernador nunca ha sido un asunto sencillo.

  • posdata

Hace unos meses, antes de protestar el cargo de presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui anunció que la capital del estado no refrendaría el convenio de Mando Coordinado de Policía “porque no había dado resultados”; unas semanas más tarde el edil electo se atrevió a asegurar que con la prevención y la participación ciudadana los problemas de inseguridad en el municipio disminuirían. Y se puso a si mismo un plazo: “En dos meses verán como mejoran los índices de delincuencia”.

Acaba de iniciar el segundo mes del nuevo gobierno capitalino y la situación no ha cambiado mucho, aunque el alcalde diga lo contrario; “ya no hemos tenido delitos de alto impacto” afirma Urióstegui, olvidando que en días recientes varias personas fueron ejecutadas a plena luz del día en varios puntos de Cuernavaca.

La crisis estatal y el pleito legislativo ha quitado reflectores al problema capitalino, pero la situación de seguridad no ha mejorado como lo afirma el alcalde; los asaltos a casa habitación, en comercios, en el transporte público y en las calles continúan, lo mismo que el constante robo de autos y llantas en muchas colonias de la ciudad.

El asalto al restaurant Pavarotti ocurrido al inicio de la semana captó la atención de muchas personas e hizo voltear la vista a la capital. “Ustedes saben que en Cuernavaca hoy la incidencia delictiva es menor a la anterior” afirmó José Luis Urióstegui. “No podemos vigilar todos los negocios de la ciudad” dijo por su lado la jefa de policía Alicia Vázquez Luna.

¿En serio la incidencia delictiva es mejor que antes? ¿Quién sabe eso? ¿Con qué argumentos puede sostener el edil esa afirmación? ¿Ya le dio a José Luis Urióstegui el mal del gobernante que solo cree lo que le dicen sus corifeos? ¿Y a Alicia Vázquez Luna ya no le duele México ni Cuernavaca?

Esto es lo que declaró el presidente municipal:

“En redes sociales ustedes producen noticias y saben que en Cuernavaca hoy la incidencia delictiva es menor a la anterior, pero nosotros queremos que día tras día haya menos conductas delictivas y para eso se está trabajando; ustedes verán un programa debidamente elaborado con metas y objetivos muy específicos y con un respaldo en la sociedad en algunas áreas en las que pueden participar apoyando para que los policías tengan mejores condiciones laborales y puedan fortalecer un estilo de vida que haga aspiracional ser policía…. El delito que más se comete en Cuernavaca es el robo en todas sus modalidades, ese ha disminuido, no tengo las cifras, no es un tema en el que este enfocado, pero las pueden consultar en el Sistema de Seguridad…”

Dos preguntas en concreto respecto a la declaración del alcalde:

¿En base a qué dice que la incidencia delictiva es menor?

¿Con qué elementos afirma que el robo en Cuernavaca ha disminuido?

Conociendo la seriedad con la que siempre se ha conducido José Luis Urióstegui y tomando en cuenta que el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública aún no emite el reporte de incidencia delictiva del primer mes del 2022 en Cuernavaca, supongo que sus afirmaciones están sustentadas en alguna otra información oficial que, dicho sea de paso, valdría la pena que compartiera.

Para solucionar el problema delictivo de la ciudad el gobierno de Cuernavaca no solo requiere de buen jefe de policía (que lo tiene) y de una buena estrategia, también necesitará un buen manejo informativo para ganar la batalla de la percepción.

Esta lucha no es solo del alcalde, es de todos.

  • nota

A propósito de lo que sucede en la capital: ¿Ya se dieron cuenta que los regidores Adrián Martínez Terrazas, Paty Torres y Hugo Manzo no se le despegan al presidente municipal? En los pasillos del ayuntamiento los comienzan a ubicar como “los chupasangre” porque parecen moscos alrededor de José Luis Urióstegui.

Comentan que la ambición de poder de los hermanos panistas es tal que el regidor Adrián Msrtínez Terrazas se apropió de la oficina que en la administración anterior ocupaba el secretario particular del presidente municipal, ubicada justo al lado de la del alcalde, la única que tiene una puerta que comunica directamente con Urióstegui. Esta situación motivó que el resto de los integrantes del cabildo solicitaran trato igual, es decir, tener dos oficinas como el flojonazo regidor azul.

Uno de los problemas que al interior de su gobierno enfrentará el alcalde capitalino está ahí, en la ambición irracional de los hermanos Martínez Terrazas; su protagonismo no es solo cuestión de ego, quieren hacer notar que ellos mandan y que José Luis Urióstegui es solo un patiño a su servicio, igual que los secretarios que impusieron.

El tiempo dirá si el abogado se deba apabullar por estos pillos.

  • post it

Lo escucho de un amigo empresario, observador de la actividad pública, pero ajeno y alejado de la clase política local.

¿Cómo puedo creer que las cosas pueden mejorar cuando veo que la única figura que creía que podía ser diferente en el congreso ha resultado igual o peor que los demás?

¿A qué te refieres? Pregunto

La observo desde hace tiempo: es joven, entusiasta, feminista, activista social, defensora de animales y de una familia conocida; en verdad creí que ella haría las cosas diferentes por su origen, pero lo primero que ha hecho es buscar un beneficio económico personal sin importar que por ese camino afecte a otras mujeres. En los políticos viejos ya no creo, pero en algún momento confié que con ella llegaría una renovación de la clase política en Morelos. Acepto que me equivoqué, es igual que todos.

¡Zas!

  • redes sociales

Todas las campañas que tienen que ver con manejo de imagen, percepción, publicidad o dirigidas a la opinión pública tienen una vigencia.

Imposible sostener una campaña de alta intensidad por tres años.

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