Serpientes y escaleras - La fórmula perfecta

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La fórmula perfecta

Todos quieren ganar Cuernavaca para después gobernar Morelos.

 

La fórmula perfecta

A lo largo de las últimas semanas he escuchado a diferentes personas hablar de la necesidad de darle un giro al rumbo que lleva la ciudad desde hace varios años; “Tenemos que ponerle un alto a esta grave situación e impulsar un relevo político, con gente a quien le interese Cuernavaca, con identidad, que la conozca, que le duela, que administre mejor y ponga un alto a la descomposición que vivimos”. Políticos, ciudadanos, líderes de partido… todos hablan de lo mismo, pero nadie es capaz de ponerse de acuerdo. El reto más grande de la oposición en la capital es vencer el ego de los interesados.

La expresión anterior se ha vuelto común en muchos lados desde hace tiempo: hay que cambiar las cosas en Cuernavaca, dicen, pero no saben cómo hacerlo. El deseo de participar en el siguiente proceso electoral se entiende a partir de los hechos: la capital vive uno de los peores momentos de su historia, se encuentra quebrada en lo financiero, descuidada, sin desarrollo y con altos niveles de inseguridad.

Como si eso no fuera suficiente desde hace tres sexenios el presidente municipal ha estado enfrentado con el gobernador y eso ha traído como consecuencia que la marcha de la capital se complique; las diferencias personales y políticas entre el alcalde y el jefe del ejecutivo estatal no ha beneficiado a nadie y por el contrario, se convirtió en un elemento más en contra de los habitantes de este municipio.

El cambio que buscan los interesados, según puedo apreciar en diferentes espacios, no es partidista, pues en los últimos veinte años la ciudad ha sido gobernada por cuatro fuerzas políticas distintas (PAN, PRI, PSD y Morena); lo que se persigue es algo mejor sin importar las siglas, algo que ayude a que las cosas mejoren para todos, para que la economía crezca, para que la tranquilidad regrese y el desarrollo que hay en otros lados también exista en nuestra ciudad.

El enfado en Cuernavaca es general y es comprensible, basta vivir o transitar por la ciudad para notar que las cosas no marchan bien: las calles están llenas de hoyos, muchos negocios están cerrados, el ambulantaje se ha apropiado de las calles, la infraestructura municipal luce descuidada, muchas calles están a oscuras y no hay obra pública. Si no fuera porque el servicio de recolección de basura es eficiente estaríamos frente a una completa catástrofe municipal.

También hay que observar el estado de ánimo que prevalece en la mayoría de los habitantes, producto de la grave situación de inseguridad que vivimos; todo el tiempo hay asaltos en las calles, en las casas, en los negocios y en el transporte público, no hay día en el que no asesinen a alguien, ni semana en la que no surja un problema mayor que nos cimbre a todos. La incertidumbre, el mal humor y el miedo se convirtieron el pan nuestro de cada día.

Frente a esta situación hay grupos sociales y actores políticos que dicen estar buscando un cambio: se reúnen, platican y trazan rutas que, suponen, les permitirán alcanzar la meta fijada. De cuando en cuando aparecen figuras como Antonio Sandoval, Juan Pablo Rivera, Julio Mitre, Meggie Salgado o Harry Nielsen en busca de una oportunidad de participar en política, pero sus intenciones no van más allá de reuniones triviales.

En el escenario destacan los dos personajes con más rentabilidad electoral individual en este momento: Javier Bolaños y José Luis Urióstegui. Aquí y allá se han multiplicado las voces que refieren que ellos son el camino para cambiar las cosas en la ciudad y en el estado, se llevan a cabo reuniones para hablar de como dar un giro a las cosas, pero hasta ahora no hay acuerdos concretos, ni acciones específicas que le den sentido al proyecto que cualquiera de ellos podría encabezar.

Frente al gobierno de Cuauhtémoc Blanco y frente a Morena se están sumando muchas voces que quieren hacer contrapeso en las próximas elecciones, aparecen figuras que antes no participaban en política, pero ahora dicen estar decididas a intervenir para impulsar un cambio. El problema en todos estos personajes es que no tienen orden en su actuar, ni han sido capaces de ir más allá de un encuentro superficial, sin acuerdos; muchos tienen ganas de cambiar las cosas, pero no saben cómo hacerlo.

La prueba más clara de que los egos superan los objetivos está presente en la actitud de quienes impulsan estas reuniones: dicen que lo más importante es modificar las cosas, pero todos suponen que la unidad tiene que darse en torno a su persona. Nadie ha tenido la humildad de pensar en un proyecto de ciudad por encima de los individuos.

Ahí está el punto más complejo que deben superar quienes trabajan en los distintos frentes sociales y políticos: si no son capaces de superar los intereses personales, unir fuerzas, trazar un solo camino, armar una estrategia real, funcional y efectiva, si no se ponen de acuerdo, lo que va a suceder es que esa enorme fuerza social y política opositora se va a dividir y como siempre perderán.

Tomemos como ejemplo el caso Bolaños-Urióstegui: ambos personajes están bien posicionados en la opinión pública, tienen una alta rentabilidad electoral y reconocimiento público, pero no poseen la fuerza ni los votos suficientes para ganar solos. Para vencer al establishment ambos necesitan sumar fuerzas, ponerse de acuerdo y competir en una misma fórmula; si así lo hicieran pueden ganar no importa la plataforma que utilicen, es decir, si compiten a través de un partido o lo hacen desde una candidatura ciudadana; unidos se vuelven invencibles. Pero si no se ponen de acuerdo y participan cada uno por su lado, ambos van a perder, como sucedió en el 2018.

Si en verdad quieren ganar la contienda electoral de Cuernavaca para que las cosas cambien, Urióstegui y Bolaños tienen que dejar de lado sus ambiciones personales y pensar racionalmente, deben impulsar una planilla en donde vayan los dos y se incluyan otras personas con las mismas características. Javier y José Luis hablan mucho del desastre en el que se encuentra la ciudad, pero parecen incapaces de anteponer el bien superior a sus ambiciones personales.

Esa es la apuesta de quienes están frente a ellos y frente a todos los demás que buscan un cambio: que los opositores no se pongan de acuerdo. Morena es un buen vehículo para competir, pero no tiene piloto; si la coalición se concreta y la candidatura capitalina se la dan a Jorge Argüelles, veremos a un candidato poco rentable, pero con mucho dinero y todo el apoyo del estado. Si Urióstegui y Bolaños vuelven a competir separados y Morena arropa a Argüelles, la situación que hoy vivimos se puede prolongar por nueve años más.

En una contienda electoral el ego de quienes buscan una candidatura siempre es mayor que su capacidad de raciocinio; quien quiere competir supone que es el elegido, el mejor, el pandita rojo de la bolsa, la última orden de taquitos al pastor, la coca más fría del estadio… la vanidad los ciega ante cualquier realidad que les diga lo contrario.

Hay una verdad absoluta en el escenario que hoy tenemos: para cambiar las cosas en Cuernavaca, la premisa es ponerse de acuerdo.

  • posdata

El gobierno de Cuauhtémoc Blanco está entrando en la etapa más importante de su mandato; atrás quedó la fugaz luna de miel, el bono democrático y los primeros dos años en los que todos los problemas se iban a la bolsa del olvido. Ahora estamos inmersos en un proceso electoral cuya meta es refrendar o cambiar el mapa político del estado.

La carrera electoral que inició el mes pasado avanza en paralelo a la administración de Cuauhtémoc Blanco y desde muchos lados tiene como objetivo romper el status quo de las cosas. Quizá al exfutbolista no le preocupe la forma como vayan a quedar el congreso y los municipios después de las elecciones, pero de eso depende su futuro más allá de lo que implique su contrato como gobernador. Explico:

El estado de animo político y social en el estado se ha exacerbado al extremo, la administración estatal se ha peleado con todos y eso provoca que para la mayoría de quienes buscan competir en el próximo proceso electoral la meta sea procesar penalmente a Cuauhtémoc Blanco y a su equipo.

Ahí están algunos alcaldes como Agustín Alonso, que seguramente formará parte de la próxima legislatura y cuyo objetivo es enjuiciar al gobernador; también el senador Ángel García Yáñez ha hecho de la lucha contra Blanco Bravo un asunto personal. Lo mismo sucederá con varios de quienes accederán al parlamento por la vía plurinominal o estarán en un espacio de poder durante la segunda mitad del sexenio.

La ruta está trazada: para alcanzar a Cuauhtémoc Blanco el camino es arrebatarle la cámara de diputados y de inmediato iniciar la revisión de las diferentes áreas de su gabinete, empezando por la Dirección General de Procesos para la Adjudicación de Contratos a cargo de Efrén Hernández Mondragón.

La elección que viene es muy importante para el gobierno estatal, el gobernador necesita dimensionar lo que está en juego y actuar en consecuencia; Cuauhtémoc Blanco necesita cambiar de estrategia, dejar de pelear, sumar a todos los que pueda y definir un plan que incluya candidaturas en su partido y alianzas con personajes que puedan llegar por otras fuerzas políticas.

Los primeros tres años han sido complicados para el gobierno estatal porque a los muchos problemas heredados se sumó un enorme frente opositor creado por la falta de pericia en el manejo político y los pleitos innecesarios en los que se metieron.

El mejor aliado y protector de Cuauhtémoc Blanco ha sido Andrés Manuel López Obrador, pero el ejecutivo federal no le va a resolver siempre los problemas, ni a operará la siguiente elección local para darle estabilidad a su gobierno. Peor: si el ex seleccionado nacional pierde la cámara de diputados y desde ahí comienzan a formularle cargos, el presidente no va a meter las manos al fuego por él.

Una cosa debemos tener claro: López Obrador apoya a Cuauhtémoc Blanco porque es un gobernador aliado, no por su fama de futbolista, le interesa mantener estable su administración hasta que transcurran las elecciones intermedias, después la relación entre ambos gobernantes va a cambiar.

Precisamente por ello el jefe del ejecutivo local y su equipo deben poner manos a la obra y atender con seriedad el proceso electoral; necesitan definir una ruta crítica que incluya trabajo político, relaciones públicas, cabildeo y manejo de comunicación. Hoy más que nunca todo lo que ocurra en el ambiente social, político, económico o de seguridad impactará de lleno en las elecciones.

No se trata de ser catastrofista, sino de poner las cosas en claro y a tiempo antes de que la crisis explote. Cuauhtémoc Blanco Bravo tiene una personalidad que atrae y un carisma que le ayuda a tener empatía con la gente, el problema es que su equipo lo ha manejado mal, no destaca sus virtudes y deja que todos los conflictos le exploten en la cara.

Reitero: al gobierno estatal le urge un mejor manejo político y de comunicación. Si no lo logran irán directo al precipicio.

  • nota

La semana pasada fue terrible en Morelos: ejecuciones, levantones, quema de locales comerciales por no pagar piso…

¿Qué nos depara esta semana?

  • post it

El presidente retó a sus críticos: si juntan 100 mil personas me voy.

El secreto es que no dijo cuándo se iría.

  • redes sociales

La impunidad se volvió moda en México: todos los días diversos grupos sociales toman las casetas de cuota, levantan las plumas y piden cooperación “voluntaria” de 50 pesos por auto, quien se oponga se arriesga a que le dañen el vehículo; los manifestantes ya no se preocupan de decir el motivo de su queja, solo se presentan y comienzan a cobrar.

Todo frente a los elementos de la Guardia Nacional, que observan sin actuar ni decir nada.

Es el pueblo noble y sabio.

¡Chulada de país!

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