Serpientes y escaleras - La apuesta del PRI

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La apuesta del PRI

Para que los priístas se reconcilien con la gente, primero se deben perdonar entre ellos.

 

La apuesta del PRI

El Partido Revolucionario Institucional es una de las organizaciones políticas más añejas del país, también de las más desprestigiadas; por muchos años el PRI ganó todas las elecciones y gobernó como quiso, pero las cosas comenzaron a ser diferentes en 1988 cuando la izquierda se unió en un mismo frente. El panorama cambió radicalmente en el año dos mil cuando finalmente hubo alternancia en el poder presidencial y desde entonces todo se mueve hacia todos lados. El futuro del PRI es incierto, pero en todos sus escenarios hay una constante: o cambian o desaparecen.

En Morelos el tricolor lleva ya veinte años fuera del gobierno estatal, su último gobernador electo en las urnas, Jorge Carrillo Olea, tuvo que renunciar al cargo derivado de los múltiples conflictos políticos y de seguridad que hubo durante su administración. Después de la caída del general el PRI no ha podido recuperarse porque dentro de sus filas no hay un líder que los guíe, ni tampoco una convicción que los mueva.

La elección del 2012 era la oportunidad para que el PRI recuperara la gubernatura, pero desde la Ciudad de México decidieron pactar con el PRD y postularon al único candidato que no le ganaría a Graco Ramírez. Esa historia se repite todo el tiempo, se trata de un organismo lleno de conflictos, de intereses, de envidias, con una manifiesta incapacidad para ponerse de acuerdo.

En esta nueva etapa partidista el PRI está totalmente desdibujado y enfrenta los mismos retos de siempre; la llegada de Jonathan Márquez pudo ser un parteaguas para que el tricolor se renovara, para que se diera el primer paso a una nueva etapa que incluyera un relevo generacional, pero no ha sido así; independientemente de los resultados que obtengan en el proceso electoral de junio, la meta de cambiar al PRI en Morelos seguirá aplazada.

No faltará quien diga, como cada tres años, que esta era la oportunidad para que el partido se abriera a la sociedad, para que impulsara nuevos cuadros y regresara a escena; algunos, incluso, suponen que la del 2021 es una elección que serviría para que el Revolucionario Institucional sembrara nuevos proyectos y comenzara a trabajar liderazgos de cara a la renovación sexenal. Nada de ello ocurrirá si antes, desde ahora, no se observa un cambio de actitud en el partido, en la dirigencia y en la militancia.

La propuesta electoral del PRI para este 2021 carece de sorpresas: incluye algunos nombres nuevos, muchos conocidos, pero ningún liderazgo verdadero. Para que el Partido Revolucionario Institucional pueda ser visto diferente es indispensable que exista un cambio en su interior, algo que vaya más allá de una dirigencia o de un momento electoral, se requiere principalmente del reencuentro interno, de la unidad en torno a un mismo proyecto y de la solidaridad mutua. Es imposible que el PRI se reconcilie con la sociedad si no se pueden perdonar entre ellos.

La de Cuernavaca es la elección bandera para todos los partidos y para el priísmo no es la excepción, pero su propuesta es como el agua: inolora, incolora e insabora. Cipriano Sotelo será el candidato del PRI porque nadie más quiso tomar esa candidatura… y a nadie le interesó porque su dirigente se encargó de hundir anticipadamente el proyecto electoral capitalino.

El abogado no es tan mala propuesta, tiene cierto prestigio, pero le falta mucha imagen para ser rentable; su campaña, si en verdad quiere ser competitivo, tiene que salirse de lo habitual, debe aprovechar la estructura que le queda al PRI en Cuernavaca, pero debe estar lejos de lo que representa ese partido. Igual que en el resto de las candidaturas Cipriano necesita entender la rentabilidad que tiene en Morelos el presidente Andrés Manuel López Obrador (para no cometer la torpeza de atacarlo) y ubicar los puntos que necesita presionar para que la sociedad le responda.

La definición de la campaña de Cipriano Sotelo (como la de cualquier otro de los aspirantes a gobernar la capital) debe hacerse de manera profesional, tiene que ser cuidadosa del panorama covid y no puede caminar por los caminos de siempre; tampoco pueden cometer el error de fincar todo su plan en las redes sociales, porque aunque ahí no se influye en el votante. Al abogado lo conocen pocos, necesita elevar el conocimiento que hay sobre su persona, pero sobre todo tiene que obtener una mayor intención de voto.

Lo primero que debe entender Cipriano Sotelo es el punto donde se encuentra y la realidad del partido que lo postula; el precandidato del PRI no es un líder social, ni tampoco una figura que genere empatía inmediata; dicen que tiene a su lado a Gisela Rubach, una experta en estrategia política que conoce bien al estado de Morelos, pero aunque la consultora es buena, tampoco hace milagros.

Aún con los mejores asesores, lo que no se puede quitar de encima Cipriano Sotelo es la imagen del partido que lo postula, ni la historia y las relaciones que lo preceden. Profesionalmente Cipriano se ha especializado en materia penal, por muchos años ha sido señalado por defender a delincuentes y en algún punto de su historia fue vinculado a grupos de la delincuencia organizada. Eso va a salir durante la campaña.

Políticamente hablando es cercano a Cuauhtémoc Blanco, lo representó jurídicamente cuando fue presidente municipal de Cuernavaca y su hermano Samuel es consejero jurídico del gobierno estatal. Hay quienes aseguran que Cipriano Sotelo tomó la candidatura del PRI para ayudar a Jorge Argüelles a ganar la presidencia municipal, pero eso se verá cuando se conozca el tipo de campaña que llevará a cabo.

Otro ingrediente del PRI en la capital es Maricela Velázquez; la dama competirá en el segundo distrito local, pero llega enemistada con la dirigencia estatal y con una campaña distante a la imagen del Revolucionario Institucional. Velázquez Sánchez confía en su estructura y tratará de ganar con su nombre, pero buscará el voto peleada con Jonathan Márquez y distanciada de casi todos los liderazgos de su partido.

Velázquez representa a uno de los grupos tradicionales del PRI, el que tomó las riendas luego de la derrota electoral del año 2 mil y el que en repetidas ocasiones ha sido acusado de vender las candidaturas, negociar los triunfos y coludirse con los gobiernos. Electoralmente hablando Maricela presume una alta rentabilidad porque es la priísta mejor posicionada en la capital, pero lo que se debe recordar es que la dama nunca ha ganado una elección y solo en una ocasión ha ocupado un cargo de elección popular, pero fue por la vía plurinominal.

En el distrito uno el PRI mandará a otra dama, Lisbeth Hernández Lecona, quien como Maricela nunca ha ganado nada por la vía del sufragio; la exsenadora ocupó una curul de rebote, sin haberla buscado. Durante seis años a Lisbeth Hernández le fue económicamente muy bien, fue senadora de la república en un periodo generoso, pero nunca se preocupó con regresar al estado o construir un liderazgo. Si bien es cierto que a la dama nunca ha estado envuelta en ningún tipo de escándalo (como sí ha sucedido con Maricela), también resalta que tampoco es una pieza preponderante en su partido, ni está considerada una figura relevante en la política estatal. No lo fue ni cuando era senadora.

La mejor carta del PRI en la capital es Gabriel Haddad, un empresario exitoso que ocupó una curul en el 2009 luego de ganar una elección en las calles. Haddad Giorgi proviene de una familia reconocida en la entidad, fueron dueños de grandes empresas y por muchos años proporcionaron trabajo a miles de familias. A diferencia de su hermano, Gabriel es un tipo serio, prudente y sensato que tiene posibilidades reales de ganar su distrito.

Lo que pasa en Cuernavaca en el PRI es muy similar a lo que sucede en el resto de los municipios; las candidaturas priístas no tienen más lógica que el llenado de una caja de refrescos. La dirigencia estatal del PRI no tiene una estrategia concreta para las elecciones del 2021, lo que estamos viendo es el resultado de una serie de ocurrencias y desencuentros que no anticipan nada bueno, aunque seguramente el PRI logrará mejores resultados que en el 2018.

Jonathan Márquez no ha sabido ser el líder que cree ser, el comité estatal le ha quedado grande y aunque goza del apoyo de su dirigente nacional, fue incapaz de cambiar la lógica que históricamente ha prevalecido en el PRI. Peor: en lugar de ser el conciliador que necesitaba el Revolucionario Institucional, utilizó el cargo para cobrar facturas personales; como presidente del PRI Márquez ha hecho exactamente lo mismo que sus antecesores: se volvió parte del problema.

Lo que viene para el PRI no parece ser alentador, probablemente ganarán un par de diputaciones y quizá obtengan un par de municipios, pero lo de fondo, la transformación que requiere ese organismo político para reconciliarse con la sociedad y volverse atractivo en el 2024 no se ve por ningún lado.

La llegada de Jonathan Márquez a la dirigencia estatal era atractiva porque representaba la posibilidad de un cambio de fondo en ese partido, pero eso no ha sucedido. Es imposible que las cosas sean diferentes cuando se sigue haciendo lo mismo.

  • posdata

La efervescencia política no detiene los demás problemas sociales, aunque a veces los oculta por un tiempo. La incidencia delictiva no se parado y en algunos casos ha aumentado, aunque pareciera que los hechos de violencia por momentos nos dan un respiro.

En tiempos de pandemia han surgido nuevas variantes de delito, como lo ocurrido ayer en el municipio de Zacatepec, donde se hurtaron 15 cilindros de oxígeno de un negocio que surtía a pacientes con covid. El robo provocó un aparatoso operativo policiaco que hasta el momento de escribir esta columna no había logrado su objetivo de ubicar y detener a los responsables.

Lo que pasa con los tanques de oxígeno es un hecho que llama la atención: hace unos meses comenzaron a presentarse largas filas en los lugares de llenado, luego vino la escases y apareció el mercado negro de oxígeno, incluyendo los casos de personas que revenden los cilindros en miles de pesos, muy por arriba de su valor original. Ahora nos toca saber del robo de cilindros, que puede entenderse más como una manera de hacer negocio comercializándolos.

Entre muchas cosas la pandemia nos está mostrando cosas nuevas, algunas terribles, como el lucro con la enfermedad y el dolor de los demás.

Cualquier robo es reprobable, pero cuando se trata de artículos que son necesarios para preservar la vida, el delito es injustificable.

  • nota

Hablando de robos: el día de ayer la FGR obtuvo la vinculación a proceso contra dos personas que habrían sustraído de manera ilegal 20 dosis de vacunas contra covid del hospital Calero de Cuernavaca.

Lo que viene para los presuntos responsables no será nada fácil, la línea marcada por el presidente en el manejo de las vacunas es contundente y no acepta excepciones; la orden es actuar de inmediato contra cualquier funcionario que aplique los biológicos a personas a quienes no les corresponde.

Bajo esta lógica seguramente habrá en el ISSSTE un segundo capítulo relacionado con lo mismo; hace unos días Jesús Castillo relató en su columna Estrategias de La Unión de Morelos lo que pasó en la clínica del ISSSTE de Cuautla, donde un grupo de trabajadores acusa al director César Cedillo Domínguez, al jefe de atención médica Armando Ramírez Saldivar y al doctor Jorge Oliva Maldonado de diversas irregularidades con el manejo de las vacunas.

“La mafia del poder sigue operando en Morelos con un personaje del Partido Revolucionario Institucional” dicen trabajadores en una carta dirigida al presidente de México Andrés Manuel López Obrador; refieren que los médicos señalados habrían vacunado a familiares y amigos.

El manejo de las vacunas es un tema prioritario para el gobierno federal y su titular ha ordenado que se de seguimiento a todos los casos en los que se presuman malos manejos; la orden, insisto, ha sido clara: cero tolerancia para quienes hagan un uso incorrecto de las vacunas.

La actuación de ayer de la FGR en el caso del ISSSTE puede ser la primera de varias más.

  • post it

Morelos muestra una marcada tendencia ascendente en el nivel de contagios covid, lo que ha llamado la atención del gobierno federal. Ayer el subsecretario López-Gatell pidió a las autoridades estatales que suspendan todas las actividades no esenciales para frenar los contagios y prevenir la sobresaturación hospitalaria.

La decisión es dura, porque hacerlo implica condenar a muerte a cientos de negocios y mandar a la calle a miles de empleados.

¿Por qué no, en lugar de cerrar todo como en la cuarentena, se actúa con más firmeza en contra de aquellos lugares que abiertamente violan los protocolos de sanidad?

  • redes sociales

La respuesta a las declaraciones mañaneras del doctor Gatell la dio por la tarde el secretario Cantú: los hospitales de Morelos nunca han estado saturados; de 540 camas habilitadas en 10 hospitales públicos que atienden covid, solo 399 están ocupadas.

El problema en el estado es grave, pero no del tamaño que lo describió el subsecretario de salud; volver a cerrar todo, como en la cuarentena, puede ser un golpe mortal para la economía de miles de personas; peor quizá que mantener las cosas como están, porque en su desesperación muchas familias pueden tomar decisiones que resultarían peores.

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